sábado, julio 27, 2024
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Haití y su antesala del triunfo o de la derrota final y de avanzada, una intervención militar humanitaria en camino

Si los dominicanos vamos a empezar a ver al país vecino y transfronterizo con los mismos prejuicios del reducto de los ultranacionalistas criollos, quienes no hacen diferencia entre pandilleros, forajidos barriales y pueblo haitiano sano, entonces y como vecinos, no tendríamos razones para tratar de ayudar, una vez más, a que en la nación que junto a la nuestra comparte la misma isla, en algún momento pueda llegar a un punto de encuentro  por el que la gobernabilidad asiente sus bases y haga posible que sobreviva.

De comportarnos civilizadamente y no haciéndole caso a la cueva de extremistas anti haitianos -negros y mulatos igual que los haitianos- entonces y hay que recalcarlo, no solo que nos comportaríamos como estúpidos irracionales, sino que nunca podríamos estar a la altura de ser una nación con mayor periodo de gobernabilidad que la haitiana y en cierto sentido, con una inclinación de más madurez institucional, que poco que mucho y con sus más y sus menos, nos hace ver que somos capaces de autogobernarnos.

En este aspecto, lo pertinente entonces, es que desde gobierno, medios de comunicación y fuerzas vivas, hagamos lo imposible y para que desde nuestro territorio hacer los mayores esfuerzos para que en Haití haya paz y por lo menos una relativa convivencia que hiciera factible, lo que para los dominicanos es lo más importante: Que haitianos y dominicanos dejemos de zaherirnos infantilmente y mucho menos con la manera irracional del grupito de fanáticos alentados por el Instituto Duartiano y la ponzoña terrible de los lupanares mediáticos en lo peor de las redes sociales, en donde a jura de Dios, lo único que se quiere, es que las dos naciones se auto aniquilen.

Ya se ha visto hasta donde ha llegado el nivel de cretinismo y estupidez, con el que esos dominicanos que se odian a sí mismos por ser negros y mulatos  y que son los factores por los que odian a los vecinos, porque aquellos les recuerdan su raíz racial hija del desenfreno que ha habido desde el 1961, cuando porque había que odiar todo lo trujillista en materia de blanqueamiento de la raza, todo eso se hizo trizas y ahí el resultado de millones de dominicanos hijos o producto del cruce de individuos dominicanos con haitianos y mayoritariamente negros y mulatos, cuando en la Era de Trujillo, los dominicanos éramos más mestizos y blancos que el mulataje de ahora.

Para colmos y entre los dominicanos de tercera generación hijos de árabes y de turcos y la mayoría, habiendo entrado a la isla por Puerto Príncipe y teniendo a la Guaira en Venezuela como el puerto de escape de un estado otomano opresor, generaron un profundo odio y desprecio racial al Haití que les acogió y por lo que después de aprovechar la hospitalidad vecina, inmigraron hacia la parte oriental de la isla, aquí a República Dominicana y como los Arbaje o los Abinader, crearon familias, pero con la marcada característica de apenas disimular la animadversión árabe y turca  hacia Haití.

Esa realidad, que abarca a otros descendientes árabes y turcos como los Cury, por ejemplo, se tiene en estos momentos  con esa abusiva actitud intolerante de dominicanos de tercera generación odiando a los haitianos que viven entre nosotros como inmigrantes ilegales, primero como braceros para los campos de caña de azúcar  desde el 1967 por el acuerdo de trabajo entre los dos países en los gobiernos de Duvalier padre y Balaguer y quienes al principio cumplían con que los braceros al término de sus contratos de trabajo eran devueltos  a su país, pero luego y ya para los años setenta y básicamente desde el 1974, relajando el acuerdo la parte dominicana y para dar inicio a la formidable trata y tráfico de personas  con complicidad militar y empresarial y de los dos países.

