Es realmente lamentable y deplorable la deriva autoritaria y de violación sistemática de los fueros, soberanía y derechos de las demás naciones que conforman este continente y refiriéndonos a todas las que se encuentra al sur del Rio Grande y que para colmos, la Organización de Estados Americanos (OEA) no ejerza sus prerrogativas de tribunal de casación frente a los excesos de cualquier estado contra cualquier otro.
Y esto así, al comprobarse como el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump no le importa ejercer una influencia atropellante contra las demás naciones latinoamericanas y caribeñas y al extremo, de haber ordenado el bloqueo de las rutas de navegación en el aérea del Caribe y que el tránsito marítimo en la misma y de facto, solo sea potestad de EEUU, mientras el resto de las naciones ribereñas al Mar Caribe, tengan que aceptar un abusivo como omiso bloqueo que les impida ejercer su libre derecho de paso.
Tan insólita actitud y pésimo comportamiento entre vecinos, solo puede provocar el renacimiento de las peores muestras de animosidad contra un Estados Unidos, que por lo visto, se ha lanzado a favor de reeditar la vieja doctrina Monroe y ahora actualizada con la versión Trump y la que trata de imponerse en base a la fuerza bruta, la violación de los fueros de estados soberanos y lo más grave, de pretensión de poder incursionar dentro de las políticas internas de cada país americano, ignorar sus estatutos y leyes y ni que decir de sus respectivas soberanías.
Este absurdo como extraño comportamiento del presidente estadounidense, no solo hay que achacarlo al carácter realmente torpe y de autócrata de Trump, sino que sorprendentemente, los estadounidenses han aceptado de plano la especie de inusitada presidencia dictatorial con la que en Washington entienden que deben lidiar frente al resto de las naciones del planeta y al verse, que efectivamente ya EEUU no es la potencia unipolar conocida en los últimos ochenta años y sí que en cambio existe, el nacimiento del mundo multipolar, que paradójicamente, gracias al financiamiento y tecnologías estadounidenses permitió y por su libre acceso, que el resto de las naciones y de acuerdo a sus capacidades, pudieran desarrollar sus esquemas propios.
Con la llegada del segundo mandato de Trump, realmente y por su evidente mentalidad absolutista que no respeta nada ni a nadie, el presidente estadounidense da la desafortunada impresión, de que se entiende algo así como el emperador del mundo y al resto de las naciones y pueblos los ve como sus lacayos y lo que rotundamente es una imagen que no se corresponde a la realidad.
Para colmos y para aumentar las animosidades, Trump ha dado el paso de entenderse que puede dictar lo que le venga en ganas, a gobiernos pueblos y naciones y lo que ya se está viendo con Europa, mientras que ensaya una política mucho más dura con Latinoamérica, en donde y como ya se está viendo, amenaza directamente a todas esas naciones y se entiende que puede dar órdenes o incluso disponer los derrocamientos de gobernantes elegidos por sus propios pueblos.
Colombia y en particular Venezuela, son una muestra patética de esta nueva política y ahora Honduras, donde Trump pretende influenciar de tal modo en su política y en los resultados de las elecciones de hoy, que abiertamente ha dicho que no quiere los candidatos presidenciales actuales y en cambio, se decanta por un expresidente preso por acciones comprobadas de narcotráfico y asesinatos asociados y quien fuera condenado por un tribunal estadounidense de traficar drogas ilícitas y adjudicándole 45 años de cárcel, decisión que como ya se conoce, parecería que a Trump tampoco le importará violentar y desconocer, liberando de la cárcel a ese expresidente y para que el pueblo hondureño elija el candidato que Trump quiere, un hondureño de raíz palestina.
Tampoco puede olvidarse como el presidente estadounidense se ha enfrentado con la presidenta de México y sus amenazas de enviar soldados suyos allí, mientras desde hace quince días ha iniciado aprestos de guerra marítima en todo el Caribe y con el pretexto de derrocar al presidente de Venezuela y al que califica de narcotraficante y más atrás, recuérdense su amenazas groseras y destempladas contra Canadá.
Mientras tanto, sus navíos de guerra han estado incursionado en el Caribe bombardeando lanchas, que insiste en decir que supuestamente transportan drogas “que envenenan” a su país y que todas las demás naciones y organismos internacionales califican de ejecuciones extrajudiciales y resultando una serie de lanchas hundidas y cerca de 60 tripulantes muertos o desaparecidos como producto de esos bombardeos.
Desde luego, es indudable que Trump se ampara en la fuerza militar de su país y la que hasta ahora le es o se comporta como obediente, aunque se conoce que dentro de la alta oficialidad hay serios cuestionamientos sobre este proceder.
Las demás naciones es evidente que están esperando el desarrollo de los acontecimientos y por eso, hasta ahora ninguna se ha decidido por enfrentarle. Sin embargo ya ordenó que Venezuela debe ser aislada por aire y mar y hasta anunció que incursionará en ella directamente con tropas y por lo que se conoce, parecería que en cualquier momento habrá dado la orden de derrocar al gobierno venezolano y perseguir a su presidente y gobierno.
Su política bélica es tal, que entre portaaviones y naves de apoyo y submarinos, más fuerza aérea, Trump ha levantado un aparato de guerra de 34 navíos y cerca de diez mil efectivos, mientras en la isla de Puerto Rico que es una posesión estadounidense, tiene naves áreas de última generación en su principal base militar allí, mientras que a República Dominicana, ha logrado convertir a ese país soberano en una especie de base militar a un nivel inquietante para el narcotráfico y sus ramificaciones locales y financieras y con atrevido y arriesgado apoyo del presidente Luis Abinader, quien ahora ha resultado como el socio de riesgo más confiable y pragmático, mientras que el vecino de este, Haití, ya tiene efectivos y equipos militares del Comando Sur operando en su territorio.
En lo que todo este movimiento prebélico se gesta y dando los primeros pasos, todas las naciones latinoamericanas y caribeñas han preferido mantenerse vigilantes y expectantes y esperar, si efectivamente Trump materializará todas sus amenazas.
Con todo el escenario montado, todavía creemos que pudiera ser, que la sangre no llegará al río y que todo se trata de una fuerte actitud de presión desconsiderada y por el temor de EEUU de perder lo poco que de hegemonía le queda en el Continente y de ahí que se tienen tropas estacionadas en Panamá, la base militar de Guantánamo, que está en Cuba, se encuentra en sobre alerta y paralelamente, en Trinidad Tobago ya esta nación isleña vecina de Venezuela ha sido convertida en una base militar operativa.
Todavía y en esto insistimos, tenemos la esperanza de que Trump retroceda y muestre intenciones de negociar sobre una nueva política de relaciones con los países vecinos, pero por lo que se está viendo, no parecería que este fuera su temperamento y como en su país él ha avasallado los poderes de contrapeso como el Congreso Federal, pocas podrían ser las posibilidades de detener su carrera belicista.
En definitiva, lo que parece, es que el gobernante quiere imponerse por encima de todo el mundo y de ahí que digamos, que se está a las puertas de una especie de nueva política de hostigamiento total y con una especie de neo doctrina Trump: EEUU es quien manda y Latinoamérica, solo le toca obedecer y aun así. Abinader pactó y también protegió la soberanía nacional. Con Dios. 30.11.2025
