La crisis del periodismo: cuando el dato mata la historia

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El periodismo vive la noticia más en directo que nunca. A veces, tan en directo que no hay margen para procesar lo relevante de la propia noticia. Como consecuencia, el periodismo ha ido incorporando técnicas de reality show a su día a día. Hasta se anuncian informaciones a través de cebos con su pompa y su suspense para intentar atraer la expectativa del espectador. Ya no sólo basta con narrar bien la información, hay que saber vender bien la información. Aunque, cuidado, la obsesión por impactar en ocasiones se olvida que un dato sin contexto puede que no se comprenda. Es más, un dato sin contexto puede no valer nada.

Cambian las plataformas, pero el buen periodismo siempre será el que ahonda en las historias con mirada. No se queda en la superficie para explicar el recorrido que nos ha llevado hasta aquí y sus consecuencias prácticas. Un cometido que, estos días, está intentando La Sexta con los 'Pandora Papers'. Tras los papeles de Panamá, da la sensación de que han entendido que sería un error quedarse en un efectista escrutinio de nombres propios que han evadido impuestos. Lo notorio es indagar en las tramas que hay detrás de cada circunstancia personal. Pero para conseguir realizar bien este cometido hace falta tiempo, justo lo que no abunda en el frenesí de elaboración y consumo de información actual. Así que, al final, con los 'Pandoras Papers' el ruido también está fagocitando el complejo fondo de la investigación. 

Y, entonces, nos fijamos más en el dato efectista que, además, por si solo es sencillo de manipular. Y, entonces, los bulos también crecen, se expanden. Y, entonces, deben ser analizados una y otra vez por organismos de verificación. Pero de poco sirve recalcar si es verdad o mentira un relato si ya se ha incentivado desde los propios medios de comunicación y las redes sociales a un público creyente y no a una audiencia con espíritu crítico. De hecho, hay una estirpe creciente de espectadores, lectores y oyentes que acuden allá donde saben que van a escuchar lo que quieren oír. Están convencidos de sus prejuicios y sólo están dispuestos a ir donde se les da la razón. Aunque sea un fake. La verdad da igual.

Mientras tanto, el espectáculo televisivo también ha convertido a determinados periodistas en personajes. Son los opinadores de trinchera que son ubicados en los platós a la izquierda o derecha según su ideología. Perfecto para los manipuladores de corrientes de opinión a través de las redes sociales, ya que pueden desacreditar la función social del periodista asociándolo a ataduras políticas. Y la audiencia compra este discurso de periodista incompatible con la honestidad porque lleva años viendo a 'periodistas' muy populares metamorfoseados en 'tertulianos' que mutan su defensa según lo que diga el partido al que apoyan. 

El show de entretenimiento ha ido desvirtuando el periodismo clásico. Y, a la vez, la rapidez con la que consumimos la información ha propiciado que el dato cobre protagonismo sobre las historias periodísticas. Porque consumimos más que escuchamos. Por tanto, nos fijamos en lo que impacta e indigna que suele ser más vistoso (y estruendoso) que lo que nos aporta.  Sin embargo, la vía más inteligente para recuperar el vínculo de credibilidad con el espectador, como antídoto al anonimato de los bulos, es volver a potenciar las crónicas que nos implican porque nos descubren, nos hacen entender.  Es la hora de poner el foco en el atractivo de las historias que existen detrás de los datos. Las historias con la perspectiva que otorga el tiempo, no ansiosas con lanzarse al dato a destiempo. Por: Borja Terán [20 Minutos]