Cuanto mal comienza, igual termina

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Las deprimentes imágenes de cientos de niños en numerosos planteles públicos obligados a iniciar el año escolar sentados en el piso por falta de pupitres, es una vergüenza nacional, de la que el gobierno no puede excluirse y mucho menos justificarse.

Y esto así porque estamos en el año de mayor presupuesto en toda la historia de la República y es tanto el dinero que el gobierno posee, que apenas semanas atrás había propuesto al Congreso la transferencia de fondos de los ministerios de Educación y de Obras Públicas para otros fines menos importantes con el pretexto de que no había formas de cómo gastarlo.

A propósito, hubo un concurso para dotar de alrededor de 178,000 pupitres, cifra señalada necesaria para llenar el déficit escolar, a un costo elevado, probablemente sin precedente en el historial escolar. Pero nadie ha podido decir en el ministerio, ni en otra esfera del gobierno, la suerte de esos sillones porque al parecer esa explicación no llena ninguna necesidad relacionada con la principal preocupación oficial: la percepción que pueda inoculársele al público.

Lo cierto es que independientemente de cuanto en lo adelante ocurra, el inicio del año escolar ha sido un abominable fracaso y como la historia demuestra todo cuanto mal inicia mal termina. En 25 meses de administración, con dinero suficiente para hacer milagros y ayudar a enmendar temas torcidos en el ámbito de la educación, cuanto se ha logrado es empeorarla.

Todo lo cual confirma, por desgracia, que la educación no es ni ha sido bajo la consigna del “cambio” una prioridad real. En esa ruta nos será cuesta arriba arribar a un nivel futuro de competencia profesional, que permita al país competir con sus iguales en un mundo cada día más interdependiente y globalizado.

Dígase cuanto se diga, el inicio del año escolar ha sido una muestra deprimente de incompetencia gubernamental. Por: Miguel Guerrero [El Caribe]