sábado, julio 27, 2024
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La arrogancia desde el poder no es buena cosa y mucho menos, si es de un presidente de la República que así se muestre

Comprendemos que el presidente  Luis Abinader, un ciudadano de 57 años y a punto de cumplir los cuatro de su primera presidencia, se encuentre en ánimo de alborozo y al haber obtenido y sin duda, por métodos no confiables e hijos de la irresponsabilidad y cobardía de la Junta Central Electoral (JCE) un “triunfo” electoral propagandísticamente apabullante y que a denuncias del principal candidato opositor, exprese lo hiriente de que  “Ya yo deje las elecciones atrás”, por lo que ayer se mostró con ese talante arrogante que poco le beneficia.

Y esto así, porque por su respuesta, que en cierto modo habría que calificar de insolente, el meta mensaje que el presidente le envía a la nación, es de que no solo no acepta ningún tipo de critica negativa a su “triunfo”, sino que si diera rienda suelta a sus emociones, fácilmente que habría que verle como un preaviso de lo que en represión a terceros, el jefe de Estado y de Gobierno estuviera dispuesto a ejercer y lo que sin duda, es una respuesta política inapropiada y en cierta manera, desconsiderada.

Naturalmente, que, para los parámetros dominicanos, en donde en líneas generales, desde el 2000 no ha habido elecciones cuyos resultados se pudieran ponderar como auténticos e irrefutables, lo que acaba de ocurrir con las pasadas municipales de febrero 18 y las presidenciales y legislativos del pasado día 19, de entrada, bien podría hablarse de más de lo mismo y ante lo cual y difícilmente, a Abinader se le pudiera sacar de su errada creencia de supuesto triunfo electoral abierto.

Desde luego, la prensa mercancía que está a su servicio y cuyos principales exponentes se encuentran en esos productores de programas de radio y televisión y comentaristas en internet y ni hablar en los lupanares mediáticos en las redes sociales y todos con presupuestos publicitarios cada mes de uno a diez millones de pesos por individuo, gritarán loas y clamarán hasta la histeria que el presidente logró su reelección “limpiamente”, pero no fue así y todo periodista, analista o comentarista decente y aun cuando lo haga en su fuero íntimo, deberá admitirlo.

Ahora bien y recordando el dicho popular de que después del palo dado no hay nadie que lo quite y mucho menos, cuando el juez electoral a cargo ha sido tan inescrupuloso y abusador, que entonces haya que abocarse, a que y dentro de lo malo, tratar de encontrar lo mejor.

En este sentido y en lo que a POR EL OJO DE LA CERRADURA atañe, institucionalmente Abinader es el presidente constitucional, ahora en funciones y a partir del 16 de agosto, de hecho. Por lo tanto, cualquier disparidad o inconformidad hay que manejarla con la destreza propia de quien se siente institucionalmente muy comprometido con la República y en función de ello no tirarle más leña al fuego que el atropellamiento oficial y del PRM han impuesto.

Sin embargo, están sucediendo hechos lamentables de incremento de la criminalidad, asaltos y hasta dos bancos comerciales con sucursales violentadas, que necesariamente obligan a que se sea lo suficientemente cauto y como la única manera de que las acciones de policía y seguridad que las autoridades a cargo estén tomando como reacción investigativa y punitiva supuestamente correcta, no continue en la desproporción de violencia policial extrema.

Preocupa sí, que parecería, que de cada reunión semanal de seguridad que el presidente Abinader encabeza en la policía, esté resultando un incremento “justiciero” y de una policía, que parecería que sus efectivos tuviesen instrucciones de “darle para abajo” a cuanto delincuente se topen o se les enfrente. Es de alarma, que en los últimos tres meses y ya con 30 muertos por “intercambios de disparos”, la represión policial parecería más que preocupante y por lo desproporcionada para un estado de derecho.

Matar por matar y para imponer el terror o una especie de "pax romana”, no es precisamente el oficio que primordialmente deberían tener los efectivos policiales y mucho menos, cuando ya se está viendo, que poco a poco el ánimo policial es de entender y ver en cada ciudadano a un potencial delincuente y que ya se observa ese “método” tan sangriento, en el comportamiento abusivo de patrullas policiales en las carreteras y lo que naturalmente no contribuye a la paz social.

De otro lado, es evidente que los abusos policiales están generando un peligroso incremento de las delincuencias barrial y juvenil y su paralelo de un alto consumo de drogas ilícitas, que, para colmos, genera una reacción desusadamente violenta en las tropas a cargo de perseguir semejante indicador de perniciosa violencia social.

Sí, es cierto, que el gobierno ha incrementado las ayudas sociales a los hogares más desposeídos y precisamente para tratar de atenuar la ausencia de ingreso regular cierto por parte de quienes se benefician y lo que se hace al costo, de incrementar los préstamos extranjeros y ventas continuas de bonos soberanos y para cubrir los déficits del presupuesto de la nación. ¿Se podría decir que algo es algo?, no.

Lo que se ve, es que hemos ido y como nación, para atrás en materia de equidad e igualdad ciudadana y ello es pésimo para el manejo y control de la gobernabilidad, sobre todo, cuando ya se está a cinco meses de la puesta en ejercicio de la draconiana y policiaca ley 1-24, que es el atentado más evidente de parte del Gobierno y para imponerle una camisa de fuerza, a un Estado, que pocas veces ha dejado de ser autoritario.

Así se tiene, que para las libertades de palabra, conciencia, libre expresión del pensamiento, de disidencia como de prensa, existe una amenaza latente de parte de una presidencia imperial, que al no tener contrapeso firme dentro del Poder Legislativo, es más que evidente, que se está a un tris o en el filo de un machete dispuesto a cortar cabezas en materia de afectación del ejercicio de la libertad de expresión y que al ser una situación que cuenta con el ominoso silencio presidencial al respecto, no ayuda en nada para que lo poco que hay de prensa independiente, esta pudiera sentirse mínimamente protegida.

Entonces y ante escenario tampoco fiable, que ayer y en su rueda de prensa semanal, Abinader hubiese dado una respuesta inapropiada o insolente y según como la misma se interprete y nada menos que al jefe de la oposición, que automáticamente el común de la ciudadanía entienda el terrible meta mensaje que tal respuesta encierra en lo que respecta al comportamiento ciudadano.

Aun así, todavía no se puede decir que Abinader acaricie imponer una cortina de hierro que refuerce la de silencio que ya existe a golpe de cañonazos de papeletas para los prostíbulos mediáticos y sus sicarios y que se entienda, que poco a poco su administración pretende imponer y ahora, comprando voluntades o quien sabe luego, mediante una represión brutal.

Por eso y por ahora, nos limitamos a decir, que la arrogancia desde el poder no es buena cosa y mucho menos, si es de un presidente de la República que así se muestre. Con Dios. (DAG) 04.06.2024

 

 

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