Cuando se recuerda aquella entrevista del entonces director de la CIA, Mike Pompeo, de que EEUU se caracteriza porque “mentimos, robamos y matamos”, para nada se le puede creer nada de lo que diga algún alto cargo federal estadounidense e incluido su mismo presidente.
Pero peor, en Washington, nunca han escondido y tanto administraciones demócratas como republicanas, que ellos tienen una obsesión casi suicida con Irán y por el supuesto derecho estadounidense de decidir que país tiene o no fundamento para desarrollar su industria nuclear para fines pacíficos y esto así, por su sospecha de si quien lo pretenda, acaso no tendría después interés en desarrollarla en el aspecto militar.
Debido a ese prejuicio, la actual administración Trump se le ha metido “entre ceja y ceja” que tenía que satanizar a un grado extremo al régimen teocrático de Irán y presentarlo ante el resto del mundo como el peor gobierno sanguinario “y terrorista”.
Y en función de ese criterio tan sesgado, querer alinear al resto de las naciones y de unas a favor o en contra de Irán. Ahora hemos visto el reciente comunicado oficial mediante el cual, el Departamento de Estado advierte, que, ante la situación de guerra abierta actual, “los países latinoamericanos deben decidir de qué lado se encuentran”.
El lenguaje empleado, el típico de un político que fuera condenado como delincuente por un tribunal y el que sorprendentemente pudo aparcar todos los procesos legales y sus sentencias derivadas, de forma que no le hicieran daño al ayer aspirante a presidente y para no solo participar y ganar las elecciones, sino para que y con un lenguaje tan característico de un matón, se entienda, que prevalido del poder político institucional y temporal que tiene, perfectamente que puede presentarse, ante países aliados, amigos o enemigos, como lo más parecido a ser el emperador del mundo y por lo tanto, con el supuesto derecho y fuerza suficiente, para que todo el mundo le obedezca o se ciña a sus políticas.
Con Trump, EEUU ha vuelto a presentar lo peor de su alma guerrerista y hasta entendiendo que puede volver a imponer su vieja política del pasado siglo, del gran garrote y mediante la cual, se metía donde quisiera, imponía sus decisiones y propiciaba golpes de estado para imponer gobiernos de fuerza que les fueran absolutamente vasallos y favorables.
Por lo que se está viendo y comprobando, con Trump, esa política de abuso absoluto se ha vuelto a imponer y dentro de las peores características a lo interno y de una de ultra extrema derecha estadounidense supuestamente “nacionalista” y altamente opuesta a la inmigración de mano de obra ilegal y sin querer razonar, que si la misma se ha establecido, ha sido porque sus gobiernos y como el pasado de Biden, permitió la entrada de 13 millones de inmigrantes indocumentados a los que Trump, nieto de un inmigrante alemán ilegal, parecería que no conoce y tampoco le interesa mostrar el adecuado interés porque desde el Congreso federal se corrija la distorsión en las políticas migratorias.
Trump, que todo el corto tiempo de político a la carrera, “outsider” como se le entiende, se ha sabido caracterizar por ser un individuo sin principios ni moral alguna que pudieran detenerle, desde que llegó de nuevo al poder el pasado año, no solo que ha decidido ajustar cuentas con sus enemigos políticos, particularmente los demócratas y a los que ni siquiera entiende como rivales y lanzándose a una terrible política de odio, difamación e injurias contra la población flotante extranjera e ilegal de unos 25 millones de personas.
Por esa política de odio, el presidente ganó las elecciones y casi aplastantemente, controlando una fuerte mayoría parlamentaria y que le ha permitido avivar los extremismos entre los estadounidenses ultraconservadores del interior del país y quienes olvidando que son descendientes de inmigrantes ilegales la mayoría, aplican una detestable política racista que lo único que ha provocado, es que el extranjero en territorio estadounidense no se sienta bienvenido.
A la fecha, batallones de la autoridad que deporta ilegales, efectúa las redadas más abusivas y detestablemente contrarias a los principios más elementales de los derechos humanos y últimamente, Trump emitió un decreto (orden ejecutiva) disponiendo que el extranjero residente y que salga de EEUU le quedará prohibido volver.
Pero si el radicalismo más absurdo norma al gobierno de Trump a lo interno de su país, ya estamos viendo como este presidente apoya al sionismo más salvaje que controla al Estado de Israel y con tal de que este y como su perro de presa, ponga freno absoluto a los países árabes de su entorno y siempre colocando a Israel como el estado policiaco a cargo de semejante misión.
En función de tales excesos, Washington le ha dado mano libre al estado sionista para que entre en guerra contra quien quisiera y en particular contra su enemigo persa, del que se ha inventado el relato, de que la antigua Persia ha resultado en un supuesto “estado terrorista” que está enriqueciendo uranio y que ya está a pocos pasos de fabricar su propia bomba atómica y no obstante que Israel tiene en sus almacenes unas 90.
Irán, acosado en extremo por semejante política guerrerista, ha tenido que vivir al acecho y arma en mano y hasta que recién, Trump y no obstante que su gobierno estaba en conversatorios “de paz” con Irán, lanzó su guerra unilateral y sin importarle no contar con la autorización del congreso de su país.
Es decir, de golpe, EEUU, que tenía cerca de 100 años no teniendo un accionar de tales características, de buenas a primeras se nos revela como un estado tan terrorista y abusador como el que más de los que señala, invade a esa nación extranjera y le impone una escalada de guerra, por la que no le ha importado destruir infraestructuras y asesinar ciudadanos y para más absurdo, haciéndose la victima cuando Irán sale a defenderse.
Ha resultado entonces, que Washington ya no le importa que a su país se le entienda con unas políticas guerristas de provocación y acecho y exterior terrorista y por vía de consecuencia, generando la desconfianza absoluta en el resto de las naciones y pueblos, quienes ya no es que sospechan, sino que comprueban, que EEUU actúa como un país terrorista.
Desde luego, en base a su prensa y propaganda, Trump tiene la ventaja comparativa de hacer creer una parte de su relato, pero topándose, que a estas alturas ya se le entiende no creíble y provocando, que cada día son mas los gobiernos y países que toman distancia del estadounidense.
Por esa narrativa tan manipulada, quiere hacer creer que EEUU es el agredido por Irán y no que, junto a Israel, son los dos gobiernos y Estados belicistas dispuestos a todo con tal de escalar en un proceso de guerra abierta por el que, al parecer, a Trump no le importaría desatar la Tercera Guerra Mundial.
Al entender esta realidad, caemos en cuenta, de que en agenda, están las próximas elecciones estadounidenses de medio término y que, si Trump y el partido Republicano las ganaran, entonces el camino se le allanaría más para imponer sus políticas guerreristas imperiales. Entonces. ¿Qué mejor que inventarse y fabricar una guerra a gran escala si la misma le serviría para afianzar su poder mediante la ganancia de unas elecciones de medio termino?
Ni que decir que el mundo debe de estar alerta, pues también está lo otro, que EEUU ya está perdiendo su poder unipolar y al que, el crecimiento y desarrollo de terceros países como Rusia y China, está dando paso a un mundo multipolar por el que EEUU sea parado en seco y definitivamente.
De ahí que preguntemos: ¿Una guerra ilegal para influir en nuevas elecciones? ¡Que Dios nuestro señor nos vea a la humanidad con ojos de piedad! Con Dios. (DAG) 24.06.2025