Dentro de dos martes se supone que Abinader haría cambios estratégicos entre los altos cargos del gobierno y como el mejor conjuro para parar en seco cualquier locura conspirativa o sediciosa, que la hay.

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Lo peor que a la administración de un gobierno podría ocurrirle, es que de pronto, funcionarios que se entendían idóneos o íntegros y por las razones que fuere y todas altamente sospechosas y por aquello de pretender evadir sanciones directas sobre probables inconductas, que esos funcionarios renuncien y con lo que se desata una de especulaciones que no dejan precisamente bien parado al mismo régimen

Y la razón es una, mejor es cancelarlos que esperar a que renuncien, porque el daño de imagen sería para la administración y no para los que se van tan abruptamente y que es la situación que ahora la presidencia de la República confronta y dado que, con la renuncia, de hecho, el gobierno es el que viene quedando mal, toda vez que, si se le renuncia, la deducción que se tiene es porque lo estaría haciendo mal y lo que es totalmente inaceptable.

De inaceptable es por igual, que, ocurridas las renuncias, el departamento de propaganda del régimen no hubiese salido al frente a las mismas y conceptualizando de una manera tan lógica el porqué de la ocurrencia, que a nadie debería de haberle quedado dudas respecto al por qué de estas.

En este sentido, es evidente que quienes son responsables de la publicidad y la propaganda y hablando en lenguaje de pueblo, “no están atendiendo sus cartones” y lo que hace presumir, que estos responsables de imagen han perdido el dato tan importante, de que para el presidente Luis Abinader y por la probabilidad de que la reelección constitucional que tiene a su favor pudiera afectarse en sí misma y por la notoria pérdida de credibilidad que cada renuncia provoca, el daño a infringirle podría ser irreparable. 

En consecuencia  y si es que se quiere que otras renuncias no sobre vengan entre los funcionarios que están siendo cuestionados por las razones más dispares y que estas no provoquen un efecto catarata distorsionante en la imagen gubernamental, que lo exigible debería de ser y por asunto políticamente pragmático, que Abinader no espere el 16 para hacer cambios y sí, que desde ahora los inicie y como la mejor decisión para provocar un efecto refrescante entre una atrapada opinión pública, cuyos integrantes y en mayoría, estarían examinando con lupa los actos de la administración.

Al darse la situación que comentamos, de renuncias colectivas inusitadas, que haya que cargarle el dado al área de inteligencia y de espionaje, pues no se justifica la ocurrencia de renuncias al nivel mediano a alto del gobierno y que los servicios de inteligencia no hubiesen estado en conocimiento de lo que acontecería.

Trayéndonos otra perspectiva tremendamente chocante y la que habla, de que el gobierno no se encuentra debidamente informado y ni siquiera de lo que tramaría su propia gente, que en tiempos preelectorales como los que se viven, sin duda que es una fuerte piedra en el zapato entre los que deberían ser responsables de ese sorprendente vacío de información táctica de poder.

Desde luego y como advertimos una, decimos otra, que gracias a que el presidente tiene un constante contacto con la población, medios de comunicación y fuerzas vivas, el daño grave que las renuncias debieron de provocar es mínimo, por lo menos hasta ahora y gracias al contacto cara a cara y mano a mano del presidente con sus conciudadanos.

Ahora bien, tampoco es que ello sea suficiente y menos, cuando Abinader no debe perder de vista, que es la primera vez que está en el ejercicio del poder y lo que significa, que sus pasos y acciones se analizan al mínimo y lo otro tan pertinente  en materia de no perder de vista, que tiene un partido oficial, en el que los grupos más anárquicos de la política criolla tienen capacidad de membresía y cuyos exponentes y también en uno que otro sentido, no saben morderse la lengua y no hablar más que lo políticamente necesario y siempre y cuando no le hagan daño a la política general del gobernante.

También y si Abinader asume que lo que le planteamos y no solo nosotros, es más que probable, podría caer en el riesgo de que su propio partido y por el afán de sus pequeños burgueses por retener el poder a como dé lugar y más allá del 2024, le hicieran una que otra pirueta propagandística, de esas que el daño que provocan sería realmente perturbador y porque entonces se estaría en la disyuntiva y de cara la ciudadanía, de preguntarse a quien creer.

Situación que tampoco no es nada lisonjera y sí mortificante, pues al fin y al cabo, la mayoría de los inscritos o simpatizantes del PRM, son muchos de aquellos viejos agitadores y contra propagandistas de cuando la Guerra Fría y quienes ahora, con dinero, influencias y posibilidades de avanzar en sus pretensiones personales, son también un grave peligro institucional al que constantemente hay que vigilar.

Tampoco el presidente debe olvidar, que la mayoría de quienes se dicen del PRM, son pequeños burgueses y quienes estúpidamente entienden que les debe el cargo a ellos y no que Abinader lo hubiese obtenido y como es, por sí mismo, lo que a nuestro entender y como peligrosa bomba de tiempo debería hacerle entender, que en la medida que nos acerquemos a las elecciones, en igual medida el nerviosismo cundirá en las filas del oficialismo y peor, si por alguna razón, las encuestas empezaran a favorecer a los opositores, que entonces el nerviosismo les alocaría.

Naturalmente, no somos quienes para sugerirle al gobernante las medidas que pudiera tomar y ni por asomo nos creemos depositarios de la verdad absoluta, pero como tenemos sentido común y aquí muy pocos lo aplican, que entendamos pertinente presentar estas reflexiones y solo como eso y para contribuir a que el mismo presidente, al disponer de otras informaciones, pueda tener el referente necesario para tomar una decisión que consolide a su gobierno a nivel de fidelidad ciudadana y no que por tantas renuncias, una detrás de la otra, la gente pierda confianza en las decisiones del gobernante.

Se impone pues a nuestro modo de ver, que ya hay que empezar a hacer los cambios entre los altos cargos de la administración y, sobre todo, como recordatorio de que el presidente es la cabeza de la administración y constitucionalmente tiene todos los poderes para nombrar, remover, cambiar y fijar políticas, de las que quienes están bajo su jurisdicción como altos cargos deben y tienen que acatar sin la menor objeción.

Consecuentemente, es oportuno recordar, que dentro de dos martes se supone que Abinader haría cambios estratégicos entre los altos cargos del gobierno y como el mejor conjuro para parar en seco cualquier locura conspirativa o sediciosa, que la hay. (DAG)