lunes, junio 17, 2024
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Ese dominicano de ayer… ¿el mismo de siempre?

Al momento que resentidos trujillistas de primera línea, la mayoría señores de orca y cuchillo en los cargos de provincias en los que se les colocaba, se confabularon para matar a Trujillo, su protector y lo que hicieron de manera oportunista, no por patriotismo y la mayoría, sí por puro resentimiento personal; la nación tenía uno de los estándares más altos en calidad de vida y con relación al prospero nivel de su economía tercermundista.

El hombre fuerte fue asesinado porque Washington quería su eliminación y desde el gobierno del presidente Dwight David «Ike» Eisenhower se inició su propuesta de eliminación a razón de que la guerra fría generaba el llamado gobierno revolucionario de Fidel Castro en Cuba y la política estadounidense demandaba con presteza un cambio radical en el Caribe Central y debido a que los estrategas estadounidenses, asumían, que el antiguo aliado Trujillo era una rémora de aquella etapa de lucha ideológica entre las grandes potencias.

La CIA, dirigida por Dulles se lanzó en el empeño, pero primero envió a uno de sus agentes disfrazado de periodista, para que le hiciera a Trujillo esta pregunta fundamental, por lo que el dictador dijera se decidiría si moría o se le daba un retiro honroso.

“Generalísimo, ¿en qué momento piensa retirarse?”, la respuesta fue fulminante: “sabrán que me he retirado cuando sepan que estoy muerto” y ahí se decidió todo lo que ocurrió después.

De entrada, la estación local de la CIA reclutó a dominicanos trujillistas desafectos encumbrados en cargos públicos y alguno que otro con cercanía al gobernante, a ese momento de facto.

Así se formó el grupo al que se le pretendía dar apoyo y también armas, pero advirtiéndoles que no contarían con el apoyo público estadounidense. Vino el cambio de gobierno estadounidense y entra Kennedy en sustitución de Eisenhower, pero los planes se atrasan, por el titubeo en la Casa Blanca.

A ese momento, los conjurados rompen con la estación local de la CIA y estando Kennedy en visita oficial en Francia, se entera de que Trujillo fue asesinado. En realidad, a Trujillo lo matan por dos equivocaciones suyas: Ordenó que no hubiese ningún tipo de patrullas militares en el trayecto carretero desde Ciudad Trujillo a San Cristóbal y porque ya en el momento de los primeros disparos que le alcanzaron el costado izquierdo, se desmonta del auto y enfrenta a tiros a sus traidores enemigos y lo que señaló en un interrogatorio, el militar Zacarías de la Cruz que conducía el auto y que salió herido de la emboscada.

Todo ocurrió la noche del 30 de mayo de 1961, entre las diez y doce. Los 2.5 millones de dominicanos dormían. Pero ya al día siguiente toda una fuerte ola de rumores se esparció por el país y lo que se empezó a notar, cuando muchos padres, fueron o enviaron por sus hijos a los centros escolares, temerosos de que una situación radical pudiera presentarse.

Nada más significativo ocurrió. Salvo que dos o tres días después del entierro multitudinario, dos de los conjurados. Uno, alto cargo fronterizo ya en retiro y el otro, general en activo, quienes, perseguidos por las fuerzas de seguridad, encontraron la muerte en la esquina formada por La calle Bolívar con Julio Verne.

El dominicano de aquel tiempo era más campesino que de ciudad y más empleado público que emprendedor, con un país semi industrializado y dependiente de sus productos naturales de exportación: Azúcar, cacao y café y hablando coloquialmente, un pueblo manso de conducta sana.

Cambiando luego del 19 de noviembre de 1961, la familia Trujillo abandonó el país hacia un largo exilio y a partir de ese día, prácticamente todo se puso patas arriba: Militares y policías incitaron a la población a perseguir a “los trujillistas”, asaltarles, robarles y destruirles sus propiedades, mientras la oficialidad militar y en particular la policial, saqueaba instituciones, fincas y negocios y como sucedió con la ferretería Read, que oficiales policiales y armas en mano, incitaban a los transeúntes a que entraran y la saquearan, que no les pasaría nada “porque todo eso es del pueblo” y así y no solo en la capital y sí por todo el país.

Se impuso entonces una “destrujillización”, por medio de la cual, los trujillistas buenos descalificaban a los que entendían sus enemigos y a partir de entonces, el odio de clases incubó al dominicano ladrón de la cosa pública.

