Una nación cuyas fuerzas vivas no tienen cultura cívica y menos moral, es una que tiene la policía criminal que se merece

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De buenas a primeras y más por asuntos de política de Estado, a que las autoridades realmente tengan una disposición aceptable y genuina en procura de cambiar, modificar o adecentar a su policía, de pronto, las páginas y titulares periodísticos solo hablan e insisten hasta el cansancio,  en manipular y como si fuera una plegaria, que República Dominicana ahora y por fin se dará “la policía que se merece”, cuando de lo que se trata y en el fondo, es de que la clase gobernante no se la vea como responsable del desastre policial que en los últimos 43 años ahoga la vida nacional.

En este aspecto, necedad sería, que las autoridades solo insistieran y para resolver el problema estructural que abate a la uniformada, en achacarle la culpa  de tanta anarquía a los gobiernos anteriores, cuando de lo que se trata, es de que la misma nación se ha acostumbrado y acomodado a todas las formas habidas y por haber de corrupción social y al extremo, de que la misma ciudadanía y sea por una u otra razón, es también la responsable del grave deterioro moral y organizativo que sin duda abate a la Policía Nacional, convertida ya en un cuerpo civilmente enfermo.

De ahí y en este sentido, cuesta reconocer, que la policía que existía en la dictadura de Trujillo era una eficiente y cívicamente responsable y en donde la autoridad se imponía, no en base al garrote y la represión pura y simple, sino porque el grado de civilidad de los dos millones y medio de dominicanos que vivíamos en el territorio nacional, era de un nivel genuinamente civilizado y de orden moral.

Este detalle debe tenerse presente y ahora que la República tiene 10.5 millones de dominicanos. Resulta, que la policía que nos gastamos, ni en postalitas es semejante a aquella tan eficiente y eficaz y de hondo respeto ciudadano, que el dictador “salvaje y sanguinario” le había imprimido al cuerpo policial en su conjunto.

¿Qué ocurrió?, no solo que las enseñanzas de moral y cívica dejaron de impartirse en las escuelas y colegios, sino que paralelamente, el Consejo de Estado (gobierno que sustituyó provisionalmente al de Trujillo) eliminó la existencia del servicio militar obligatorio, instrumento con el cual, la juventud era guiada y llevada a un nivel de responsabilidad cívica y social y como nunca luego ha podido obtenerse éxito y desarrollo semejante.

Todavía en el primer gobierno de Joaquín Balaguer (1966-1970) algo quedaba de aquella policía trujillista tan positiva y lo que desapareció, desde que aquel gobierno se vió envuelto en la espiral de puro desenfreno y anarquía política proveniente de la Guerra Fría y que en el territorio nacional, llevó a la vieja izquierda que no logró triunfar militarmente cuando la Guerra Civil de 1965, a acciones sangrientas y desenfrenadas de puro terrorismo urbano y por lo cual, la Policía Nacional tampoco volvió nunca más a transitar caminos institucionalmente democráticos y civilistas.

Desde luego, esta realidad que tratamos someramente, para nada se dice y todo el tiempo se bombardea mediáticamente a toda la nación, con la formidable mentira y repetida mil veces, de que “la dictadura de Balaguer impuso una represión absoluta contra las fuerzas populares y exterminando a una gran mayoría de juventudes” y sin puntualizarse, de que esos jóvenes, adoctrinados a distancia por el castrismo y los diversos grupos comunistas, fueron convertidos en terroristas mortíferos contra el estado democrático de derecho y mordiendo el polvo de la derrota en desencuentros mortales con los integrantes de las fuerzas del orden público así como las militares y tanto, que en todos los 12 años de Balaguer (1966-1978) aproximadamente 500 militares y policías fueron asesinados alevosamente por las fuerzas terroristas de la izquierda radical.

Esa cruda realidad, que la cobarde izquierda ni siquiera tiene el valor de admitir su autoría y para no hablar de cuando las diferentes facciones comunistas del MPD y el CORECATO como el PACOREDO y otras etiquetas terroristas más, se lanzaron a aquella guerra intestina por la que todos los días y entre los miembros de esas facciones se asesinaban entre sí y lo que salía también todos los días en los titulares periodísticos, generando una matanza de más de cien de aquellos militantes comunistas asesinados entre ellos mismos y que en base a sus agentes periodísticos, también y de irresponsables, achacaban al “asesino” de Balaguer su autoría.

Con semejante baño de sangre que se prolongó por casi ocho años, ¿extrañaría que la policía tuviera que ser reeducada a la carrera y para que dejara de ser la policía de corte militar y de psicópatas asesinos y de extorsionistas a gran escala que tenemos?

De esta manera, aquellos polvos trajeron estos lodos y que transformados en una inconducta policial continúa e incivilizada, las actuales autoridades gubernamentales pretenden cambiar y radicalmente. Pero y que esto se tenga presente, sí todo ese anterior pasado sangriento no se admite, rápidamente hay que decirlo, no habrá nueva reforma policial que valga y menos, si de lo que se tratara, fuera cambiar una estructura policial de muchas vertientes políticas y criminales, por una nueva y más a tono con los intereses “limpios” del presidente Luis Abinader y su partido Revolucionario Moderno (PRM).

Hasta ahora y sobre este particular de nueva reforma policial, no somos optimistas, pero tampoco nos cerramos a banda y nos negáramos a darle el beneficio de la duda a todo cuanto ha planteado el presidente Abinader y esta mañana, la vicepresidenta Raquel Peña y también el ministro de Interior, Jesús Vásquez.

Sí nos conformaríamos, si en este lapso hasta agosto de 2024, el presidente logra, aunque sea la mitad de su propuesta, pero si la clase gobernante, las fuerzas vivas y el sector mediático no le respaldan, todos estos esfuerzos se irían al suelo y de ahí la gran responsabilidad institucional de la clase política y en particular, de los tres expresidentes de la República que todavía viven y quienes deben ser los primeros en apoyar la nueva reforma policial institucional.

Y por lo que recordamos, que una nación cuyas fuerzas vivas no tienen cultura cívica y menos moral, es una que tiene la policía criminal que se merece. El reto es de todos. (DAG)