Rendición de Cuentas: Un discurso abarcador para engañar o hacer dudar, pero no para ignorarlo

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Lo que ayer entendimos que hubo, fue una puesta en escena por parte de un presidente-candidato, que con todo y saber que ha trabajado bien a favor de la nación y dentro del paquete de políticas que él mismo ha generado en sus ya cuatro años en el poder, ahora y de salida a plazo corto, dio un mínimo espacio para la duda y los interrogantes.

También ha dejado evidenciar ese inocultable pensamiento, de que para sí mismo, se siente mortificado por que una parte de sus gobernados y por más que es su empeño de hacer las cosas bien y sentirse aceptado por todos, siente que todavía no ha podido conectar con una mayoría nacional que hasta pone en dudas su capacidad de trabajo y de buenas intenciones para la nación.

En este aspecto, pensamos que el presidente Abinader también cae en el error de prejuzgarse así mismo, cuando de entrada y siempre lo que tiene que hacer, es apreciar y juzgar cuantos de los errores de sus políticas hay que achacárselas a los componentes del anillo palaciego y a su PRM y no tanto así mismo.

Por lo que hemos visto a distancia, Abinader y aun sabiendo que frente a expresidentes anteriores, cuanto lo ha hecho bien o mejor que ellos, en el fondo, no encuentra las formas para que la nación le acepte del todo y de ahí que sea esa la única explicación a un discurso de rendición de cuentas, que en la forma fue bien articulado, pero que en el fondo, parecería  que el interés electoral reeleccionista ha sido la causa de ese despliegue escenográfico, que en un contexto populista podía ser aceptado sin chistar, pero no en una reunión conjunta, en la que la mayoría de los allí presentes pusieron en duda todo lo que dijo.

Porque vamos a ver, ¿cuál era el público para convencer?, ¿el entregado allí presente en el salón de la Asamblea Nacional o el otro a distancia y en toda la geografía nacional, que mediría al milímetro cada una de sus palabras? Sin duda el segundo.

Sin embargo, no hay sentimiento peor, que cuando los sentimientos oportunista y arribista que caracterizan a la mayoría de los funcionarios públicos y dentro de los poderes Legislativo y Municipal y por supuesto, también en el Ejecutivo, tienen la aprehensión, de que si bien se va hacia un intento reeleccionista, cada uno de esos mediocres representantes de la baja burguesía, solo piensan en el “si perdemos” y por eso aplauden con el corazón en la boca y no porque crean que lo que Abinader dijo se corresponde a la realidad y si hasta donde parte de lo que el gobernante expresó, les garantizaría su continuidad en el amplio colchón de cargos públicos, privilegios y canonjías que ahora aprovechan a la desesperada.

Es decir, fríamente y dejando el espectáculo a un lado, Abinader no dijo nada que de alguna u otra manera, los dominicanos no hubiésemos escuchado antes. La diferencia, fue el matiz de exageración de como lo dijo y la presentación de aquella parte emocional del gobernante y político, de quien fue evidente, no solo que creía en sus palabras, sino que con gran ardor y sinceridad las expresaba y aspirando que la nación le creyera y que fue un recurso bien logrado, pero no del todo aceptado si se juzgan las reacciones en los medios como en los lupanares mediáticos en internet y las redes sociales.

En esto y si su discurso se analiza dentro de la idiosincrasia santiaguera que le caracteriza desde el hogar paterno, el presidente debe sentir que le cumplió a la patria chica y siendo así no tiene porqué lamentar nada.

Ahora bien, estamos hablando de un presidente en campaña electoral reeleccionista, que siente en su propia piel y no obstante tener en sus manos los resortes del poder bajo control absoluto, que nunca se puede confiar más allá de lo prudente y mucho más, cuando sus adversarios políticos están decididos en buscar la manera de como lo derrotan y que es un recurso normal opositor en una democracia viva y viable.

Se podrá decir que ello es parte del juego político del poder y en función de este, siempre hay que maniobrar y saber adaptarse al día a día de las emociones, que casi siempre están fuera de control y por un electorado ignorante funcional que más se fija en cómo está su bolsillo a como le podría ir con una reedición del gobierno que está.

Por eso el despliegue de puntualización obras, proyectos y metas, presentes y futuros y que el primer mandatario delineo ampliamente, fue evidente que tuvo el objetivo de ganar prosélitos nuevos y reforzar los ya conocidos, pues todas esas obras, las realizadas y las proyectadas, tocan una parte sensible de sus gobernados en materia de mejora de su nivel y calidad de vida. Su muestra de ardor patriótico, que siempre encandila a las masas, fue un buen paso efectista para conectar emocionalmente con toda la ciudadanía y lo que ciertamente y a juzgar por los comentarios luego del discurso y tanto de ciudadanos como de los entregados medios y periodistas, parecería que en este aspecto logró su objetivo.

Naturalmente, al Magnifico nadie podrá negarle que supo defender a capa y espada su gestión de gobierno, pero seguro que no habrá disminuido los escollos que sus adversarios le colocan y particularmente los dos expresidentes opositores, quienes todavía, dados por esa imagen poco afortunada que el oficialismo les ha creado y que en ciertos aspectos disminuye sus imágenes y principalías propias, les ha llevado al extremo, de que un fuerte segmento poblacional no les ve con los ojos de bondad de antes y en cambio, resalta que Abinader  es mejor garante de todos y mucho mejor presidente que los dos anteriores.

Siendo esto así, un aspecto intangible del discurso de rendición de cuentas tuvo ese cierto matiz político partidario demagógico, que por momentos hacia despliegue y aunque bien manejado por un Abinader que supo explotar prudentemente ese sentimiento de patria que la mayoría de las veces aglutina y que otras no tanto, en esta ocasión tiene un saldo positivo:  Que, en una escala de cero a diez puntos, a ojos del electorado, Abinader obtuvo un ocho.

De ahí y sin contradecirnos, digamos, que el acto de la Rendición de Cuentas: Un discurso abarcador para engañar o hacer dudar, pero no para ignorarlo. Con Dios. (DAG) 28.02.2024