Son 39 los años que hay de diferencia entre el expresidente Donald John Trump (78 años) y su señalado candidato vicepresidencial, senador James David Vance (39 años) senador en su primer periodo desde el 2023 y oriundo del EEUU del interior rural, pero años bien marcados, en el que uno es un fenómeno político originado en las ventas inmobiliarias y la publicidad y la propaganda, en tanto el otro es un político y comentarista conservador, empresario y escritor.
Es decir, son dos muestras de la derecha y ultraderecha estadounidenses e hijas de la frustración de los votantes con la política tradicional, que se convirtió en un cuarto oscuro después de las presidencias de Bill Clinton y Barack Obama. Ahora estos últimos, lo radicalmente opuestos a los políticos que se habían exhibido como progresistas o de ideas renovadoras de avanzada, en sus años de poder glorioso.
En realidad y si nos volvemos 61 años atrás cuando el asesinato del presidente Joseph Kennedy, un político inusualmente diferente a la política de aquel tiempo o de su hermano Robert, asesinado siendo candidato presidencial demócrata, luego del magnicidio de su hermano y si también momentáneamente miramos las políticas de los expresidente Jhonson, Nixon, y Bush padre e hijo, encontraremos que el declive de la política estadounidense a partir de que el establishment industrial y militar tomó las riendas de un país, que por los efectos del fracaso de la guerra en Viet Nam y más luego en Asia y directamente con Afganistán, fue evidente que las riendas del verdadero poder oculto, estarían lo suficientemente tensas como para que el sistema en sí, jamás acepte algún presidente popular que se le quisiera ir de las manos.
Aquí tenemos que encuadrar la presidencia, de un Trump, que desde el primer momento demostró que no se manejaba como los políticos tradicionales y al que mucho menos se le podía manipular y es a partir de este comportamiento, que poco a poco nació la animosidad calculada de determinados actores dentro del poder político en Washington, pero que necesariamente tampoco tienen aquella ciudad como su origen cierto y sí en los despachos de los grandes consorcios globales militarizados, quienes habiendo aprendido a tener riquezas hijas de guerras programadas y como nunca lo supusieron, a este nuevo tiempo no estaban dispuestos a perder sus hegemonías.
Entonces, la presidencia de Trump (2017-2021) fue y para aquel todopoderoso grupo de poder, no una de la que pudieran sentirse confiados y menos, cuando era evidente que las características de ese primer mandatario: empresario, personalidad televisiva y político conservador acostumbrado a mandar y también a imponer su recia voluntad, no les sería fácil de sobrellevar.
Sencillamente, marcó un tiempo por el que aquellos poderes del establishment militar-industrial, sus responsables respiraron tranquilos cuando Trump abandonó el poder y entregó a uno de los senadores más comprometidos y aliado con el sector militar-industrial, Joseph Robinette Biden Jr., más conocido como Joe Biden y abogado de profesión y uno de los viejos halcones de un senado enormemente belicista.
Y esto último, es el factor que hay que tener en cuenta y si se quiere entender en toda su dimensión el intento de asesinato de Trump del sábado pasado, en medio de un mitin de menos de dos mil personas en un pueblo del interior de Pensilvania. Acontecimiento, que por lo poco que ahora se deduce, contó con determinados apoyos del mismo cuerpo de seguridad presidencial, el servicio secreto, también de la policía local y la aquiescencia punible de una gran parte de la llamada “gran prensa” estadounidense y como ya se verá.
Así vemos, que el Trump que ahora enfrentaba su propia muerte y la que no ocurrió por un movimiento leve y sorpresivo de su cabeza, que eludió y ciertamente que, a puro milagro, la muerte que se le venía encima y originada en la mano de un trastornado muchacho de apenas veinte años y manejado y manipulado a distancia.
Resumamos, este candidato presidencial Trump, que para el establishment se ha convertido en su peor pesadilla, es un “inconveniente”, que aquellos poderes fácticos tienen que frenar a como diera lugar y sin importar riesgos. Total, habían salido indemnes de los asesinatos de los hermanos Kennedy, también del predicador Martin Luther King Jr., en realidad, Michael King Jr. era su nombre de pila y ciertamente que podían preguntarse ¿y porqué de este no?
Aquí entramos al escenario del pasado sábado y la secuela de hechos que sucedieron. Trump no murió y porque simplemente no le tocaba. Piénsese lo que se quiera en materia divina, pero así fue. Ahora “el problema Trump” ya no es solo para esos grupos de poder, sino para EEUU y de llegar al gobierno en noviembre, para el mundo y donde las alianzas aparentes de ahora, a partir del veinte de enero se van a deshacer en un minuto.
Enfrascados pues en este nuevo dilema, es imposible no suponer, que sus acérrimos adversarios y competidores no lo intentarán por nueva vez y lo que sucederá en la medida que Trump, que sabe ya de donde vino la orden de su muerte, no precipite los acontecimientos y aquellos tengan que decidir y seguro que para no tener más riesgos, por lo menos lanzándole una bomba de esas planeadores que no dejan rastros de heridos y menos de muertos y que fabrican los conglomerados militares estadounidenses, a los que los enemigos de Trump tienen acceso.
Desde luego, especulaciones pueden darse y muchas, pero la realidad es, que ahora es que vienen tiempos tormentoso para un candidato Trump, que de ganar la presidencia, sería el político y presidente con mayor poder en el mundo y por consiguiente la amenaza a destruir y no solo por sus enemigos “personales” sino para los propios EEUU y ni que decir para las naciones de todo el planeta.
De ahí que digamos, que Trump. Puede que haya salido bien de la primera intentona de asesinato, pero ¿podrá a una segunda o tal vez a otra tercera? Con Dios. (DAG) 16.07.2024
