jueves, marzo 20, 2025
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República Dominicana y República de Haití deben buscar un camino común de desarrollo económico y social sin exclusiones de ninguna naturaleza o especie

A la mayoría de los ciudadanos dominicanos y en todas las clases sociales, se le ha hecho creer que Haití es sólo el conjunto de personas que viven en la capital haitiana y específicamente en sus barrios marginados y por esa razón, en este país hay una fuerte distorsión respecto a entender cuál es el verdadero Haití y donde se encuentra su gente.

Sin embargo, el Haití de clase media baja a media se encuentra en su interior y prácticamente concentrados en el corredor –Les Cayes-Jacmel a Cabo Haitiano- donde realmente se ve al Haití casi parecido a la República Dominicana de clase media a baja, naturalmente con sus diferencias particulares de cada pueblo e idiosincrasia.

Adentrándonos más en las especificaciones de cada uno. Se tiene, que el reducto negro y beligerante de la política haitiana, lo ejercen los herederos emocionales de la dictadura duvalierista y la mayoría de raza negra y con muy pocos mulatos.

El mulataje se encuentra en el interior y quienes lo componen, básicamente se encuentran bien posicionados en la administración pública, así como parte del poder económico. Y es este segmento de amplio crecimiento y desarrollo, pero con muy bajo perfil mediático, con el que empresarios dominicanos “de todos los colores”, o sea, mulatos, mestizos, blancos y negros se han asociado en el gobierno plutocrático actual que dirige el presidente Abinader y el que tiene en común la raíz árabe-haitiana que ambos sectores binacionales comparten.

Justo por estas características, es que a Haití -esos grupos económicos- no han dejado que sucumba, pero al pueblo haitiano, sí se les hace creer que viven en un espacio algo así como de cuerda floja.

A diferencia del haitiano de clase media, su contraparte dominicana es una racista y anti haitiana y que es la razón del porqué a muchos dominicanos le es tan difícil aceptar la existencia de familias haitianas de origen dominicano y que es un nicho desconocido en la parte oriental de la isla compartida y compuesto por cerca de 800 mil a un millón de personas.

Del lado dominicano y como pocos conocen y en su sector mediático mucho menos, desde el primer censo nacional de población y familia del año 1920, ya estaban registrados 37 mil haitianos con residencia legal en este país y quienes hoy, sus descendientes de más de seis generaciones son dominicanos al completo.

Pero “los otros” haitianos, a los que los ricos de este país y en base a su sector mediático le han hecho entender al dominicano común o corriente en termino de clase social, que ese sector  y la mayoría negros y quienes aquí trabajan como mano de obra casi esclava en todas las áreas de servicios de esta economía, hablamos conservadoramente de no más un millón de personas, de estas, si 200 mil tienen residencia legal son muchas, pero todas esas personas e incluidos los ilegales, han hecho familias en este país y como en Haití su burguesía es remisa a que sus gobiernos le otorguen documentos de identidad como haitianos y concomitantemente, saben que el burócrata o el militar criollo son propensos a los sobornos, casi todos y a este tiempo, es casi imposible decirles que no es cierto que sean dominicanos.

Por el punto anterior, lo que procede. es que de los miles de haitianos ilegales y que trabajan o echan días en esta economía y casi todos con cónyuges e hijos, es el nicho donde originalmente hay que buscar y legalizar a la mano de obra extranjera, que teniendo más de un año aquí, deban ser reclutados como trabajadores fijos y legales. Es decir, no buscar nuevos haitianos, sino que de los que aquí se encuentran legalizarlos y darles trabajos fijos.

Además, es lo menos que deberíamos hacer y sí reconocemos, que Haití como economía, nos compra cada año un promedio de 800 millones de dólares en productos dominicanos y que es la razón que obliga y hablando como comerciantes, a ofrecerles las debidas compensaciones por sus compras masivas y como sucede entre países con intercambio comercial regular. En nuestro caso, compensándoles con la cobertura médica para sus parturientas.

Y aquí el punto en el que la puerca tuerce el rabo, cuando caemos en un asunto de falso racismo, y el que se detiene, al momento que haitianos y dominicanos tienen un lecho común.

Esta realidad, tampoco se quiere reconocer y por eso el dominicano de ahora, que a diferencia hasta mediados del año 1961 era de composición blanca y mestiza y con pocos negros, se encuentra ante su realidad y que a algunos les desconcierta, que 63 años después del 1961, nuestra mayoría étnica es negra y mulata y esas familias binacionales han logrado crear lazos tan profundos, que prácticamente es difícil diferenciarlas.

