El gobierno plutocrático del presidente Luis Abinader y de su partido el Revolucionario Moderno (PRM) por primera vez en los cinco años que está en el poder desde agosto de 2020, impuso una draconiana política de toque de queda y en ciertas partes del país, también de estado de sitio y de represión policial absoluta y con miras de evitar que la población utilizara los días de asueto de la llamada semana mayor cristiana para concurrir a las playas o viajar al interior del país.
Debido al absurdo argumento utilizado para justificar semejante atentado a la libertad de tránsito de los ciudadanos, fue que el gobierno pretendía reducir los accidentes de tránsito y su secuela de muertos y de heridos y que como se sabe y la experiencia indica, nunca será posible tal pretensión y simplemente, porque en un país de 10.5 millones de dominicanos y cerca de 2.0 millones de extranjeros residentes o en tránsito o turistas, siempre ocurrirán este tipo de eventos y normalmente con una tasa no mayor de 25 muertos y no menos de 500 accidentados.
Pero en esta ocasión, es evidente que el gobierno quiso protegerse, es decir, blindarse y sabiendo que sus políticas han generado una enorme insatisfacción ciudadana y al extremo, de que los organismos de seguridad del Estado mostraban indicadores de preocupación sobre posibles acciones violentas para después de Semana Santa y por lo que sugerían que las autoridades tomaran precauciones, aunque fuera mínimas.
Ante esto, el gobierno reaccionó brutalmente, tiró a las calles más de cien mil efectivos militares y policiales disfrazados como agentes de la defensa civil y del centro de emergencia, en tanto la policía lanzó a los barrios capitaleños y al Gran Santo Domingo, un despliegue de efectivos policiales extremadamente violentos y con el único objetivo de aterrorizar a la población joven y confinarlas en sus domicilios.
Ahora, la población muestra una ira apenas contenida y por lo que ocurrió ayer, muchos entendemos, que el gobierno debería reducir por lo menos a la mitad semejante muestra represiva y contradictoriamente de miedo propio, pues por lo que se ha visto, no solo no se han impedido las muertes por accidentes, a las tres de la tarde se contaban cinco, sino tampoco los choques de vehículos con su secuela de heridos, unos veinte y cinco.
En paralelo y aquí el gran disgusto, el gobierno volvió a eximir las zonas turísticas hoteleras y de centros vacacionales de ricos en Casa de Campo y Punta Cana y Cap Cana preferentemente y en Las Terrenas y Samaná por igual, de cualquier tipo de control policiaco o de limitación para quienes en ellos se alojen o residan y que a nuestro modo de ver, evidenció una gran injusticia y favoritismo clasista y manteniéndose por igual la prohibición al público, de acceso a las playas que en sus frentes han sido construidos más de mil hoteles de toda especie y quienes abusivamente tienen el monopolio de su usufructo.
Hoy es el segundo día del feriado también llamado de descanso de primavera y de los titulares periodísticos han sido borradas las noticias sobre desapariciones de personas e incluidas turistas y una ola de religiosidad hipócrita ha sido desplegada, en tanto las religiones hacen su agosto haciéndole entender a los ciudadanos que el camino de la salvación es el rezo y la contrición y por eso los desplegados periodísticos del llamado “sermón de las siete palabras”, que la curia católica utiliza para llevar e imponer su hipócrita meta mensaje de política y manipulación doméstica.
Mientras tanto, con oraciones, lágrimas y silencios, un titular periodístico recuerda, que los ciudadanos honran a las víctimas de Jet Set y que, por lo reciente, no menos de dos semanas, se encuentra más pendiente en el ánimo ciudadano que el concurrir a misas y procesiones. Aparte de que, en la mayoría de los barrios populares capitaleños, los ciudadanos de a pie se conforman con pasar las horas en piscinas inflables, mientras los efectivos policiales les acosan para que no consuman alcohol o que ni siquiera hablen alto o se rían estruendosamente o jueguen partidas de dominó “y porque hoy es el día que murió Cristo”, convirtiéndose de hecho en una singular policía religiosa.
Ya al mediodía de este sábado se podrá calibrar cual es el real temperamento y estado de ánimo de la población, como también, de si las autoridades flexibilizaron sus draconianas medidas de control del libre tránsito ( se ha llegado al colmo de expropiar sillas, mesas y juegos de domino, a personas que estaban en el frente de sus casas) y que, de suceder, podría augurar, que cuando mañana termine el asueto bajo control policial, quienes hayan salido al interior “a botar el golpe” como se dice en dominicano, la gente volverá a las ciudades con una actitud menos crispante, aunque los que quedaron, el ánimo para nada es amigable.
Si llamó la atención durante el desarrollo de la homilía correspondiente al llamado sermón de las siete palabras, por la que un sacerdote fue lo suficiente preciso y críptico, al decir, que “el miedo ha eclipsado la esperanza” y que es una frase que sintetiza mejor que cualquier otra palabra, la fuerte sensación de persecución y acoso que desde el ministerio de Interior y Policía se le tiene a la población y lo que nadie se explica, que se actúe como si se estuviera dentro de un régimen dictatorial, cuando se supone que se vive dentro de un estado de derecho. Lamentablemente, sobre este particular Abinader guarda silencio.
De todas maneras, ha quedado evidenciada la respuesta ciudadana al toque de queda impuesto por Interior y Policía: Más del sesenta por ciento de la población se quedó en sus barrios y ciudades y no concurrió a playas ni campos. Con Dios. (DAG) 19.04.2025