La oligarquía es la dueña de todos los periódicos escritos y junto al gobierno plutocrático y competitividad e incluidos electrónicos y digitales, el noventa por ciento del sistema mediático. La libertad de expresión está condicionada y la de prensa controlada y que con un código penal mordaza, se amenaza y esta vez como el gran peligro que se cierne sobre nuestro sistema jurídico y político.
Hubo un tiempo que cuando se hablaba de prensa libre, la mayoría de las personas así lo creían. Eran aquellos en los que el gobierno no ejercía tanta presión y los grupos económicos y financieros, al no existir como tales y sí aisladamente, no ejercían la cadena de “reglamentación y orden”, que como ahora, evidencia todo un poder económico y financiero dueño o financiador de todos los medios de comunicación y de información de masas que ya existen.
Todo comenzó hace 64 años y mucho mayor la presión desde que la oligarquía creó su brazo de presión, el Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP) y las 74 organizaciones “filiales” que el sirven de soporte y abarcando todo el empresariado y el sector financiero.
Esto quiere decir, que de los cinco mil periodistas que ese sistema tiene bajo nómina, ahora se agrega el nuevo de internet y en concreto en las redes sociales, donde un amplio espectro comunicacional de medios digitales y aparentemente inconexos entre sí y en la práctica, ejercen una especie de tutela autoritaria coercitiva sobre el cien por ciento de los ciudadanos.
El resultado ha sido tremendo y tanto en la forma como en el fondo y con su variable de ejercicio de la difamación e injuria como arma de ataque contra todo aquel que fuere considerado disidente a semejante aparato de poder mediático coercitivo.
De esta suerte, en esta nación no existe el periodismo propiamente libre que se entendía sesenta años atrás, y si uno coercitivo, falso, despótico y autoritario y determinantemente conculcador de la libre expresión y el ejercicio de la disidencia ciudadana y con una caterva de directores y redactores, dizque izquierdistas, pero de raíz comunistoide de cuando la Guerra Fría y quienes por su propia naturaleza pequeña burguesa, son el epítome de la sinvergüencería, la sumisión y la falta de integridad .
En paralelo, semejante variable dentro del tejido social, tiene su motor de acción, en “el detalle”, de que todos los bancos comerciales y el mundo financiero en sí, de hecho ejercen una influencia aplastante en todos esos medios y su personal, llegando incluso al punto básico de tanto poder: La concentración del capital financiero para mantener a los medios viables y a sus ejecutivos y reporteros, controlados en función de los préstamos personales que se les facilitan o de las prebendas que se les dan a manos llenas, a aquellos llamados “lideres de opinión”, en su mayoría, entregados de pleno hasta la amoralidad extrema y como sicarios, al poder mediático-financiero que nunca los dejará escapar y mucho menos pretender ejercer una mascarada de «opinión libre o contestataria».
Es por eso que todo vale en el empeño, la oligarquía crea premios y reparte reconocimientos al mejor postor y para que periodistas, reporteros y comunicadores, productores de radio y televisión y editores en medios digitales no escapen a su control y en esto, el pecado de la vanidad es ejercido de una manera consiente, metódica y fría. De esta manera, se conoce la dependencia moral y financiera de quienes hablan o escriben en los medios, por la carga de premios que las fundaciones de los dueños de los medios les otorgan para tenerlos a control y lo que no falla.
Y cuando a este engranaje se le agrega la participación del Estado y la que será decisiva en la mayor o menor medida que los gobiernos crean “co-lealtades” y para ejercer de contrapeso frente a los medios de la oligarquía, entonces se cierra el circulo y en materia de que el ejercicio de la palabra como de la información, queda absolutamente encadenada y totalmente prostituido.
Obtenido este resultado, absolutamente contrario al ejercicio de un sistema democrático auténtico en el que todos los actores se hacen contrapeso entre sí, los gobiernos, entonces crean un estamento de condicionamiento mayor y como lo es el de los presupuestos publicitarios, en donde entra en juego otro actor bajo control de los que mandan: Las publicitarias, quienes unas veces de manera sutil y la mayoría no tanta y en donde los relacionistas públicos de los bancos comerciales y empresas, realmente imponen una presión tal, que no hay director de periódico escrito o digital o comentarista “independiente”, que no ceda a sus “sugerencias”.
Al darse todo este tinglado de opresión cierta contra el derecho ciudadano a expresarse haciendo conocer su sentir, los oligarcas y junto al gobierno y mucho más ahora con el plutocrático que encabeza el presidente Luis Abinader, dan el paso que entienden decisivo para imponer la corrupción como el arma de reglamento con el que la partidocracia termina por obtener el control social absoluto, al decidir en las Cámaras Legislativas y lo que quiere decir, a controlar todos los partidos y formaciones políticas y organismos de la sociedad civil de todas las tendencias.
Desde luego, la doble moral acompaña a todos estos actores sociales y por lo que al final y casi sin darse cuenta, la ciudadanía se convierte en una especie de tejido humano maleable, que envilecido amoralmente, aporta la base principal para que la plutocracia al completo ejerza su tiranía y ésta peor que la ocurrida en el lapso 1930-1961 con la desarrollista de Trujillo.
La prueba de todo esto, la encontramos en la forma abusivamente descarada de como los poderes fácticos y para decirlo de algún modo, atropellan a la atrapada opinión pública y de ahí los ensayos de proyectos de leyes que atentan contra la libre expresión y difusión del pensamiento y lográndose ya mismo, con lo impensable, que los mismos directores de medios se han convertido en la policía mediática que políticamente quiere controlar la libre expresión e imponer la autocensura al periodismo en sí y que es el caso del infame proyecto de ley mordaza que los directores de los principales medios y con la asesoría de sus dueños empleadores, han redactado y quieren imponer el cierre absoluto de la libre expresión y lo más rudo: Metiéndolo de lleno en el “reformado” Código Penal, con el cual y de lograr los términos en que ha sido redactado, la libre expresión como el periodismo libre habrán desaparecido al completo.
Lo que parecería que esto será así, cuando medios y periodistas “más o menos liberales”, nunca independientes, sobre este particular, han impuesto un silencio ominoso, que lo único que presagia, es que ya se estaría cerca de imponer este código mordaza y que por lo que hemos conocido, es el precio que el poder político oficial impone y para asegurarse el PRM su próxima reelección fraudulenta en el 2028…y si no es que antes ocurre algo diferente y que por la inmoralidad que se irradia desde el poder, el gobierno en pleno se le obligue a renunciar y que es la tendencia que parecería podría suceder y si estallara el gran escándalo que medios digitales han comenzado a pregonar.
En este sentido, quienes todavía y para ser sinceros, de quijotes, creemos que en un entorno social como el que se vive, tal vez el periodismo libre pudiera sobrevivir, pero también llamamos la atención, sobre la cortina de hierro que se quiere imponer y como la única via y para ver si todavía en este país hay gente de pensamiento crítico y rabiosamente independiente, que se oponga a semejante sinrazón, que sin duda alguna, llevará hacia un suicidio y castración mental colectivo e impuesto por una tiranía plutocrática y binacional que sería total si se la deja desarrollar.
De ahí que digamos, que podrá o no creerse, pero entre la oligarquía, el gobierno plutocrático y la partidocracia y junto al empresariado y la banca, se está a punto de imponer una cortina de hierro que silencie el silencio y que aplaste la libre expresión. Con Dios. (DAG) 30.10.2025
última actualización: 11:30 am.






