Podrá parecer pura majadería, el asumir, que una guerra aparentemente tan distante, como la que en estos momentos se libra en Europa entre Rusia y Ucrania, sea una que pudiera ser determinante en el futuro cercano con relación al posible freno o estancamiento del crecimiento económico en naciones de economía emergente como República Dominicana, sin embargo, la realidad nos dice, que efectivamente la probabilidad existe y mucha.
Sin embargo, pese al ominoso peligro que la situación presenta, es sorprendente como la clase gobernante dominicana, en vez de diseñar esquemas ciertos sobre planes contingentes que pudieran ofrecer una alternativa viable para que los indicadores económicos nacionales no pudieran quedar del todo afectados, resulta que la clase política y de todos los bandos e incluida la del gobierno, más se encuentra inmersa en esa significativa lucha de desgaste, por medio de la cual, unos y otros tratan de restarse fuerzas tratando de sonsacar contrarios, cuando sus mayores esfuerzos deberían estar dirigidos a tratar de blindar la economía de las posibles influencias negativas, que la guerra en cuestión y por sus implicaciones geopolíticas y económicas, ya está arrastrando.
Por lo pronto, es evidente que en el gobierno y con el mismo presidente Abinader a la cabeza, están en reelección y para nada, en diseñar el lógico plan de emergencia económica que permita adelantarse a los acontecimientos y mucho más, cuando los mismos y de intensificarse, traerán consigo una de dificultades económicas, que a la postre, ocasionaran una fuerte fisura en el cuerpo social de la nación.
Tal fisura, aumentará en la medida que la crisis económica se agudice y la gente y de pronto, caiga en cuenta, que las autoridades no han sido lo suficientemente diestras para enfrentar la anómala situación económica, que tanto la guerra mencionada como la crisis económica global ya en camino, están produciendo.
Al mismo tiempo y para colmos, es sorprendente como los grupos económicos y financieros, parecería que sus centros de pensamiento no han elaborado el mínimo estudio que permita a la economía salir lo menos dañada posible de lo que ciertamente serán los efectos más traumáticos de una guerra entre naciones, que en el fondo son parte de las piezas del tablero de ajedrez económico por el que las grandes corporaciones y fundaciones de multimillonarios han decidido librar y con miras, por un lado, para imponer un drástico control poblacional y por el otro, para reducir a mínimos, a naciones de notoria influencia geopolítica, que a lo futuro pudieran ser un obstáculo en el ya debilitado dominio imperial estadounidense.
En este sentido, los ataques directos que Rusia está recibiendo de Europa y por el otro, los todavía solapados, que se muestran van dirigidos a China, son factores, que en nada contribuyen a que naciones como República Dominicana pudieran creerse que tendrían probabilidades de salir más o menos indemnes y menos, cuando su comercio exterior le hace dependiente de otros mercados y poderes.
De esta manera y sin las fortalezas propias que le permitieran enfrentar la notoria crisis de abastecimiento de combustibles que ya empieza a darse y aun cuando tercamente la clase política todavía no quiere darse por enterada, más el resultado final de la reducción del mercado interno, la no salida de los productos criollos, el cerco al abastecimiento desde el exterior, más la flojera de una clase económica poco creativa, que por lo visto, cree que con lo que produzca la industria turística se está a resguardo y no obstante que ya se está viendo, que como resultado de la conflagración, de golpe y a partir de este mes, son 50 mil turistas entre rusos y ucranianos que se dejaran de recibir, deberían de ser indicadores preocupantes en materia de corta productividad y disminución de divisas y que al final podrían afectar el desenvolvimiento ciudadano en todos los renglones.
Lamentablemente, lo que parece, es que todos los actores principales de la economía, cómo por igual los políticos y sociales, todos, quisieran ganar tiempo y como no han ideado un mecanismo de respuesta rápida para meter a la nación dentro de un plan de emergencia económico que amortigüe los peores efectos de la dramática situación que se está viviendo desde Europa y que aquí ya se reflejan y se muestran, nadie dentro de la clase gobernante quiere asumir responsabilidades y de ahí la tremenda inquietud que a muchos sectores de mentalidad racional nos embarga.
¿Cuál ha sido la respuesta en el pasado y que el pueblo tiene cuando nota que su nivel y calidad de vida se viene al suelo?, ¿acaso no ha sido la rebeldía sorpresiva y el desorden continuo de un país no acostumbrado a los pesares y sí a la vida fácil?, entonces y se tiene en cuenta tales antecedentes, recuérdese lo del 1984, que definitivamente haya que entender, que ante la falta de diligencia y actitud de corrección de la clase gobernante como un todo, que inevitablemente haya que creer, que como economía, no estamos nada bien encaminados para enfrentar el probable cataclismo que sin duda, se nos viene encima.
En consecuencia y como voz que clama en el desierto, pedimos que los factores y actores preponderantes en la vida nacional, elaboren lo más urgentemente posible un plan de respuesta rápida frente a una crisis económica y social, que por ahora no vemos como los dominicanos podremos atenuar. De hecho, hay que entrar a una rápida política de austeridad, de control del dispendio en los combustibles, de freno a los excesos en materia de servicio de la energía eléctrica, de incremento en el abastecimiento de los productos agrícolas, etc. En otras palabras, hay que entrar en lo más parecido a una economía de guerra que haga factible que todos podamos empeñarnos lo más aceptablemente y para enfrentar una situación no creada por nosotros, pero que si actuamos con inteligencia y vocación de sacrificio, seguro que podríamos atenuar.
Precisamente y porque el panorama lo vemos y entendemos tétrico, es que observamos, que la fuerte crisis económica derivada de las consecuencias de la guerra Rusia-Ucrania, debería obligar a gobiernos y naciones a reevaluar sus posibilidades de crecimiento económico y observar con cuidado las consecuencias políticas. Ojalá que se nos haga caso. (DAG).