jueves, julio 17, 2025
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Los estragos del terremoto arrastran a Birmania a una crisis humanitaria

La tragedia se cierne sobre el centro de Myanmar, en la histórica ciudad de Mandalay, donde el pasado viernes un estruendo inicial resonó con fuerza, preludio de la brutal onda sísmica que azotó la región y dejó un rastro de al menos 1.644 fallecidos, 3.408 heridos y mientras 139 personas permanecen desaparecidos.

En la nación que, bajo el yugo militar ya lucha contra guerras, inundaciones e incendios, este fenómeno no solo impactó a sus ciudadanos, también desató una sacudida en los santuarios budistas, dejando en su estela destrucción y desolación.

En cuestión de segundos la geografía de Myanmar se desdibujó, dejando una huella imborrable en la memoria colectiva. Se han intensificado las labores de rescate con inmediata ayuda internacional, mientras las comunidades, tras el caos, enfrentan la dolorosa realidad de reconstruir sus vidas y un milenario patrimonio cultural ahora afectado por la furia de la naturaleza.

El terremoto de 7,7 grados en la escala de Richter se desató cuando la falla de Sagaing, que divide el territorio de forma vertical, se activó en su punto central, con epicentro a apenas 16 kilómetros de la ciudad homónima. Esta sacudida tuvo lugar a las 12:50 p.m. hora local (0620 GMT). Solo 12 minutos después, la región fue golpeada nuevamente por otra intensa sacudida de 6,4 grados, que amplificó los efectos de la primera, sumiendo a una abrumada población en el caos y el terror.

Las dos áreas urbanas, separadas por un meandro de la arteria fluvial que ha sido crucial para la comunicación –ahora más que nunca, en medio de un desastroso conflicto civil–, fueron arrasadas. Los edificios se desplomaron o se inclinaron como si una fuerza titánica hubiera descargado su rabia sobre ellos. Las carreteras se destrozaron creando profundas grietas y el largo puente que cruzaba el río se desmoronó, separando aún más a una comunidad que agoniza. En medio de esta situación apocalíptica, Mandalay se enfrenta a la desesperante tarea de reconstruir sus cimientos, ahora en ruinas.

Mientras tanto, el general Min Aung Hlaing, figura central del golpe de Estado del 1 de febrero de 2021 y responsable de la detención de Aung San Suu Kyi, fiel líder del régimen militar que se encuentra en conflicto con el resto del país, apareció en las pantallas de televisión visiblemente afectado. “Se espera que el número de muertos y heridos aumente”, reconoció, reflejando la creciente alarma ante la magnitud de la calamidad que se desencadena bajo su tumultuoso régimen.

En las áreas más empobrecidas, donde las construcciones contemporáneas desplazan a las antiguas casas coloniales de la era británica, la pobreza ha tenido una repercusión inesperada. Los tradicionales palafitos de bambú, ejemplares de la vulnerabilidad estructural, han caído de manera descontrolada. Sin embargo, la ligereza de estos materiales ha mitigado los estragos, haciendo que los daños sean menos severos en comparación con edificaciones de mayor envergadura que han sido arrasadas en otras áreas. (La Razón)

 

 

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