La ADP, Asociación Dominicana de Profesores (fundada el 13 de abril de 1970), tendrá 52 años. Nació al final del represivo primer gobierno de Balaguer (1966-70), dos semanas después del secuestro del agregado militar americano Donald Crowley. Acción comando que costó la vida a los dirigentes Otto Morales, Amín Abel y, en 1971, al líder del MPD, Maximiliano Gómez, y a la viuda de Morales, Miriam Pinedo.
Por la proximidad de las elecciones generales de mayo de 1970, ADP se olvidó de que era un sindicato para defender los intereses de los profesores y, desde entonces, se ha comportado como un partido opositor. Se sabe que el objetivo de todo partido político es alcanzar el poder; el de los sindicatos, defender y preservar los intereses de sus afiliados.
Varios partidos de oposición y la izquierda revolucionaria dominicana, sin medir las consecuencias, han utilizado durante años a la ADP como cabeza de playa para desestabilizar los diferentes gobiernos que se han sucedido en la presidencia de la República desde 1978, pasando por el retorno de Balaguer (1986-96), hasta la COVID-19 que ha servido de pretexto a la caprichosa ADP para retardar de dos semanas el reinicio de la docencia después de las vacaciones de Navidad arguyendo falta de higiene y otras medidas de seguridad como si los dos años que han paralizado el planeta no fueran suficientes; ni tampoco los 50 años de paros laborales apoyados por la ADP que han relegado, según la clasificación PISA, la República Dominicana a un alarmante bajo nivel en matemáticas y lectura comprensiva entre los países del Continente hispánico.
Los diferentes partidos que se han apropiado la ADP son tan responsables de ese déficit de la educación dominicana como la indiferencia de Balaguer a las reivindicaciones sindicales de los profesores y el prolongado descuido gubernamental a los niveles básicos de la enseñanza. Hace más de 25 años que Balaguer salió del poder y la ADP descuida, como sindicato, su deber de defensa, protección y formación no sólo de sus afiliados sino también de los alumnos. Desde 2013, si la memoria no me hace de las suyas, el 4% del PIB es para la educación y República Dominicana sigue en el lugar 78 de la clasificación PISA.
En lugar de orientar ese 4% a mejorar la calidad de la enseñanza y a formar un cuerpo docente más apto a través de oposiciones, se construyeron planteles a todo lo ancho del país. ¡Bien! Cemento y varilla mejoran las condiciones físicas del plantel. ¡Perfecto!
La calidad de la enseñanza, recordemos, se obtiene con la formación de maestros y reclutándolos por concurso. Las oposiciones han revelado el bajo nivel de los postulantes. Ante la evidencia, la ADP denuncia manipulación y/o favoritismo. Como siempre la culpa es del otro, del clientelismo político que tiene anchas las espaldas.
A su regreso de la Fitur de Madrid el pasado domingo 23, el presidente Luis Abinader habló de haber obtenido, además de fabulosas promesas de inversión turística, ampliar la cooperación española a la formación de profesores. Tema planteado también en 2013 por el expresidente Danilo Medina rechazado entonces por el actual presidente de la ADP. Sólo la politiquería podría disculparlo: “El presidente de la ADP”, Eduardo Hidalgo, reiteró su oposición a la supuesta intención del Gobierno de contratar maestros españoles para que trabajen en elevar la capacidad de los educadores locales”, y como si no se diera cuenta de sus palabras, el tres veces presidente de la ADP y ex diputado del PLD, agregó: “esa iniciativa supondría un voto de desconfianza de las autoridades hacia el profesorado local. Tanto Abinader como Medina entonces se referían a profesores españoles para mejorar fundamentalmente la enseñanza, entre otras materias, de la lengua española cuyas deficiencias son evidentes.
Este problema ya lo había observado Juan Bosch en julio de 1977. Se inquietaba, además de político, como uno de los grandes cuentistas de la América hispánica. “Yo sentía satisfacción”, dice Bosch al hoy presidente de la Academia dominicana de la Lengua, Bruno Rosario Candelier, “cuando en América me hablaban del Enriquillo de Galván como una las grandes novelas del siglo XIX; cuando me hablaban de Fabio Fiallo. Pero tal como vamos llegaremos a perder nuestra individualidad hispanoamericana porque vamos a perder el dominio de lengua. A veces he pensado que la Secretaría de Educación debería contratar por lo menos a cien profesores de la lengua, a profesores españoles, y traerlos desde España para empezar a darles cursillos permanentes a los profesores dominicanos de español desde la Primaria hasta la Secundaria. Me asombro de las cosas que leo y oigo. Se escriben disparates y con muchas faltas de ortografía que son inconcebibles en poetas y escritores” (Obras completas, t. 5, págs. 544-45). Su observación era una sugerencia al gobierno y a la ADP. Le horrorizaba que hubiera quienes cometían 4 faltas de ortografía en una palabra de 3 letras: ¡Hai! en lugar de “ahí”. Por: Guillermo Piña-Contreras [Diario Libre]