Cuando se vive en un estado de derecho y las personas son y actúan como ciudadanos, el comportamiento cívico es esencial si se quiere evitar los malentendidos, los radicalismos y las expresiones altisonantes de un nacionalismo hijo de la petulancia y la emoción.
Últimamente, las relaciones entre obligadas y de compromiso de extranjeros residentes en este país, legal o ilegalmente, muestran un punto de agresividad y que muchos entendemos es hijo del contenido amarillista y escandaloso de la mayoría de los medios, periodistas y comunicadores en internet y en concreto en las redes sociales, donde individuos a los que antes, la concentración de medios en pocas manos les impedía expresarse, ahora se muestran con la agresividad tan propia del desbocado que se quiere hacer sentir.
Sí es verdad, que, de buenas a primeras, el territorio nacional y literalmente ha sido ocupado por nacionales haitianos y una parte menor de ciudadanos venezolanos y como también es verdad, que muchos haitianos ilegales actúan como si nuestra nación fuera también la suya y con derecho propio de protestar y hacerse valer a como diera lugar.
Con el mismo comportamiento grosero se muestran inmigrantes forzosos venezolanos a los que desde el último año del gobierno Danilo-PLD entraron derrumbando puertas y tal como si este país le debiera algo.
Para resumir, la paz social ha sido quebrada y si se tiene en cuenta que un fuerte segmento poblacional dominicano no se encuentra nada cómodo con tan poca falta de civilidad y decencia, que al final resulte que entre esos extranjeros y los dominicanos, parecería que ya no hay manera de entenderse. ¿Resultado?, las relaciones de dominicanos con haitianos y venezolanos y con sus altas y bajas, desde hace cinco años parecería que siempre serán crispantes.
También hay que decir, que el colectivo chamo (venezolano) ya dejaron de provocar con aquella burda mentira de que el padre de la patria fuera protegido por Venezuela y lo que exactamente nunca fue así y por la determinante razón, de que Duarte, un hijo de comerciante de clase media, llegó a Caracas como exiliado, pero con los recursos suficientes como para contribuir a la economía del país sudaca invirtiendo en una fábrica de velas y que para aquellos tiempos que la electricidad no era del todo conocida, fue una inversión más que agradecida.
El otro aspecto, el haitiano y en honor a la verdad, lo que percibimos, es que las relaciones han dado un giro de crispantes a violentas y sin duda, por ese irracional discurso de odio de los dominicanos que tienen como bandera de libertinaje y para decir lo que les parezca en los lupanares mediáticos en las redes sociales.
Así las cosas. Mientras los venezolanos se han calmado y actúan como extranjeros siendo corteses en el país que les ha dado acogida. Una mayoría de haitianos y casi todos ilegales, por el contrario, muestran la agresividad propia de aquella persona que se siente agredida y acorralada y creyendo, que, si no es violenta, los dominicanos no le dejarían vivir.
Por tan lamentable precepción, 300 mil haitianos que trabajan y tienen contratos de trabajo en la zona este, son agredidos y ciertamente que, de manera injusta, pues se les trata como si ellos fueran indocumentados y por lo tanto, que hay que perseguir y acosar y tampoco se les reconoce como personas de trabajo y que pagan sus impuestos.
Ayer, por ejemplo, obreros haitianos de una obra en Uvero Alto, Punta Cana, al sentirse estafados por el ingeniero de la obra, que no quería pagarles lo que les corresponde, se amotinaron y provocaron ciertos daños a la propiedad y lamentablemente y como producto de la refriega, alguien murió y lo que fue producto de un ingeniero aprovechando de pretexto un ambiente social crispante para beneficiarse y robarle sus jornales a sus obreros y contando, que todos se quedarían cruzados de brazos y lo que no puede ni debe ser.
El colmo ha sido, que, el gobierno no ha hecho lo necesario para que las animosidades ni siquiera se atenúen con el asunto de la marcha anunciada y por lo que se está viendo, también luce y que irrita, que toma parte a favor proteger al extranjero haitiano sin importarle lo que los dominicanos de buena voluntad pudieran decir al respecto. Esa actitud tan incómoda ha soliviantado los ánimos y ahora a más, desde que se supo que el presidente Abinader es hijo de padre árabe y madre haitiana y que sus principales socios de gobierno son miembros de la alta burguesía haitiana y que es la explicación para entender el por qué tiene integrado en su gobierno plutocrático a haitianos de esa burguesía que nunca le ha temblado el pulso para explotar a su pueblo y lo que nunca aquí había ocurrido.
