La generación del 1967 y la otra del 1976 son las llamadas a realizar el cambio de ciclo, que definitivamente, sacará a este país del subdesarrollo mental que le tiene aprisionado dentro de las peores formas de caudillismo, clientelismo, populismo y la corrupción rampante. Las cuatro bestias apocalípticas que todavía aprisionan.

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Siempre hemos tenido el criterio y desde hace  unos tres años, de que hasta que en esta nación, los 8.5 millones de dominicanos que nacieron a partir del 30 de mayo de 1961 no logren conectar con el necesario nuevo liderato nacional emergente, que haga posible, que nuevos valores de conducción y a todos los niveles dentro de las fuerzas vivas y la sociedad civil, relancen la vida política nacional y adecuándola en lo político a la misma condición de economía emergente que se tiene, no será posible que la nación pueda quitarse de encima a la nefasta partidocracia que la sojuzga.

Y lo que planteamos, porque definitivamente, la República luce absolutamente estancada en materia de evolución mental, real y cierta de sus recursos humanos y al grado, de que todavía no ha podido darse abiertamente un verdadero resurgir generacional, que haga posible que la nación vaya a paso firme en todo el discurrir de este siglo.

Al efectuar la advertencia, tenemos también muy presente la tremenda revolución generacional que se ha estado dando y desde el 2012 al presente y materializándose con el ascenso del presidente Luis Abinader en agosto de 2020, quien por el efecto positivo de ser el primer presidente nacido luego de la etapa trujillista, se encuentra y como él, todos aquellos jóvenes de ambos sexos que pertenecen al nicho generacional nacido en el 1967 y el que a nuestro modo de ver, es el adecuado punto intermedio en el que se ha producido el nacimiento de nuevos dirigentes nacionales y tanto en lo político como en lo empresarial y que definitivamente, están en condiciones de emprender el gran reto generacional que deberán cumplir.

Sobre el particular, solo hay que ver cuántos jóvenes como Abinader están ocupando puestos de dirección dentro del gobierno de la República y el Poder Judicial, pero no tanto dentro del poder Legislativo y aunque sí muchos dentro del Poder Municipal y quienes al no tener compromisos con el pasado, están en las mejores condiciones para relanzar una nación, que como esta, ha sido atrapada en el tiempo por la especie de cuatro jinetes apocalípticos que no la dejan evolucionar: La partidocracia, el caudillismo, el clientelismo y el populismo y los cuatro, con el denominador común de alentar la corrupción política, administrativa, empresarial y de Estado a niveles realmente críticos y lo peor, teniendo ahora y gracias a la concentración de medios en pocas manos, lo que es una verdadera casta de supuestos intocables, que como oligarquía tradicional, significa la retranca abominable que no deja que la nación avance como debiera generacionalmente.

Decimos sencillamente, que debe venir y ya mismo, una verdadera explosión de juventudes con criterio independiente propio y como contraste y contrapeso frente a todo lo que ha habido de conducción en el pasado inmediato y para que este nuevo factor generacional, que marcamos a partir de 1967 y que se consolida desde el 1976, sea realmente el que haga la serie de cambios reales que el país necesita para consolidarse como nación de futuro.

En este aspecto, solo hay que ver cinco jóvenes-adultos: El presidente de la República, Luis Abinader (16 de agosto de 1967 con 55 años a cumplir) la vicepresidente Raquel Peña ( 10 de septiembre de 1966 con 56 años) el presidente de la Suprema Corte de Justicia y del Poder Judicial, Luis Henry Molina Peña (24 de agosto de 1967, con 55 años a cumplir) el administrador general de Banreservas, Samuel Pereyra Rojas (20 de agosto de 1976 con 45 años a cumplir) Y desde la oposición, una amplia pléyade de dirigentes de la misma franja de edad y también ya experimentados en las lides públicas, como Margarita Cedeño Lizardo, exvicepresidenta de la República por dos periodos y tres periodos como primera dama (01 de mayo de 1965, con 57 años) y Abel Martínez Durán, expresidente de la Cámara de Diputados y alcalde de la ciudad de Santiago (21 de abril de 1972 con 50 años)

Cada uno de ellos, sin duda, es una representación viva y con sus más y sus menos, de ese nuevo tipo de juventud adulta, que en estos momentos y por las posiciones que ocupan y al momento de que caigan en cuenta de cual es el papel que la nación  espera de ellos, deberán compactarse entre sí y junto a todos sus otros iguales generacionalmente y dentro de las actividades públicas y privadas que ocupen en el acontecer nacional y quienes están llamados a impulsar la nueva República Dominicana de jóvenes dirigentes sin compromiso con el pasado y para que detrás de ellos, legiones de juventudes relancen para bien a nuestra nación.

Desde luego es muy arbitrario el listado anterior y nuestras excusas a quienes se pudieran sentir ofendidos al omitirles, pero lo que realmente queremos resaltar y como adulto de 78 años y de vasta experiencia en la vida pública y tanto como periodista con 58 años de ejercicio y otros 50 años como analista político de Estado y 28 años como notario público, que por nuestra experiencia de vida y en la que nunca nos hemos manchado con el oro corruptor y tampoco, nunca hemos dejado de mostrar nuestro criterio absolutamente independiente a todos los poderes públicos y privados, que hemos entendido, que ya es hora de que estas nuevas generaciones sean las que relancen a la República y dado que las anteriores y por las razones que fueren, no nos mostramos todo lo capaces de asumir esa obligación generacional con nuestra patria.

De ahí, que  entendiendo que hay que pasarle a estas generaciones a partir del 1967 y consolidada en el 1976, el destino de la conducción de la vida nacional y por el imperativo de que todas estas juventudes entiendan, que en vez de identificarse con banderías políticas, deben hacerlo en términos generacionales y a partir de ese punto, aunar esfuerzos para que el pasado quede atrás y con miras de que expresidentes en camino a la ancianidad, como Danilo Medina (70 años), Leonel Fernández (68 años) e Hipólito Mejía (81 años) no logren traumatizar a la juventud en sentido general y haciendo creer que todavía ellos son los dirigentes supuestamente imprescindibles, que requiere una nación de jóvenes y la que ellos y con sus esfuerzos personales y políticas en la parte positiva, también coadyuvaron a que llegara a los niveles de prosperidad en los que se encuentra, pero solo hasta ahí.

Y es que, en definitiva, creemos que la generación del 1967 y junto a la del 1976, son las llamadas a realizar el cambio de ciclo, que definitivamente, sacará a este país del subdesarrollo mental que le tiene aprisionado y dentro de las peores formas de caudillismo, clientelismo, populismo y la corrupción rampante. Las cuatro bestias apocalípticas que todavía aprisionan. (DAG)