Normalmente, el partido que se entiende ganancioso de unas elecciones nunca es el que primero tira la piedra y lo que en la “cultura política” dominicana, se asume que quien sea oficialista, para nada busca líos y sí que todo el proceso ocurra sin alteraciones de ninguna especie.
Sin embargo, antes de las nueve de la mañana, el domingo electoral se entrenaba con los reportes con un muerto del PRM en Azua y la subsiguiente refriega y acusaciones temerarias contra el contrario.
Ahora resulta, que el Coordinador Nacional de la Campaña Municipal del Partido Revolucionario Moderno (PRM), Pedro Richardson, acusó y utilizando la palabra genérica oposición “de intentar crear un estado de pánico y temor con las agresiones que están siendo víctimas dirigentes perremeistas en las últimas horas”.
Un reporte periodístico del LD dice que Richardson “condenó la muerte la noche del sábado del dirigente Daniel Pérez, en el frente de la casa del alcalde distrital de Los Jovillos, Azua, Tomas Contreras. También el ataque a tiros al vehículo del alcalde municipal de Hostos, Alcadio Rosa, cuando llegaba a su casa el viernes, y la agresión a tiros a militantes perremeistas en Cotuí ayer dejando cuatro heridos”.
¿A quiénes beneficia este desorden?, al PRM si se estuviera en tratativa de provocar la anulación de los comicios.
Ahora bien y si recordamos que la tradición política criolla es que “los muertos en campaña no se cuentan”, todavía sería prematuro achacar esos desórdenes sangrientos a ninguna de las direcciones nacionales de los partidos y sus candidaturas y sí a emotividades a flor de piel de partidarios extremadamente nerviosos y díscolos.
En consecuencia, hay que esperar que estos desórdenes sean aislados y no se reproduzcan en otras partes del territorio nacional y que los observadores electorales den sus opiniones sobre lo que en realidad ocurrió.
Mientras tanto, nos resistimos en creer que haya un plan predeterminado para sabotear los comicios y porque si es así, a Dios que reparta suertes. (DAG-OJO)