Reprobada hasta tres veces por el Congreso de los Diputados como ministra de Justicia, Dolores Delgado fue nombrada fiscal general, «encarnando así la voluntad manifiesta de la coalición gubernamental (el Frente Popular) de politizar la Justicia». En su objetivo de erosionar la Monarquía –eje de la Transición– la fiscal general decidió facilitar la miserable campaña orquestada contra el Monarca que estableció la democracia pluralista plena en España y la salvaguardó cuando el 23 de febrero de 1981 algunos militares se sublevaron contra el orden constitucional reinante.
Los fiscales independientes han llegado a la conclusión, tras dos años de voraces investigaciones, de que no existen pruebas suficientes para encausar a Don Juan Carlos, el Rey que ha encarnado uno de los cuatro grandes reinados de la Historia de España junto a los de Carlos I, Felipe II y Carlos III.
La maniobra alimentada hasta la náusea por el periodismo amarillo ha emporcado la imagen del Rey padre, ha fragilizado la Institución monárquica y, sobre calumnias, falsedades, insidias, bulos y rumores, ha hecho un daño en muchos aspectos irreparable. Algunas cámaras de televisión se han acercado, como si del Papa se tratara, para recoger, una y otra vez, las palabras de cierta hetaira despechada y de un policía encarcelado por presunta corrupción.
Ahora resulta que no se han encontrado pruebas, que no hay delitos, y que el Rey padre queda exonerado por una Justicia ejemplarmente independiente, si se confirma lo adelantado por El Confidencial. Por otra parte, el objetivo final de la operación consistía en crear una situación insostenible al Rey actual, Felipe VI, que ha tenido la inteligencia y la prudencia de no entrar en el debate porque la Monarquía parlamentaria es una plataforma neutral para que sobre ella se solucionen los problemas de España.
El Rey padre no se querellará contra los que le han denigrado en los medios de comunicación. Algunos lo han hecho por convencimiento, otros en busca de audiencia y notoriedad. Los españoles han asistido a una campaña descomunal y miserable. Pero la Historia, en fin, colocará a Juan Carlos I, el demócrata, de forma destacada, en el lugar que le corresponde. Por: José María Ansón [La Razón]