Una visita presidencial enigmática y un sorpresivo accionar bélico por un aparente secuestro de diplomático en Haití y de fondo, horripilantes asesinatos policiales en serie y uno nuevo y “privado” de un estadounidense retirado. Políticamente hablando, nada de lo que se narra, da billete ganador.

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Cuando en EEUU entienden que determinado país y básicamente de destacada posición geoestratégica le es útil a sus intereses, de inmediato se diseña un furtivo movimiento de pinzas dirigido a que ese país empiece a verse y también a encontrarse con determinado “espíritu de guerra” y para el probable caso futuro de que los efectos de una guerra lejos de ese territorio, pudiera y por razones de pasos estratégicos, acercarla a la nación, que de pronto, pinta como el suficiente comodín, que en una jugada de  dominó saque ventaja y para acercarse a otra nación vecina que vive dentro de una ingobernabilidad casi epidémica.

Y cuando frente a tal escenario, aparece un presidente de un país, clave en materia militar y cercano al de posición geoestratégica y en este caso, en el Caribe Central y como es la imagen de República Dominicana y en momentos que el visitante, mandatario colombiano él y quien recién Washington acaba de darle la condición de asociado a la OTAN. Para los entendidos en asuntos de política geoestratégica, rápidamente se puede llegar a la conclusión, de que el país estadounidense y aprovechando la guerra Rusia-Ucrania quiere dejar su impronta y para de una vez y por todas resolver el serio problema de anarquía absoluta que se vive en Haití.

Entonces y casi “por designios divinos”, se presenta la situación de una banda de facinerosos delincuentes barriales haitianos que habían secuestrado a un grupo de misioneros estadounidenses y por los que recibieron paga para liberarlos, metiéndose de lleno en el nuevo secuestro de un diplomático dominicano, con lo que el pretexto que necesitaría y hablamos hipotéticamente, el gobierno dominicano y para complacer a EEUU, estaría totalmente servido.

Ahora cabe esperar el desarrollo de los acontecimientos, pues en la medida que el secuestro se extreme, la reacción dominicana podría ir y no solo en vertiente diplomática y sí guerrerista y para que justo con ayuda militar de Colombia, resolver de una vez y por todas, la ausencia de gobierno efectivo en el país transfronterizo y que es una espinita que mantiene intranquilo al gobierno de Biden.

Por lo pronto, ya los guardacostas estadounidenses tienen permiso dominicano de derecho de paso por sus aguas territoriales con el pretexto de enfrentar el narcotráfico marítimo y la misma República Dominicana es un aliado entregado a favor de EEUU desde el Comando Sur, que como anteriormente hemos dicho, es uno “de los diez comandos de combate unificado pertenecientes al Departamento de Defensa de los Estados Unidos. Su jurisdicción comprende los países de América Latina, con excepción de México, que pertenece al Comando Norte, y 12 islas bajo soberanía europea”.

Precisamente y porque su influencia operativa llega a 12 islas-estados caribeñas bajo soberanía europea (influencia operativa no tiene nada que ver con soberanía) y como bien lo recuerda Wikipedia, nada tendría de extraño, que si en un momento dado, en el Pentágono entendieran que la guerra Rusia-Ucrania habría que extenderla al Caribe Central y como el mejor pretexto “para resolver lo de Haití”, ese paso no se diera a lo inmediato.

Entonces y viendo el asunto dentro del contexto correcto de un proceso geoestratégico a cuatro bandas: EEUU-Colombia-República Dominicana y Haití, que llamemos la atención al gobierno del presidente Luis Abinader, en cuanto a que esté ojo avizor y respecto, a si en el caso del susodicho “secuestro”, en realidad, lo que oculta, es un empujón sorpresivo para que el gobierno dominicano se meta en un asunto binacional violento y como justificación, para que EEUU y junto a Colombia, genere un teatro de operaciones de parámetros bélicos, que sirva a los intereses globales de Washington y lo que de suceder, el presidente Abinader debería saber en que se mete y en que mete a nuestro país.

Mientras tanto, a Abinader le ha explotado la curiosa secuencia de tres horribles asesinatos en línea perpetrados por la delincuente Policía Nacional, ahora en manos de una especie de general-probot o probó (carcelero mayor de una cárcel pública) y curiosamente, contra tres jóvenes dominicanos y cuyas muertes, la ciudadanía las ha visto y entendido con horror y profunda preocupación.

¿Sería el accionar criminal policial, parte del ajedrez infame que estrategas en Washington han diseñado y contando con la ayuda “oportuna” de los agregados militares o policiales estadounidenses, todos esos, funcionarios de uniforme adscritos a la embajada estadounidense, que inexplicablemente las autoridades dominicanas no tienen control de sus movimientos en los cuarteles militares y policiales dominicanos?

Desde luego, no estamos diciendo y menos afirmando que el ambiente que describimos sea exactamente como lo entendemos, pero nuestras fuentes y para este caso, precisamente en la capital estadounidense, sí nos hacen ver, que parte de nuestra deducción, en algún momento pudiera ser implementada.

Ante lo cual, hacemos el planteamiento en su conjunto y a modo de que el gobierno dominicano esté alerta y entienda, que lo del secuestro del diplomático en Haití no es tan inocente y como no lo fue la visita del presidente Duque, A todo esto, la suerte es, que Abinader y por lo que hemos indagado, de tonto no tiene ni un pelo y que si bien no tiene toda la experiencia de desear y para tratar asuntos globales del orden de seguridad interna, sí cuenta con la suficiente astucia y actitud, para saber y entender, que nada es lo que parece y que debería de serle suficiente para no dejarse embaucar.

Ahí está el caso, del presunto crimen pasional por el que un ciudadano estadounidense fue asesinado en su villa de Casa de Campo, donde residía como retirado y quien de golpe y porrazo y si entendemos a más el escenario que vemos que se está gestando, ya EEUU, tiene el elemento,  “ciudadano muerto en circunstancias extrañas”, que en otras situaciones y casi parecidas a las que mencionamos, se presta para justificar toda iniciativa tremendista estadounidense y de paso, roguemos a Dios, que el occiso, Jefrey Richard McMahon, no haya sido militar retirado, porque entonces, sí que lo de Haití se embrollaría a más.

Así pues, analícese con cuidado el porqué de este curioso espectro mediático tan sospechoso y entiéndase lo enrarecido de una visita presidencial tan enigmática y un sorpresivo y probable accionar bélico, por un aparente secuestro de diplomático en Haití y de fondo, horripilantes asesinatos policiales en serie y uno nuevo y “privado” de un estadounidense retirado. Políticamente hablando, nada de lo que se narra, da billete ganador. (DAG)