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Pretender hablar sobre los desafíos éticos de la comunicación digital en un mundo mediático en el que la mayoría de los medios periodistas y comunicadores no han podido sacar buena nota, es lo más parecido a querer dictar normas de conducta a la comunicación abierta y fluida del ciudadano común que solo busca exponer su verdad y defenderla

Realmente, no entendemos cómo es posible que individuos que en la mayoría de los casos no pueden y tampoco deberían de dar lecciones sobre honestidad periodística, se entienden con la autoridad de dictarle normas, a una población, que en los últimos 64 años solo ha conocido de las muestras más irritantes de ejercicio autoritario de la comunicación y por parte de medios, periodistas y comunicadores, que han sido adoctrinados en el ejercicio de un periodismo sesgado y en base a la imposición de la autocensura.

Si se hace este enfoque, estamos muy seguros que nadie dentro del quehacer mediático, al menos en este país, pudiera exhibir lecciones moralizantes al respecto y mucho menos, cuando el periodismo que a ratos se ejerce, es el de la imposición, la grosería y el dominio de la voluntad del otro y que en líneas generales, es la razón del por qué en esta nación, el periodismo no tiene nada de democrático o profesional y sí de muy autoritario y extremadamente opuesto a loa opinión libre y ni hablar de la disidente.

Cuando se ahonda en el registro histórico, se tiene que entre el 1930 y el 1961 aquí hubo un periodismo sumiso y cobarde que solo sabía responder a la voz del amo y lo grave y sin importar lo que este pudiera disponer y sí solo por lo que aquellos reporteros entendían que lo que escribieran o dijeran debería de ir en consonancia con lo que se entendía debía ser el pensamiento del autócrata de entonces.

Tan es cierto esta premisa, que, en ese tiempo, no hubo periodismo electrónico de opinión y solo de asuntos deportivos o de farándula, más los chismes banales de las crónicas de sociedad.

Luego y desde junio del 1961 a este 2025 vino la explosión del nuevo periodismo de opinión muy cercana al ajuste de cuentas, en el que la palabra ayer encadenada a la voluntad del autócrata ahora era también y hasta peor, porque pasándose por libre o independiente, lo que se decía tenía mucho que ver con todo aquello que no fuera en opinión contraria a los dueños de los medios.

Sin embargo desde el primer trimestre de 1972 y paradójicamente con la columna de opinión Por el Ojo de la Cerradura y otras del mismo espíritu así como otros periodistas, a decir verdad, no pasaban de diez, quienes haciendo de tripas corazón empezaron a transitar el peligroso camino de las opiniones criticas muy suspicaces o atrevidas para entonces y en base a las mismas, poco a poco se comenzó a crear y formar el cuerpo de la opinión más o menos libre, más o menos sectaria y en algunos casos, radical para los gustos de no todos.

Fue un periodismo valiente pero regido por el criterio propio de los que se atrevían, aunque matizado por esa formación pequeñoburguesa de adular el chisme o buscar la frivolidad de la envidia como mecanismo para escalar ascenso social, que hacían los más temerosos.

En ese camino las presiones y acosos de una opinión pública acostumbrada a ser prisionera, no valoraba en toda su dimensión las opiniones contrastantes y cuando se dieron ciertos extremismos hijos de la ideología o del capitalismo salvaje que incitaba a uno que otro a cruzar la raya de la prudencia y del sentido común, entonces se sobrevenían las amenazas, luego las ejecuciones morales y siguiendo los dictados de pena de muerte provenientes de criminales de cuello blanco o de uniformados y quienes ahogados en la Guerra Fría solo entendían que había que estar a un lado o en el otro.

Aun así, la simiente del periodismo independiente y critico se abonó con largueza y de aquellos desafíos y tanta sangre derramada, surgió el periodismo contestatario de ahora y con su refuerzo desde la década de inicio de los años dos mil y con la comunicación desde las redes sociales, en donde el estallido de libertad de critica fue tan estremecedor, que todavía no pocos se reponen de esa opinión fluida o liberal si se quiere, pero enormemente cuestionadora.

Toda esa situación generó paulatinamente, que la sociedad se fuera amoldando a la existencia de la nueva comunicación proveniente de internet y que, a los más extremistas en los poderes gubernamentales, empresariales y políticos, les indujo a batallar contra el derecho de la nación a ejercer su exitoso periodismo ciudadano.

Precisamente y porque en esta etapa en la que se está, es que vemos como los extremismos más insensatos entre gente de poder económico o de gobierno y sobre todo políticos y de todos los matices y corrientes, han llegado al extremo de pretender acariciar la posibilidad de que desde el poder se imponga una ley mordaza y lo grave, auspiciada por directores de periódicos, periodistas y comunicadores, mediante la cual, se cercene o se castre la libre expresión del pensamiento de cada ciudadano, toda esa a la que los amos del poder político y económico y por las fechorías que cometen a diario, temen, rechazan y adjuran de ese supuesto periodismo de difamaciones y de injurias, como llaman y, que es a lo que se refieren y cuando se desnuda a esos poderosos y por las tantas e increíbles inconductas personales que cometen y las que han llevado al actual estado de corrupción generalizada impulsada por los poderes políticos y económicos.