Era entonces, el maltrato en los bateyes en donde funcionaba una especie de régimen de semi esclavitud y siendo los bateyes, especie de campos de refugiados de explotación de mano de obra barata de los que surgió la variable de trabajo doméstico esclavo y lo otro, de ese incipiente comercio de prostitución social, que para los setenta, ni el gobierno de Balaguer podía frenar los excesos que se suscitaban y como producto básicamente del afán de lucro de los jefes militares, a quienes Balaguer premiaba otorgándoles grandes predios de colonias de caña de azúcar para su explotación y mecanismo de corrupción a gran escala y con el apoyo directo del entonces Consejo Estatal del Azúcar (CEA).

Pero ocurrió, que la locomotora económica dominicana empezó a despegar con las obras de infraestructura de presas y represas, carreteras y edificios multifamiliares y sus contratistas impusieron el tránsito de bracero a trabajador de la construcción y dando paso a la entrada masiva de aquellos haitianos cañeros a las ciudades y ahora como trabajadores de la construcción y quienes obtenían mejores ingresos y condiciones de trabajo que en el campo cañero, donde los derechos humanos no existían y la explotación masiva era la línea a seguir.

Así y de esa manera, el haitiano trabajador en el campo paso a las ciudades como obrero de la construcción y aprendiendo rápidamente y haciéndose diestro, se convirtió en el elemento de trabajo pagado que incentivó la inmigración haitiana a gran escala, que a su vez era protegida por militares, policías e inspectores de Migración, quienes a ojos vistos se enriquecían escandalosamente.

Por eso la población inmigrante haitiana creció y de ella, nacieron nuevos dominicanos de origen haitiano a los que ahora y canallescamente, el Tribunal Constitucional no quiere reconocer como tales y no obstante que la mayoría nacieron, estudiaron y adoptaron nuestras costumbres como dominicanos de nueva generación y en lo que una fuerte mayoría nacional se opone a que no se les trate como los dominicanos que son.

Al mismo tiempo, surgió la nota racista abusiva del Instituto Duartiano y ahora su resultado, de un reducto de dominicanos extremistas y anti haitianos que dieran lo que no tienen porque las dos naciones se fueran a una guerra de exterminio.

De este modo, se tiene, que ahora que Haití se ha partido en cientos de pedazos a partir del magnicidio contra el presidente Juvenal Moïse en febrero de 2021, por primera vez el país transfronterizo empieza a tener un gobierno legal y legítimo, con el nuevo primer ministro designado, Garry Conille, proveniente de la alta burocracia tecnológica internacional.

En la actualidad, ahora es director regional saliente del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) para América Latina y el Caribe desde 2023 y fue primer ministro de Haití entre 2011 y 2012, bajo la presidencia de Michel Martelly. Hablamos de un tecnócrata y político experimentado y de mente abierta y global y para nada radical contra la nación dominicana, por lo que bien se puede decir, que con él podría haber un nuevo periodo de trabajo y colaboración entre los dos países y tal como justamente, el presidente Abinader a abogado ante la comunidad internacional.

Ante este nuevo escenario, lo único que cabe esperar, es que los medios de prensa dominicanos y haitianos tengan el buen espíritu de no avivar bajas pasiones y malentendidos, frenar a los ultras de los dos países y hacer una apuesta por la hermandad, la sana convivencia y la paz.

El nuevo primer ministro necesita espacio para dar paso a sus políticas de apertura y mucho más, cuando a dos semanas está la entrada en firme de la policía de la República de Kenia, reputada como una que tiene eficacia en intervenciones castrenses patrocinadas por la ONU.

Del lado dominicano y en gesto de buena voluntad, pensamos que el presidente Abinader y como jefe de nuestra política exterior, perfectamente que pudiera abrir un compás de espera en materia de las deportaciones de haitianos ilegales, por lo menos para los próximos seis meses y hasta que la gobernabilidad empiece a desarrollarse entre nuestros vecinos, en tanto que a nuestros ultras anti haitianos se les conmine a que dejen a un lado sus odios y den espacio para que la confraternidad binacional sea recuperada.

Teniendo en cuenta pues todas las variables anteriores, es que decimos, que Haití y su antesala del triunfo o de la derrota final y de avanzada, una intervención militar humanitaria en camino merece una nueva oportunidad como estado democrático de derecho. Con Dios. (DAG) 02.06.2024

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