Un obligado tema de campaña

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La corrupción nunca ha sido cosa del pasado en la política dominicana. Con cada nueva administración se renueva y potencializa. A sabiendas de esa realidad, y a fin de evitar la violencia, en campañas anteriores se han dejado fuera del debate algunos de los temas más importantes, como el de la corrupción. Si bien el respeto que deben tenerse los candidatos es esencial a la armoniosa marcha del proceso democrático, tan buenos deseos pudieran, con vistas a los comicios del 2024, echar a rodar la oportunidad de poner en claro la real dimensión del problema.

Cuando se habla de prioridades, saltan a relucir los temas de la educación, la salud, el medio ambiente y la seguridad ciudadana. Pero muchas veces pasamos por alto que una de las causas del legendario fracaso nacional para alcanzar las metas anheladas en cada uno de esos sectores fundamentales, es la terrible y cada vez más intensa corrupción que corroe los cimientos de la sociedad y convierte a los gobiernos en instrumentos de enriquecimiento ilícito de los clanes en el poder.

Todo eso nos enseña que a menos que se enfrente con energía ese cáncer social y se sancione severamente a los responsables, sin importar qué lugar ocupen en el Gobierno, el Congreso, la Justicia, los medios y el sector privado, no habrá buena educación, ni el 4% como indica la ley para el sector, los hospitales continuarán siendo almacenes de enfermos y seguirá haciéndose con el patrimonio público lo que siempre se ha hecho.

De manera que dejar a un lado el tema de la corrupción, con el pretexto de evitar ofensas de campaña, es negarle al país el derecho de conocer a fondo la causa fundamental de muchos de sus males e institucionalizar de hecho la impunidad que la eterniza. Un “pacto de civilidad” bajo esas condiciones no tendría valor alguno. Olvidarnos del tema, sacándolo del debate en la próxima campaña, sería la peor de las decisiones. Por Miguel Guerrero [El Caribe]