No se trata de racismo y sí de inquietante percepción, sobre todo entre los más de cien mil obreros y mano de obra haitiana en la construcción, servicios domésticos, negocios, fábricas y hotelería y quienes con toda la razón se sienten acosados y al extremo, de que es público, que los inspectores de Migración están cometiendo abusos inacabables contra todos entre empresas y hoteles de la zona este y su personal extranjero.
Ya se ha llegado a escaramuzas mayores, incluso, ayer se comprobó de un haitiano muerto en la refriega suscitada y lo que es suficiente para que organismos internacionales anti dominicanos, pongan el grito en el cielo en contra de lo que mal denominan supuestas «prácticas racistas de los dominicanos».
Este próximo domingo 30, dentro de diete días, se habla de una gran manifestación anti-Haití y con la desmesura de calificarla para hacerle ver a los haitianos, que este país no es el suyo y lo que ciertamente aumentará el nivel de crispación y provocación, que por lo que parece, a esta mañana se acentúa con el anuncio oficial de que la marcha a Friusa (Verón) no será permitida.
Desde luego, si se nos pone a escoger, siempre y con los ojos cerrados estamos muy de acuerdo con la salvaguarda de nuestra nacionalidad y soberanía, pero nunca dispuestos a tolerar abusos contra una población trabajadora haitiana, que por lo menos, desde Verón hasta el último rincón de Bávaro, Punta Cana y Cap Cana, sus trabajadores haitianos y en gran mayoría, son ciudadanos con documentación legal.
¿Por qué nos preocupamos por el tema?, porque cuando éramos jóvenes y con veinte años éramos un inmigrante legal en EEUU y vimos el comportamiento del ilegal viviendo al salto de la mata para que no lo deportaran. Esas persecuciones y maltratos de ahora contra los haitianos, legales o no, nos recuerdan aquellas vivencias y por eso no podemos aceptar que una marcha se utilice para zaherir, denostar, perseguir, amenazar o llegado el momento, hasta matar a quienes sean objeto de la política de odio que los extremistas del patio han estado generando.
Y como si nadie quisiera resolver la situación, la política se ha metido de por medio y vemos a un influenciador muy celebrado, iniciando sus pininos como provocador aspirante presidencial, que está a jacha y machete a favor de la marcha y de qué forma y sin importar consecuencias y por eso en abierto desafío institucional. En consecuencia, creemos que la autoridad tiene que buscar las vías para que no se dé una situación, que encima le genere a la República, disgustos y mala imagen, pues, al fin y al cabo, una de las mejores maneras de resolver la inmigración ilegal es que los ciudadanos nos constituyamos en plataformas de contribuir a la documentación legal de quienes y como extranjeros no están debidamente documentados y teniendo el atenuante de que son trabajadores a tiempo completo.
Solo lo advertimos. Lo otro que venga, responsabilidad de los actuantes, como de las autoridades, será el atropello incontrolable que se establezca y como no quisiéramos que al lamentar será el llorar, como ciudadano con responsabilidad cívica, política y social, llamamos a mucha serenidad y control. Y lo decimos tajantemente, si las autoridades estiman que no podrían controlar el orden público, entonces, nada de marcha o manifestación. Vidas y propiedades jamás pueden ponerse en peligro. Sobre todo, cuando quienes vivimos en Punta Cana y sus suburbios, perfectamente que nos damos cuenta y damos fe, de que la mano de obra haitiana es útil y sana y con muy bajo indicador de criminalidad.
Terminamos diciendo, que hablemos del insólito grave problema de orden y seguridad pública. Radicales y con el pretexto de una supuesta “invasión pacifica haitiana”, quieren desconocer y arrebatar derechos, a haitianos trabajadores y registrados donde trabajan. Con Dios. (DAG) 23.03.2025