A 43 años del ingreso a la Armada República Dominicana

0
260

Hoy, hace 43 años que mi padre me dejó frente a la puerta de la Academia Naval que él inauguró y puso en funcionamiento (1953), con un bulto lleno de ilusiones. Ese primer día, saliendo de la barbería, sudando copiosamente, nos formaron, ya de uniforme chamaco verde olivo, frente al cuerpo médico.

El entonces teniente de navío Valerio Rojas (llegó a vicealmirante), que era el jefe del departamento dental, se colocó frente a mí y me dijo: “y usted?”, y de manera natural le contesté: “señor, respetuosamente, vine aquí a ser jefe de esto!! “. El oficial sonrió y le comentó a los demás: “oigan a este recluta, acaba de llegar y ya quiere ser jefe de la Marina.!!”.

En medio de singladuras del deber, pasando marejadas, estudiando y luchando contra la intriga manipulada, la mentira aviesa y con tiburones disfrazados de delfín.

30 año después, cumplí lo que le dije al oficial Valerio: “Ser el primer hijo de jefe de Estado Mayor en la historia de las Fuerzas Armadas dominicanas que ocupara la misma posición que su padre”.

Sobre mi gestión en la hoy Armada RD, escribí hasta un libro: “la Armada del milenio. Bitácora de una misión”, una rendición de cuentas voluntaria de los aspectos sobresalientes de la misma, dedicada a los navales de hoy y de mañana, para que tengan una referencia de profesionalidad y dignidad a la carrera naval en República Dominicana.

Personas cercanas, y sobre todo el “amigo americano”, me metieron en la cabeza que iba a ser el próximo ministro de Defensa, lo que me colocó el ego en el zenit, creyéndome con el perfil, con más de tres décadas de dedicación, incluyendo el trabajo realizado al mando de la Armada (2009-2011).

Cuando escuché que habían nombrado a un oficial almirante, repetido, como ministro de Defensa, recibí la señal de que mi exitosa carrera había concluido con honores, y solicité mi “retiro voluntario”.

¡La realidad fue totalmente diferente y a pesar de haberle cumplido la palabra al teniente de navío Valerio de alcanzar la posición que todo oficial anhela, que es dirigir su institución, al no ser designado como ministro de Defensa, pasé unos días ofuscado, a tal punto que en par de ocasiones tuve que refugiarme en la bebida para poder calmar la desilusión!

Por suerte, en muy poco tiempo, retomé la cordura, la voz de alarma me la dio, no un amigo cercano, si no los adversarios que utilizaron sus adláteres para “intentar” desacreditarme, algunos tratando de desquitarse la ausencia de un alpiste que, en vez de dárselo a ellos, lo utilicé para la seguridad social de nuestros valiosos alistados.

Con mis defectos humanos, mis actuaciones fueron con la intención de fortalecer la institucionalidad, la moral y el prestigio de la Armada, a lo interno y ante la sociedad, después del nefasto “caso Paya” (2008), donde oficiales navales académicos, traicionando la patria y su honor se dedicaron al narcotráfico y al sicariato!.

Con el tiempo entendí las razones del por qué no podía haber sido designado ministro de Defensa cuando se aproximaba un periodo electoral. Se requería una flexibilidad ajena a mi estilo.

Este 1 de octubre 2022, sin el pesado lastre de odios ni rencores en mi corazón, observo la estela dejada. Y aconsejo a los que están y a los que vienen a manejarse siempre en el marco de la dignidad y las leyes. Por: Homero Luis Lajara Solá [Listín Diario]