Ejercer el periodismo en los doce años de Balaguer, era fatídico, sí, pero para el periodismo de izquierda al servicio de la guerrilla urbana y la subversión y que no era la labor que se esperaba de un periodista profesional

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Desde el momento que el expresidente Joaquín Balaguer, quien provenía del trujillismo como el más alto cargo de confianza del expresidente, dictador y generalísimo, Rafel Leónidas Trujillo  y no obstante que gracias a Balaguer, con su carta dirigida al entonces presidente  de a dedo del Partido Revolucionario Dominicano en el exilio (PRD) Juan Bosch, el 05 de julio de 1961, invitándole a que enviara una representación para iniciar la destrujillización y democracia en el país y justo cuando Trujillo apenas tenía treinta y tantos días de ser enterrado. Fue evidente, que la prensa dominicana de la época sería su mayor y mas encarnizada enemiga y adversaria política.

Por qué de esa actitud?, porque todos los directores, jefes de redacción y periodistas y reporteros provenían del trujillismo y unos desde adolescentes y los más, porque nacieron en ese lapso de 31 años y como todos querían quitarse de encima lo que entendían como un estigma y básicamente, porque se encontraban aterrorizados por lo que sus mismos periódicos publicaban de persecuciones contra trujillistas y como un tal Balá proveniente del lumpen proletario, quien con cadena en mano azotaba a determinados intelectuales. Todos querían amoldarse a la nueva situación “democrática”.

Balaguer, quien llegó al poder para su primera presidencia democrática en los hombros de más de 500 mil votantes en mayo de 1966 y derrotando al ya también expresidente Juan Boch, derrocado en el 1963. Desde el primer día de gobierno tuvo a su frente a todo un amplio sector mediático y político “de izquierda” que le combatiera incansablemente y hasta que fuera derrotado electoralmente en mayo de 1978.

Aquel presidente desarrollista debió de enfrentar la mayor y peor conjura conspirativa continua en ese periodo de doce años y que abarcó uno que otro intento sedicioso, aprestos de magnicidio, guerrilla urbana e invasión guerrillera fracasada y todo ese descontento, apoyado militantemente por la mayoría del periodismo criollo y la parte de sus redactores que eran adolescentes en el 1966 y quienes rechazaban a Balaguer solo de oídas y no porque el primer mandatario les hubiese ocasionado algún daño.

La situación fue tal, que, no obstante que el mayor ejercicio de la libertad de prensa en el periodo fuera implementado por Balaguer, quien no solo aceptó y motorizó que cadenas radiales tuvieran reporteros en unidades móviles y desde estas se hicieran reportajes al minuto de alguna ocurrencia, algo que nunca ha ocurrido en democracia por los llamados gobiernos “progresistas” y llegándose al extremo, que hasta combates entre militares y alzados fueron colocados en retransmisión directa desde el mismo lugar de los hechos.

 Si se rememora y se buscan los archivos periodísticos, se comprobará que Balaguer prácticamente hablaba cada vez de que algún periodista se cruzaba a su paso y destacándose, que cada domingo y después de asistir al servicio dominical en la capilla católica en el Palacio Nacional, consentía en la rueda de prensa al instante que los reporteros le formulaban.

Lo más curioso fue, que cuando un grupo de reporteros “izquierdistas” rompieron con el director del vespertino en el que trabajaban y crearon otro, los mismos periodistas y su director, con fingida humildad y faltando a la ética profesional, fueron al despacho presidencial a ofrecerle garantías de que harían un periodismo independiente y no sectario y menos radical, cómo conocidos de estos y desde áreas gubernamentales les imputaban y aun así, el presidente no tuvo reparo alguno en que aquel vespertino, La Noticia, saliera a la luz pública.

Se estaba en los tiempos más duros de la Guerra Fría y la mayoría de los periodistas y reporteros eran agentes o actuaban como tales al favorecer a los adversarios políticos del gobierno y del mismo Balaguer y en aquel lapso, periodistas asesinados, no más de dos, uno fue por adversarios políticos personales dentro de áreas gubernamentales y el otro, por ser una pluma propagandística del Partido Comunista Dominicano y del que era parte de su directiva y que militares de rango adversaban y como la misma prensa callaba, nunca fueron enjuiciados.

De agresiones contra reporteros, se recuerda aquella experimentada por el entonces reportero bisoño, Miguel Franjul, quien encabezando una rueda de prensa a la salida de Balaguer de un acto público y hablando en nombre de sus colegas, preguntó sobre un hecho de sangre que había ocurrido minutos antes y por lo que un jefe militar y actuando groseramente, trató de impedir que ejerciera su derecho a cuestionar y hasta agrediéndole físicamente y sin importar que el presidente estaba allí.

En lo que a nosotros respecta, recordamos que, en aquel periodo de doce años, Daniel Adriano Gómez fue el único periodista a quien se le prohibió la entrada al Palacio Nacional, que tenía como su fuente noticiosa principal y simplemente, porque al secretario de Estado de la presidencia José Quezada, le irritaba el cuestionamiento que se le hacía sobre asuntos de corrupción en los que se le involucraba. Hecho que ningún periodista o medio dominicano hizo lo mínimo por publicarlo y mucho menos las organizaciones periodísticas de la época para defenderlo.

Desde luego, a nivel del interior, noticias llegaban de aislados ataques y persecuciones contra reporteros y fundamentalmente por discrepancias entre los reporteros y jefes militares y funcionarios locales que los protagonizaban y no porque fuera una política de Estado y los que se resolvían en la medida que las partes dialogaban.

Pero lo fundamental fue, que en los doce años no hubo una política premeditada contra la prensa en sí y como sí la tuvo el grueso del periodismo en ejercicio, contra Balaguer y su régimen desarrollista, hasta llegar a la entrega del poder por este en agosto de 1978 y sabiéndose, que reporteros y medios y en mayoría, adversaban y hasta en ocasiones conspiraban contra la existencia del sistema democrático.

Ahora bien, ningún periodista al final de los doce años, pudo decir que Balaguer le perjudicó directamente como, al contrario, otros y como Cabito Gautreaux y Miguel Guerrero o Ubi Rivas, quienes, mediante ruegos a funcionarios públicos de Palacio, pudieron obtener apartamentos de clase media a precios privilegiados y quienes, sí que fueron beneficiados por el tráfico de influencias del que se valieron y como también hiciera la directiva del colegio de periodistas, que obtuvo, que el gobierno le construyera su sede y a la que con mucha obsequiosidad, ese periodismo se mostró sorprendentemente sumiso y hasta “agradecido”.

Por eso y ante esta realidad, es que decimos, que, en líneas generales, ejercer el periodismo en los doce años de Balaguer, era fatídico, sí, pero para el periodismo de izquierda al servicio de la guerrilla urbana y la subversión y que no era la labor que se esperaba de un periodista profesional. (DAG)