Al final de todo, acabé con COVID-19. Me pegó duro, pero tampoco nada que requiriera hospital. La ómicron no es una gripecita, pero tampoco es lo peor del mundo, y se puede llevar en casa con mucho descanso, hidratación y monitoreo cercano de la glucosa en la sangre, la presión arterial y la respiración.
La realidad es que debemos tomar precauciones, pero también hay que entender que las posibilidades de que nos enfermemos son altas, por lo que es de suma importancia estar listos en las casas para pasar los contagios de la forma menos dañina posible.
Tras esta experiencia, insisto en que hay que atender con urgencia el régimen de pruebas, tanto en sus costos, como en el tiempo de respuesta, pues la enorme cantidad de casos ha impactado la productividad de muchos sectores por las ausencias de los trabajadores y ese tema es serio.
Otro asunto fundamental en medio de toda esta ola de contagios es la asistencia de estudiantes y maestros a la escuela. Es crítico que las aulas se reactiven, pero lo cierto es que no son pocos los padres que tienen miedo de exponer a sus hijos a que se enfermen, por más leve que sea la variante ómicron.
Hace falta un operativo sanitario más intenso, mediante la importación de pruebas caseras de fácil uso, que permita a los centros educativos y a las familias detectar posible positivos y evitar contagios masivos dentro de los muros escolares. Eso no es complicado. Sí cuesta dinero, pero la situación que vivimos lo requiere.
Los padres y maestros estarían muy felices de tener mecanismos sanitarios más eficientes, de modo que no se vea la escuela como un posible foco de contagio, sino como un centro de detección y prevención de la enfermedad.
El ministro Fulcar debe entender que no se trata de abrir las aulas, sino de procurar que esa apertura sea segura para todos los componentes del sistema. Evidentemente los padres y los maestros están inseguros, por lo que toca al gobierno demoler con acciones esos argumentos de incertidumbre y conseguir que los estudiantes vuelvan pronto a clases, pues es en la escuela donde deben estar. Por: Benjamín Morales Meléndez [Diario Libre]