Quienes se resisten a este hecho y lo que se observa con insultante crudeza en la composición social del Instituto Duartiano donde hay una mayoría mulata, seguida de un componente mixto de mestizos y negros, hacen todo lo imposible por no aceptar esta realidad, que de suyo es cotidiana.

¿Cuál es el resultado?, que una mayoría pobre del pueblo dominicano no tiene esa visión radical y sectaria de racismo puro contra lo haitiano y de ahí que exista la alternativa, de una tolerancia más que cercana entre dominicanos y haitianos y lo que se cimenta en este otro hecho: Que el haitiano que pasa a este país, legal o ilegalmente, en menos de seis meses se “dominicaniza” y para decirlo de algún modo, es decir, adopta las costumbres dominicanas y que es la razón de que cuando vuelve a Haití, a ese haitiano, los radicales de allí le dicen despectivamente “dominicaine” dando el resultado, de que frente a lo que entiende una desconsideración, se vuelve de inmediato al país de acogida que de ahí en adelante será su patria de adopción.

Mientras los dominicanos no entendamos estas circunstancias, el racismo inculcado mediáticamente no nos permitirá tener sosiego.

¿Qué debería ser lo correcto? Que este país trate de tender puentes con la parte de su población inmigrante que es de origen haitiano y la que no quiere volver a su patria originaria y aceptarlos y lo que no significa que, por esto, sea cierto que República Dominicana vaya a desaparecer.

Ahora bien, para los tiempos de la búsqueda de la separación de Haití en el 1844 y si se buscan los textos históricos, se verá que ciudadanos habitantes de la parte oriental de la isla, que se identificaban como dominicanos, fueron parte activa del Congreso haitiano y que gobiernos de aquel país como el del presidente desarrollista, Guillaume Fabre Nicolas Geffrard, prestaron un apoyo valioso a la causa de nuestros trinitarios y el mundo no se vino abajo porque esto sucediera.

Ahora bien, ¿qué debería ser lo político?, tener haitianos de origen dominicano ocupando cargos de elección en el congreso y municipios de Haití, como aquí deberíamos aprovechar e instar a que hallan ciudadanos dominicanos de origen haitiano en parecidas posiciones.

¿Quiénes se oponen a esta fusión de intereses políticos binacionales sin afectar las nacionalidades originarias?, las burguesías de los dos países que conforman el gobierno plutocrático de Luis Abinader quien es un dominicano de origen libanes por parte de padre y haitiano por parte de madre. Cómo anteriormente esa misma burguesía trago amargo, cuando para el 2010 era presidente de Haití, un haitiano de origen dominicano: René García Preval.

En consecuencia, nuestra posición es, que todos, dominicanos y haitianos, debemos ser pragmáticos y fortalecer nuestras respectivas nacionalidades y reencontramos en un camino común de desarrollo económico y teniendo el buen juicio de tolerarnos como los nacionales de los dos países que vivimos en una misma isla.

Haití y ahora mismo vive dentro de uno de sus eternos conflictos de armas, hijos de la explotación económica que su burguesía le ha impuesto. Sin embargo, muchos haitianos que están alzados en armas contra su burguesía tienen familias en este país y que es la razón del por qué las llamadas y tan impropiamente, “pandillas”, ni en sueños se les ocurre afectar nuestra integridad social y seguridad como Estado vecino. Si aquí se pensara en esa realidad o se le diera vuelta a todo lo anterior, los dominicanos deberíamos de ser los primeros interesados de contribuir a la paz del país transfronterizo.

¿Extraña que el presidente Abinader haya ordenado que nuestros militares en frontera maten a todo pandillero que pretenda pasarla?, ¿caso nuestro joven presidente no es parte de toda esa burguesía binacional metida de lleno en su gobierno plutocrático? Pensemos en esto y busquemos soluciones pragmáticas, que República Dominicana y República de Haití deben buscar un camino común de desarrollo económico y social sin exclusiones de ninguna naturaleza o especie. Con Dios. (DAG) 03.03.2025

La République Dominicaine et la République d’Haïti doivent rechercher une voie commune de développement économique et social sans exclusions d’aucune sorte ou nature

 

La plupart des citoyens dominicains, de toutes les classes sociales, ont été amenés à croire qu’Haïti n’est que le groupe de personnes qui vivent dans la capitale haïtienne et spécifiquement dans ses quartiers marginalisés, et pour cette raison, dans ce pays, il existe une forte distorsion dans la compréhension de ce qu’est le véritable Haïti et où se trouvent ses habitants.

