Una patrulla del Ejército de la República Dominicana (ERD) detuvo en el callejón El Guayo, distrito municipal de Villa Elisa, una Honda CR-V gris en la que viajaban doce ciudadanos haitianos sin documentos diez hombres, una mujer y un menor de edad. El conductor huyó entre los cañaverales, mientras los soldados trasladaban a los extranjeros y al vehículo hasta la Fortaleza San Fernando para entregarlos a la Dirección General de Migración.
El operativo no es un hecho aislado. Apenas la semana pasada, otra unidad del ERD detuvo a 42 haitianos que caminaban por los matorrales de Guayubín, también en Montecristi, confirmando que la provincia se ha convertido en un corredor clave del tráfico de personas hacia el interior del país.
La presión militar en la frontera subió varios grados desde abril, cuando el presidente Luis Abinader anunció la incorporación de 1,500 soldados adicionales, drones de vigilancia y la aceleración del muro fronterizo para frenar el flujo irregular. De igual forma, se estudia endurecer las penas a los dominicanos que faciliten el cruce o refugio de migrantes sin papeles.
Aun así, los números siguen creciendo. Investigaciones periodísticas señalan que, desde octubre de 2024, las autoridades han deportado cerca de 150 mil personas consideradas de origen haitiano, muchas de ellas menores no acompañados o nacidos en territorio dominicano y despojados de su ciudadanía desde 2013. Solo en enero de este año salieron del país más de 31 mil deportados, en un total que superó el cuarto de millón durante 2024, según datos de la propia Dirección de Migración recopilados por agencias internacionales.
El alto flujo se explica por la crisis humanitaria en Haití donde las bandas controlan el 85 % de Puerto Príncipe y por la demanda de mano de obra barata en la construcción y la agroindustria dominicanas. Sin embargo, organizaciones locales denuncian que la estrategia oficial favorece las redadas masivas sobre los procesos de regularización, dejando en el limbo a familias binacionales y sobrecargando albergues fronterizos en Dajabón y Elías Piña.
Militares consultados en la zona argumentan que el refuerzo “está dando resultados” y citan la retención de más de 300 vehículos en lo que va de 2025. Aun así, reconocen que los coyotes dominico-haitianos han sofisticado su logística usan vehículos todo terreno, puntos de relevo y grupos de WhatsApp para eludir los chequeos nocturnos.
Expertos en migraciones advierten que el enfoque puramente punitivo puede avivar la corrupción sobornos en retenes por tan solo ocho dólares, según testimonios de migrantes y perpetuar el ciclo de retorno irregular. Abogan por rutas laborales temporales, controles de transporte interprovincial y cooperación internacional para evitar que la presión fronteriza se convierta en un simple “juego del gato y el ratón”.
Mientras tanto, los doce ocupantes de la CR-V aguardaban anoche en la fortaleza militar. El menor, con fiebre tras el viaje, recibió asistencia básica de Cruz Roja. Su futuro, como el de miles en la frontera, dependerá de un sistema que sigue tensándose entre la seguridad nacional y la necesidad humanitaria.