Y es en este punto que recién fueron convocados una serie de periodistas, comunicadores y ciudadanos no ajenos a los poderes existentes y para que trazaran una especie de línea definitoria de lo que debería de ser el periodismo ciudadano y trazarle límites.

Mientras tanto, extremistas funcionarios gubernamentales y el mismo presidente de la República, pero por trasmanos, han iniciado la peligrosa escalada de ataque demencial contra la opinión crítica y con la que presionan abusivamente a los ciudadanos que ejercen esa cierta tendencia atrevidamente maledicente por las imputaciones que hacen y que  han servido de pretexto para imponer una de las acciones más feroces como reacción gubernamental contra la libre expresión ciudadana y a unos niveles, que se está llegando a determinados espacios de crueldad que sobrepasan los agravios que quienes se quejan, dicen tener.

Entonces y frente a un clima tan enrarecido, donde el mismo periodismo está dividido, un sector, dependiente de los dueños de los medios y el otro, entendiéndose dueño de sus medios propios en las redes sociales, rivalizan por el mercado de opinión y provocando unas sacudidas tan extremas, que increíblemente, el mismo periodismo tradicional es ahora el peor enemigo del periodismo ciudadano en las redes sociales.

Ante esto, debe recordarse que tanto la Constitución de la República en su artículo 69 como la ley 53-07 que tiene que ver con la comunicación y medios electrónicos y sin olvidar la 6132 de expresión y difusión del pensamiento, estas existen y son los suficientemente pragmáticas y útiles para regular dentro de la ley cualquier exceso que pudiera producirse.

Sin embargo, los dictadores y cancerberos de opinión de ahora, ellos mismos un subsector mediático de una mayoría de difamadores impenitentes, quieren imponer una ley mordaza que destruya a lo absoluto la libre expresión y lo que las voces sensatas, entendemos que es un exceso tan atrevido, que, de darse, retrotraería a la República hacia ese periodismo bajo censura que se vivió fundamentalmente hasta principio de la década de los años dos mil y el que es absolutamente innecesario.

En el interin, ya han salido y como tropa de choque, la oenege Finjus de la Asociación de Bancos, a tratar de maquillar el proceso de freno y contención que desde Competitividad se quiere para domesticar a las redes sociales o lo nuevo y hasta chocante, de procuradores fiscales de ambos sexos, amenazando sibilinamente con que estarán «pendientes» (atentos a recibir órdenes del Poder Ejecutivo) de los «excesos» en las redes sociales y que no es más, que una grosería colectiva de grupos de poder que nunca han respetado la opinión ajena y mucho menos han aceptado, que el periodismo exista y sin censura.

Ahora, los que se oponen a la opinión libre, plantean la hipocresía, de que supuestamente, “hay que repensar el ejercicio del periodismo digital a la luz de las exigencias éticas que impone un ecosistema cada vez más dominado por la inteligencia artificial, el algoritmo, la viralidad y una audiencia que exige inmediatez”.

Que traducido a nuestra realidad, lo que quieren esos extremistas disfrazados de mansas ovejas, es la imposición de la autocensura y la presencia de los funcionarios públicos e internos dentro de los medios, como censores de opinión y lo que de suceder, sería una aberración que provocaría y por la castración de la opinión libre, la presencia de esa rebeldía sorda que se da en una sociedad acostumbrada a la crítica libre y a la que empecinadamente, los extremistas del poder,  le quieren castrar sus ideas y su libre expresión y lo que es absolutamente inaceptable y que desde luego, hay que combatir sin descanso alguno. Antes, tenían la etiqueta de “correctores de estilo”, ahora se quiere una policía mediática abierta.

Lo grave, es que esas personas y como las que se reunieron el pasado martes en el primer panel del foro y a instancias del matutino centenario capitaleño,  el periódico enemigo público número uno del periodismo ciudadano independiente en las redes sociales “Desafíos actuales en la comunicación: ética, medios digitales y regulaciones”, titulado, “la brújula ética en la era de la inmediatez”, no han entendido, que el periodismo dominicano se encuentra en una de su más fructífera etapa de transición y en paralelo con la transición política y empresarial que ya se está generando y que en un país, también en transición generacional, obliga al comedimiento y la sensatez y hasta descubrir el nuevo periodismo cibernético que ha empezado a surgir.

¿Explicación sucinta del periodismo cibernético?: “El periodismo cibernético, también conocido como periodismo digital, es la práctica de informar y producir contenido periodístico a través de plataformas y medios digitales, como sitios web, redes sociales y aplicaciones móviles. Se caracteriza por el uso de herramientas tecnológicas y formatos multimedia para llegar a audiencias globales e inmediatas”.

Siendo esta la razón de que digamos, que pretender hablar sobre “los desafíos éticos de la comunicación digital” en un mundo mediático en el que la mayoría de los medios, periodistas y comunicadores no han podido sacar buena nota, es lo más parecido a querer dictar normas de conducta a la comunicación abierta y fluida del ciudadano común que solo busca exponer su verdad y defenderla. Con Dios. (DAG) 31 de julio de 2025

última actualización: 04:49 pm.

 

 

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