Cependant, l’Haïti de la classe moyenne et inférieure se retrouve à l’intérieur et est pratiquement concentrée dans le corridor -Les Cayes-Jacmel à Cap Haïtien- où Haïti est vraiment perçue presque comme la République dominicaine de la classe moyenne et inférieure, naturellement avec ses différences particulières à chaque ville et son idiosyncrasie.

Approfondissons les spécificités de chacun. Il est clair que le bastion noir et belliqueux de la politique haïtienne est exercé par les héritiers émotionnels de la dictature de Duvalier et la majorité d’entre eux sont noirs et avec très peu de mulâtres.

La communauté mulâtre se trouve à l’intérieur du pays et ceux qui la composent sont généralement bien placés dans l’administration publique, ainsi que dans une partie du pouvoir économique. Et c’est ce segment de large croissance et de développement, mais avec un profil médiatique très bas, avec lequel les hommes d’affaires dominicains « de toutes les couleurs », c’est-à-dire mulâtres, métis, blancs et noirs, se sont associés dans l’actuel gouvernement ploutocratique dirigé par le président Abinader et qui a en commun la racine arabo-haïtienne que partagent les deux secteurs binationaux.

C’est précisément à cause de ces caractéristiques qu’Haïti et ces groupes économiques n’ont pas été autorisés à succomber, mais on fait croire au peuple haïtien qu’il vit sur une corde raide.

Contrairement à l’haïtien de la classe moyenne, son homologue dominicain est raciste et anti-haïtien et c’est la raison pour laquelle de nombreux Dominicains ont tant de mal à accepter l’existence de familles haïtiennes d’origine dominicaine et qu’il s’agit d’une niche méconnue dans la partie orientale de l’île partagée et composée d’environ 800 mille à un million de personnes.

Du côté dominicain, et comme peu de gens le savent, et encore moins dans le secteur médiatique, depuis le premier recensement national de la population et des familles en 1920, 37 mille Haïtiens étaient déjà enregistrés avec résidence légale dans ce pays et qui aujourd’hui, leurs descendants de plus de six générations, sont pleinement dominicains.

Mais les « autres » Haïtiens, que les riches de ce pays et leur secteur médiatique ont fait comprendre au commun ou au simple dominicain en termes de classe sociale, que ce secteur et la majorité des noirs et ceux qui travaillent ici comme une main-d’œuvre presque esclave dans tous les domaines des services de cette économie, nous parlons de manière conservatrice de pas plus d’un million de personnes, parmi celles-ci, si 200 mille ont la résidence légale, c’est beaucoup, mais toutes ces personnes et y compris les clandestins, ont fondé des familles dans ce pays et comme en Haïti sa bourgeoisie est réticente à ce que ses gouvernements leur accordent des documents d’identité en tant qu’Haïtiens et en même temps, ils savent que les bureaucrates ou les militaires créoles sont enclins à la corruption, presque tous et à l’heure actuelle, il est presque impossible de leur dire que ce n’est pas vrai qu’ils sont dominicains.

Pour le point précédent, qu’est-ce qui est approprié. C’est que parmi les milliers d’Haïtiens illégaux qui travaillent ou passent leurs journées dans cette économie, et presque tous avec conjoints et enfants, c’est dans ce créneau qu’il faut chercher et légaliser à l’origine la main-d’œuvre étrangère, qui étant ici depuis plus d’un an, doit être recrutée comme travailleuse permanente et légale. C’est-à-dire, non pas pour chercher de nouveaux Haïtiens, mais pour régulariser ceux qui sont ici et leur donner des emplois permanents.

De plus, c’est le moins que nous puissions faire et nous reconnaissons qu’Haïti, en tant qu’économie, achète en moyenne pour 800 millions de dollars de produits dominicains chez nous chaque année et c’est la raison qui nous oblige, en tant que commerçants, à leur offrir la juste compensation pour leurs achats massifs, comme cela se produit entre les pays qui ont des échanges commerciaux réguliers. Dans notre cas, en les compensant avec une couverture médicale pour leurs femmes enceintes.

Et voici le point où le cochon tord sa queue, où l’on tombe dans une affaire de faux racisme, et qui s’arrête au moment où Haïtiens et Dominicains ont un lit commun.