Parecía, como que se estaba en un concurso de ver quien era más listo que el otro. Joaquín Balaguer, el presidente en ejercicio, disponiendo de los dineros del partido oficial, el Dominicano y regalándolos como confeti a los primeros sindicatos choferiles, mientras el nuevo componente humano de las supuestas “victimas de la tiranía” se lanzaban unos contra otros y formándose como “los herederos a la fuerza” de los activos del Estado trujillista.

Hasta que un 5 de julio de 1961 y por invitación de Balaguer, llagó al país la avanzada de los trujillistas del exilio y conformada por un amplio grupo de buscavidas. La mayoría, vendedores de todo en Cuba y quienes entendiéndose más víctimas que el otro, entraron al país a tambor batiente a buscar lo suyo y viendo al dominicano que nunca salió, como el enemigo al que había que despojar.

Ante el trastorno institucional, la burocracia y las instituciones del Estado fueron convertidas en una gran piñata, a Balaguer lo sacaron del poder y enviado al exilio y connotados trujillistas de primera línea, pero disfrazados de más “victimas”, tomaron el poder con la etiqueta de Consejo de Estado y de presidente, buscaron a un efectivo ministro de Interior y Policía y exembajador en España, Rafael Bonnelly. Siguiéndole después otro gobierno, el primero “en democracia”, presidido por el exiliado Juan Bosch quien apenas duró siete meses al ser desalojado por un golpe de Estado y sustituyéndole el gobierno del “Triunvirato Uno” encabezado por el “beato” Emilio de los Santos, desalojado, luego que se opuso a la escaramuza guerrillera militar que terminó con la vida del político “de izquierda” Manuel Tavarez Justo, quien junto a otros supuestos castristas se había alzado en armas  y junto a un grupo de 17 soñadores, la mayoría, muertos en la refriega.

Justo a ese momento, la forma de ser del dominicano ya había cambiado de raíz. A la gente se le había hecho creer que lo del Estado era suyo y que por lo tanto podía robárselo. Bosch tuvo mucho de culpa en este cambio de mentalidad, pues no solo que fue un gobernante incompetente e ineficaz, sino que dividió a la población en una formidable lucha de clases, entre los “hijos de machepa” (pueblo) y los otros, “tutumpotes”, supuestamente de la pequeña burguesía.

Consecuentemente y a ese momento el pueblo dominicano había logrado su “primer certificado” de ladrón y oportunista y viabilizado por el exilio antitrujillista y las “victimas de la tiranía”, que ya a esos días habían tomado por asalto el poder.

Siguió entonces el primer gobierno abierto de la oligarquía y motorizado por la familia Vicini, cuya cabeza principal conspiró desde Washington en el 1961 buscando apoyos de funcionarios estadounidenses para derrocar y matar a Trujillo. Así hace entrada el taimado vendedor de bicicletas inglesas, Donald Reid Cabral e hijo de la oligarquía, como presidente del gobierno del Triunvirato el 02 mayo 1964 que dura hasta su derrocamiento el 22 de abril de 1965 por una conjura militar que el 24 cambia a revuelta armada “popular” y el 28 EEUU envía 42 mil marines y ocupa el país para evitar “otra Cuba”.

En el interin, la oligarquía es dueña a lo absoluto de la cosa pública y propiedades del Estado e inmuebles de todo tipo fueron “legitimados” como propiedad de victimas de la tiranía y mediante el subterfugio de actos notariales bajo firma privada que no requerían calidades legales algunas. De contrapartida, ya el pueblo dominicano seguía siendo adiestrado de como robarse a sí mismo y en esta ocasión, de manos de una cantidad de organizaciones sindicales afiliados a la confederación de Trabajadores Foupsa-Cesitrado, de la que, en líneas generales, fue que salió la nueva forma de gansterismo “sindical y político”, que desde entonces dio paso a los primeros aspectos de la corrupción desde el poder, que, a esta fecha, a alcanzado cotas inimaginadas en el 1961.

Con este registro, ahora, así nos encontramos y como pueblo, casi listos para recibir el “segundo certificado” de saber robar desde el poder y con impunidad casi total y con el agravante, de que el país pasó, de 2.5 millones de habitantes a 10.5 y teniendo cerca de 8 millones de dominicanos nacidos después del asesinato de Trujillo y la mayoría, con peores mañas e inconductas, nacidas de la influencia de la corte de lavadores de activos, narcotraficantes y estafadores hijos de la primera migración dominicana a Nueva York de los años sesenta del pasado siglo. Y por ahora, aquí terminamos esta primera parte, de ese dominicano de ayer… ¿el mismo de siempre? Con Dios. 25 de agosto de 2023

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