Contra lo que pudiera suponerse, Abinader le está dando un novedoso giro y auspicioso a la política internacional dominicana, pero yerra en materia de la diáspora

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Ciertamente que el presidente Luis Abinader le está dando el necesario cambio a la política internacional de esta nación, desde el día que decidió y viendo el resultado de sus iniciativas pro-combate contra el Covid-19, que tenía que favorecer también a países de nuestra misma área geográfica al donarles más de un millón de vacunas.

Ese hecho, que por su trascendencia es enormemente singular, toda vez que hasta ahora los dominicanos nos hemos caracterizado por ser solidarios con vecinos como Haití y años atrás con Guatemala y casi siempre con Puerto Rico, traerá ahora una serie de consecuencias positivas en el orden internacional y por las que República Dominicana será tomada en cuenta cada vez y sin duda, protagonizando algún determinado episodio positivo de la vida entre naciones.

Para muestras, solo hay que ver lo reciente de la presencia dominicana en la reunión tripartita con Panamá y Costa Rica en la cumbre de ayer en ciudad de Panamá, donde no solo se delineó el papel protagónico de esta nación, sino que se reconoció su decisivo apoyo en la lucha contra el Covid-19 y la reiterada posición de siempre estar abiertos a socorrer al país transfronterizo.

Es decir, República Dominicana siempre ha asumido un rol protagónico en el momento que las circunstancias lo han requerido, pero ahora el sesgo nuevo se lo ha imprimido el presidente Abinader con su mente abierta y su política renovada de búsqueda de relaciones más estrechas con nuestros vecinos en toda la región, fortaleciendo el presidente y de ese modo, la tradicional política de buena vecindad dominicana y sin inmiscuirse en los asuntos internos de nuestros países vecinos.

Iniciativa, que obligatoriamente deberá repercutir en bien, en la cerrada mentalidad dominicana tan egoísta, de creernos que somos los únicos que al parecer y por criterio tan errado, viviéramos en el planeta, cuando resulta que no, que simplemente somos un pueblo lleno de taras, complejos y actitudes insignificantes como esa de no reconocerle a nadie lo que de bien haga o mostrar ese abusivo desdén lleno de envidia, por aquel que triunfa en su área profesional, de oficio, intelectual y de trabajo por sí mismo.

Justamente y por ese tipo de inconducta realmente ancestral, que desde hace 30 años y agravada por la subcultura de la trampa, el robo y el enriquecimiento fácil de la mayoría de los inmigrantes criollos en el extranjero y particularmente en EEUU y ni hablar de los estadounidenses de origen dominicano, quienes por nada quieren reconocerse así mismos como lo que son, extranjeros en la tierra de sus padres, es que desde el año 1980 para acá, ha surgido la terrible política propia del narcotráfico, el lavado de activos y toda forma irregular de enriquecimiento ilícito.

Lamentablemente, el propio Abinader ha acentuado la disparidad y tan grave para la idiosincrasia dominicana, de privilegiar a ese tipo de extranjero, englobado dentro de la palabra diáspora y tal como si sus componentes fueran superiores a los dominicanos que no hemos cambiado de nacionalidad y que somos una fuerte mayoría nacional de no menos 10 millones de personas, frente a los casi 3 millones de extranjeros de origen dominicano que viven en EEUU, Europa y otros países.

Es ahí, en esa parte de su dinámica política internacional, que nuestro joven presidente falla y lo que de algún modo tenemos que atribuir, a que el mismo Abinader es un dominicano de tercera generación y originado en sus ancestros en el Líbano y otros países árabes y turcos o esa mezcla de todo, con sus paisanos islámicos en Haití.

De este modo y si vemos el accionar presidencial con la mayor objetividad, podríamos darnos cuenta, de que ese aspecto de sus políticas que podrían entenderse cómo malas, a fin de cuentas y en la medida que el presidente Abinader razone, que su política de apertura internacional debe obligarle a privilegiar al ciudadano dominicano sobre cualquier otro y mucho más, frente a una diáspora que algunos funcionarios de origen perredeísta de su gobierno y como el cónsul general en Nueva York, Eligio Jaquez, “segundo incumbente” es su titulo oficial de acuerdo a  la página oficial del Consulado y lo que significa, que probablemente es un estadounidense de origen dominicano (entrar a: http://map.gob.do/DirectorioFuncionarios/Consulta/InformacionFuncionario?funcionarioId=19305 ) y compruébese con la dirección precedente, parecería que es otro que privilegia a ese tipo de extranjero por encima de los dominicanos.

Y que es un asunto, que cuando se amplia el por qué de semejante actitud, de inmediato se entiende que el funcionario es parte de los que en EEUU, abogan porque República Dominicana se fusione con la nación estadounidense y que es una situación que la Cancillería Dominicana debería vigilar muy de cerca, toda vez que irregularmente, aquí se ha llegado al extremo, de que siete dominicanyork sean dizque “diputados de ultramar”, otros funcionarios en cargo de administración y en el territorio nacional, vivan dizque retirados, 300 mil estadounidenses de origen dominicano, a los que increíblemente se les permite votar y esto llevado de una interpretación legislativa errada de la ley de doble nacionalidad y que impulsara uno de los gobiernos del PLD cuando Leonel Fernández era presidente de la República.

Lo anterior es tan significativo, que después de la caída de la dictadura, no ha habido gobierno dominicano, que cuide el siguiente detalle en las conferencias internacionales en las que esta nación participe, donde se diga lo correcto de República Dominicana y al contrario, se identifiquen nuestras delegaciones con el incorrecto, de “Dominican Republic”. Ese detalle puede parecer pueril, pero es un indicador, de cómo van los aprestos de la diáspora para que esta nación desaparezca como país soberano e independiente.

Fuera de esta observación critica, tenemos que reconocer y esto hay que recalcarlo, el accionar positivo del presidente Luis Abinader en materia de los intereses permanentes de la República y en el aspecto de la imagen internacional tan provechosa que observamos y lo que no impide, que formulemos las precisiones inquietantes sobre el devenir de la diáspora como factor de aniquilamiento de la nacionalidad y soberanía dominicana y por lo que enfatizamos diciendo, que contra lo que pudiera suponerse, Abinader le está dando un novedoso giro y auspicioso a la política internacional dominicana, pero yerra en materia de la diáspora. (DAG)