El precandidato presidencial y senador colombiano Miguel Uribe Turbay comenzó a dejar atrás la zona de peligro absoluto: tras 16 días en cuidados intensivos, los médicos de la Fundación Santa Fe confirman “una desescalada de su estado crítico” y la entrada en una fase subaguda, aunque su pronóstico neurológico sigue reservado.
Según la agencia EFE, el equipo médico practicó una traqueotomía y una gastrostomía para estabilizarlo y facilitar la recuperación a mediano plazo; los reportes internos hablan de una reducción gradual del edema cerebral y de mejores signos hemodinámicos.
Un parte médico esperanzador, pero sin euforia
El último comunicado emitido hoy 24 de junio aclara que Uribe Turbay continúa grave, ventilado mecánicamente y bajo monitoreo neurológico permanente. El parte coincide con el anunciado por la oficina del Senado, que subraya la transición de “crítico” a “grave” y destaca la “fase subaguda” como un punto de inflexión para el paciente.
La comunidad médica advierte, sin embargo, que la verdadera prueba será la evolución cognitiva una vez se reduzca la sedación, algo que podría tardar semanas. En casos de trauma craneoencefálico con hemorragia intracerebral semejante, la literatura clínica muestra sólo un 30 % de recuperación funcional plena, de acuerdo con la serie de casos revisada por Reuters tras la cirugía de urgencia practicada el 16 de junio.
La investigación criminal avanza a paso firme
La Fiscalía ya detuvo a tres personas entre ellas una mujer señalada de planear la emboscada y mantiene abierta la pista sobre quién financió el ataque. El principal sospechoso directo sería un sicario adolescente, versión que la Policía contrasta con testimonios y registros de cámaras.
Repercusiones políticas y sociales
En Bogotá y otras 20 ciudades, más de 70 000 personas marcharon el 15 de junio bajo el lema “Silencio por la Vida”, un gesto inédito de unidad en medio de la polarización que vive Colombia. El atentado reavivó los temores de un regreso a los años 90, cuando las balas callaron a varios candidatos presidenciales. Expertos consultados por The Guardian ven en el ataque un riesgo real de inhibir la participación política y profundizar la brecha entre gobierno y oposición.
Los números respaldan la alarma sólo en 2023 la Defensoría del Pueblo contabilizó 16 asesinatos de aspirantes y líderes locales antes de los comicios regionales, mientras Human Rights Watch documentó 37 hechos mortales vinculados a actividad política en ese mismo período.
¿Cómo queda la carrera presidencial?
Aunque la ley colombiana no exige renunciar a la contienda en caso de incapacidad temporal, los estrategas de Uribe Turbay ya evalúan un “plan B” para mantener su plataforma enfocada en seguridad ciudadana y empleo digital visible durante su convalecencia. Analistas señalan que, paradójicamente, la ola de solidaridad podría traducirse en un repunte de intención de voto siempre que el senador muestre signos de recuperación cognitiva antes de que cierre la inscripción oficial de candidaturas en diciembre.
Lecciones para un país en vilo
Este atentado, sumado al reciente aumento de ataques contra figuras públicas, evidencia la fragilidad de las garantías de seguridad en la contienda de 2026. Mientras el gobierno anuncia refuerzos para más de 150 campañas, organizaciones civiles reclaman una reforma profunda que abarque financiamiento, escoltas y rastreo de riesgos en redes criminales.
Uribe Turbay, cuya madre fue asesinada en 1991, vuelve a convertirse irónicamente en símbolo de la lucha contra la violencia política. Su recuperación será observada con lupa de ella depende no sólo una apuesta presidencial, sino la confianza de muchos colombianos en que la democracia puede sobrevivir a las balas.
