lunes, julio 1, 2024
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Un gobierno con resentimientos y un presidente con amarguras, no ayudan a un sano clima de convivencia y pragmático

Desde que el sistema de la democracia representativa fue establecido y comenzando julio de 1966, ha sido una constante, que tanto gobiernos como presidentes y en uno u en otro sentido, en materia de resentimientos y animadversiones personales ocultas, han tenido el mismo comportamiento hostil hacia aquellos a quienes entienden objeto de sus recriminaciones, fundamentadas en esa intolerancia congénita que los políticos de este país mantienen contra todo aquel que por las razones que fueren, en algún momento hubiesen mantenido criterios discrepantes al oficial.

En ese sentido y como se vio en aquel periodo tan terrible de la guerra fría, la política dominicana se desenvolvía dentro de un ámbito tan crispante, por el que muchos y desde todos los bandos fueron víctimas de la animosidad oficial y la que rivalizaba con aquella otra casi demencial, de aquella vieja izquierda supuestamente anti imperialista y comunista y la que por un quítame las pajas, sabía hacer uso de armas de fuego y con miras de ocasionar el mayor de los daños a quienes desde la lucha política y la dialéctica mediática, entendían que había que liquidar físicamente.

Por eso y en función de tales manifestaciones tan innobles de insensatez como negación a aceptar los criterios ajenos, los muertos acumulados y por todos los sectores, llegaron a unos niveles tan indeseados, que a la fecha, todos aquellos individuos y sus banderías y muchos ahora retirados, hasta tienen vergüenza de hablar de aquellos tiempos y mucho menos, admitir los errores cometidos en su insensata lucha de ideas confrontadas y no dilucidadas, pero sí castigadas con una violencia fratricida, que sencillamente puso en tela de juicio el sentido de cordura y sensatez de políticos, medios y periodistas.

Así las cosas y teniendo de entramado vil aquella situación colectiva, vemos como los resentimientos y odios de antaño, ahora continúan, pero con notorio cambio en la forma y no así en el fondo, convirtiendo la lucha política y el choque de las ideas, en el bestial escenario de ajuste de cuentas continuos, entre quienes no aceptan que en una sociedad civilizada y que se precie de democrática hay derecho a disentir y lo más importante, a manifestar su derecho a emitir una opinión libre.

De ahí, que todavía el alma nacional luce lacerada y por tantos, políticos y periodistas, que no aceptan la opinión contraria y peor, que entienden, que tan pronto dispongan de una pizca de poder, deben utilizarlo para aplastar, neutralizar, estigmatizar, perseguir o llevar a la ruina al que entiendan contrario.

Sobre el particular, solo hay que ver los comportamientos de los políticos, medios y periodistas desde el 2004 hasta el presente y en particular de presidentes y funcionarios gubernamentales o de directores y dueños de medios de comunicación y de información de masas.

Lo que cobra interés y relieve, al entenderse, que ahora, que expresidentes como Leonel Fernández y Danilo Medina y junto al actual presidente Luis Abinader, podrían ser los principales contendores de cara al torneo electoral que se tiene pautado constitucionalmente para el 2024 y quienes tienen en común, que ninguno y ya en el poder, han podido sustraerse, por lo menos, a no tratar de ajustar cuentas con sus críticos del pasado.

Por lo que se ha visto, parecería, que, a mayor nivel de preparación intelectual, política o profesional, es mayor la cuota o nivel de resentimiento que a estos individuos les embarga y de ahí que entonces y como si fuese un cáncer que hiciera metástasis, cada presidente ha sabido llenar su listado de enemigos favoritos o personales y en sus represalias emotivas, sin importarles descalabrar hasta las mismas familias de quienes son objeto de sus animosidades y resentimientos.

El resultado entonces y en sentido general, es uno de políticos y periodistas con un nivel tan alto de resentimientos, que sorprende a profesionales de la conducta, que este sea mucho mayor del que pudiera tener cualquier hijo de vecino de barrio periférico en nuestras ciudades y que es el factor que realmente no permite el establecimiento de una adecuada como civilizada convivencia nacional.

Por ejemplo, tanto Danilo como Leonel, de los dos, no se sabe quién guarda más resentimientos o cual practica a mayor su particular cuota de odios y las muestras cunden, con tantos perseguidos y llevados a la quiebra y obstaculizados de una manera ruin en sus desenvolvimientos personales y tanto, que ahora los dos opositores, parecería que sus animosidades, no que están a flor de piel, sino que para los observadores atentos, les preocupa sobre manera, que políticos tan resentidos pudieran volver al poder y lo que es posible, conociéndose el corrupto como corruptor sistema partidocrático que se tiene y en el que las escogencias de los individuos no están determinadas por sus capacidades y experiencias, sino por el mayor o menor grado de apoyo, que los partidos en los que militan y por vía de sus lideres o dirigentes, les puedan tener.

Así las cosas, lo que se evidencia, es que mientras en este país a la atrapada opinión pública, es decir los ciudadanos en capacidad de votar, los partidos les tengan secuestrada su libertad de escogencia, será muy difícil que la lastimosa situación cambie y mucho menos, cuando el poder mediático y casi sin excepciones, alienta a que la tiranía partidocrática sea mantenida y ahora más, que se tiene el primer gobierno plutocrático que la República experimenta por primera vez.

Precisamente por esta realidad, de que se tiene un gobierno de ricos, de grupos familiares y de empresarios y financistas, el ambiente que se vive es tremendamente enrarecido contra el ejercicio de las libertades democráticas así como del fomento de la libertad de disidencia y tanto, que un presidente Luis Abinader, generacionalmente nuevo y joven, no ha podido dejar de ser víctima de ese frenesí de odios y animosidades ocultas contra quienes entiende sus enemigos políticos o adversarios mediáticos y lo que arroja  dudas, respecto a sí sería viable darle oportunidad de que pudiera repetir en el cargo y tal como la Constitución de la República establece para todo ciudadano que llega por primera vez al poder y que es su caso y al que le corresponde  la reelección por una sola vez.

Datos y evidencias hay, que denotan, que  Abinader, no es persona de poder que se le pudiera subestimar, viendo de como mantiene dentro de un acoso casi sutil a medios, periodistas y analistas de los que hasta ahora no acepta su derecho a ser independientes de criterio y a los que y con todo y ser presidente, se resiste a aceptar que las críticas que en su momento le irritaron, son las propias de un sistema democrático libre y abierto y por eso la gran pregunta, ¿valdría la pena arriesgarse a confiar en él y facilitarle su reelección?

Por lo que hemos visto, hay dudas y mucho más, con la existencia del formidable aparato de propaganda de puro culto a su personalidad que le rodea y del que hace uso. Sin embargo y frente a sus dos naturales contendores, de los dos expresidentes ya mencionados, parecería que, con todo y sus errores, Abinader es más confiable que aquellos, aunque los días, meses y años por venir, decidirán al respecto.

Mientras, una situación queda más que al descubierto, que un gobierno con resentimientos y un presidente con amarguras, no ayudan a un sano clima de convivencia y pragmático. (DAG)

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