Al momento que un presidente de este país se juramenta y se instala en el cargo, lo hace al amparo de Dios Nuestro Señor, los Santos Evangelios, el Escudo Nacional que porta en la banda presidencial y esta como reflejo de la Bandera Nacional y que es la razón de su legalidad y legitimidad.
Sin embargo, contraviniendo ese juramento sagrado, Abinader y tan pronto entró al Palacio Nacional en agosto de 2020, puso a un lado el Escudo Nacional y sustituyéndolo por la figura de una cúpula que para nada representa al Estado.
Fue tan significado el perjurio cometido, que cuando llegó al Palacio Nacional y al salir de su vehículo, la banda presidencial se le cayó y sus ayudantes debieron recogérsela de sus pies y lo que entendimos, fue un mudo mensaje de desaprobación y el inicio ominoso de un gobierno al que Dios y a ese momento le retiraba su bendición.
Por eso para nosotros como para muchos, entendimos que el nuevo gobierno no era dominicanista y cuando nos enteramos de que este presidente es hijo de padre árabe y madre haitiana, entonces entendimos la terrible situación anti-dominicanidad que a la República se le venía encima. Y ya se ven los resultados: Muertos, conflagraciones, destrucción de la administración pública y entrada abusiva de haitianos ilegales para suplantar a los dominicanos. ¿Cuánto más habrá que soportar? (DAG-OJO)