Sanchismo: Frente Popular Frankenstein

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Ayer Sánchez dio su primer mitin de campaña y lo hizo en el Congreso de los Diputados ante sus grupos parlamentarios, con sus diputados y senadores aplaudiendo en pie a la espera de las nuevas candidaturas. Afirmó, entre otras cosas, que tomó la decisión de convocar las elecciones en pleno verano «con su conciencia». Si alguien tenía dudas acerca de qué interés le motivó a elegir una fecha tan inadecuada para millones de españoles, esa explicación las despeja.

Está claro que entre el interés general de España y el de los españoles, o el suyo personal, primó este último al fijar el 23 de julio como jornada electoral con medio país de vacaciones, ciertamente no para favorecer una gran participación. Asimismo dejó clara su estrategia de campaña, que no es ninguna sorpresa, como comentamos anteayer: dar a elegir entre un Gobierno Frankenstein sanchista u otro formado por la extrema derecha y la «derecha extrema».

Por cierto, recordemos que la definición de «Gobierno Frankenstein» es de su predecesor como Secretario General socialista Alfredo Pérez Rubalcaba (q.e.p.d.), y que el Comité Federal de aquel PSOE de 1º de octubre de 2016 le cesó precisamente para impedir que hiciera lo que al final consiguió y ahora quiere seguir haciendo: un Frente Popular.

Su mitin incorporó otra curiosa novedad planteando el 23 de julio como unas primarias de las presidenciales estadounidenses y brasileñas, con Biden y Lula da Silva representados por él, y Feijóo en el papel de Trump y Bolsonaro, lo que ciertamente es una originalidad que confirma que su «manual de resistencia» ya está agotado.

Ante la estrategia sanchista, lo peor que pueden hacer el PP y Vox es caer en esa trampa, como ya ha hecho Revilla para evitar un pacto entre las derechas de Cantabria, dándole tácitamente la razón a Sánchez al considerarlo como inadmisible, cuando es lo que han querido los votantes y debe ser respetado haciéndolo viable con astucia y sin complejos. El espectáculo sigue en Extremadura con Fernández Vara anunciando su retirada de la política para desdecirse 24 horas después e intentar seguir gobernando.

No es ni realista ni asumible pedirle a otro partido que te regale sus votos, y menos en plena campaña de unas elecciones generales, por lo que Feijóo y Abascal están obligados a pactar el consenso –o el disenso– con discreción y lo antes posible para no hacerle el juego a Sánchez, que ha convocado ahora las elecciones precisamente para eso. Por cierto, «curioso» el encuentro de anteayer de Sánchez con Hillary Clinton en Moncloa. Por: Jorge Fernández Díaz [La Razón]