Cette réalité n’est pas non plus reconnue et c’est pourquoi le Dominicain d’aujourd’hui, qui contrairement à la moitié de 1961 était de composition blanche et métisse et avec peu de noirs, se trouve confronté à sa réalité et qui déconcerte certains, que 63 ans après 1961, notre majorité ethnique est noire et mulâtre et ces familles binationales ont réussi à créer des liens si profonds qu’il est pratiquement difficile de les différencier.

Ceux qui résistent à ce fait et à ce qui est observé avec une grossièreté insultante dans la composition sociale de l’Institut Duartiano où il y a une majorité mulâtre, suivie d’une composante mixte de métis et de noirs 

Quel est le résultat ? Qu’une pauvre majorité du peuple dominicain n’a pas cette vision radicale et sectaire de racisme pur contre les Haïtiens et qu’il existe donc l’alternative d’une tolérance plus qu’étroite entre Dominicains et Haïtiens et ce qui se base sur cet autre fait : que l’Haïtien qui arrive dans ce pays, légalement ou illégalement, en moins de six mois se « dominicaise » et pour le dire d’une certaine manière, c’est-à-dire qu’il adopte les coutumes dominicaines et c’est la raison pour laquelle quand il revient en Haïti, les radicaux là-bas appellent avec mépris cet Haïtien « Dominicain » ce qui fait que face à ce qu’il considère comme un manque de considération, il retourne immédiatement dans le pays d’accueil qui sera désormais son pays d’adoption.

Tant que nous, Dominicains, ne comprendrons pas ces circonstances, le racisme instillé par les médias ne nous permettra pas d’avoir la paix.

Qu’est-ce qui devrait être juste ? Ce pays devrait essayer de construire des ponts avec la partie de sa population immigrée d’origine haïtienne qui ne veut pas retourner dans sa patrie et les accepter, ce qui ne signifie pas que, pour autant, il est certain que la République dominicaine disparaîtra.

Or, au moment de la recherche de la séparation d’Haïti en 1844 et si l’on cherche des textes historiques, on verra que les citoyens vivant dans la partie orientale de l’île, qui s’identifiaient comme dominicains, étaient une partie active du Congrès haïtien et que les gouvernements de ce pays comme celui du président développementaliste, Guillaume Fabre Nicolas Geffrard, ont apporté un soutien précieux à la cause de nos Trinidadiens et le monde ne s’est pas effondré parce que cela s’est produit.

Maintenant, que doit-il y avoir de politique ? Que des Haïtiens d’origine dominicaine occupent des postes élus au Congrès et dans les municipalités d’Haïti, comme nous devons en profiter ici pour demander qu’il y ait des citoyens dominicains d’origine haïtienne à des postes similaires.

Qui s’oppose à cette fusion d’intérêts politiques binationaux sans toucher aux nationalités d’origine ? Les bourgeoisies des deux pays qui composent le gouvernement ploutocratique de Luis Abinader, dominicain d’origine libanaise par son père et haïtien par sa mère. Comme précédemment, la même bourgeoisie a subi un coup dur lorsque, en 2010, un Haïtien d’origine dominicaine, René García Préval, est devenu président d’Haïti.

Par conséquent, notre position est que nous tous, Dominicains et Haïtiens, devons être pragmatiques et renforcer nos nationalités respectives et nous redécouvrir sur un chemin commun de développement économique et avoir le bon sens de nous tolérer les uns les autres en tant que citoyens des deux pays qui vivent sur la même île.

Haïti vit actuellement un de ses éternels conflits armés, résultat de l’exploitation économique qui lui est imposée par sa bourgeoisie. Cependant, beaucoup d’Haïtiens qui sont en révolte contre leur bourgeoisie ont des familles dans ce pays et c’est la raison pour laquelle les soi-disant et si improprement appelés « gangs » ne songent même pas à porter atteinte à notre intégrité sociale et à notre sécurité en tant qu’État voisin. Si nous devions réfléchir à cette réalité ou renverser tout ce qui précède, nous, Dominicains, devrions être les premiers intéressés à contribuer à la paix dans le pays transfrontalier.

N’est-il pas étrange que le président Abinader ait ordonné à nos militaires de tuer tout membre de gang qui tenterait de traverser la frontière ? Notre jeune président ne fait-il pas partie de cette bourgeoisie binationale entièrement impliquée dans son gouvernement ploutocratique ? Réfléchissons à cela et cherchons des solutions pragmatiques, pour que la République Dominicaine et la République d’Haïti recherchent une voie commune de développement économique et social sans exclusions d’aucune nature ni genre. Avec Dieu. (DAG) 03.03.2025

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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