sábado, julio 27, 2024
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La soledad de Sánchez

Es cierto que más vale estar solo que mal acompañado, pero no estoy seguro de que tenga mucho sentido aplicarlo en democracia a un presidente del Gobierno. A Stalin, Lenin, Hitler, Castro o Mussolini, por citar algunos dictadores, les gustaba la soledad y ejercían el poder con una brutalidad y crueldad espeluznantes.

En cambio, una democracia se caracteriza, tanto por la forma como por el fondo, en cómo se ejerce el poder. No es bueno que una única persona tome todas las decisiones.

La experiencia vital de Sánchez le ha conducido a desconfiar de todo el mundo, ya que sabe, mejor que nadie, que sus mayores pelotas son los que le traicionaron. Por ello, no consulta las grandes decisiones, sino que simplemente las comunica.

La realidad es que está muy solo, aunque rodeado de una Corte de fieles como si fuera un shogun de la Casa Tokugawa. Me recuerda mucho al ritual de aquella época, ya que todo el poder residía en una única persona y el emperador era un mero símbolo encerrado en su palacio.

Con alguna excepción como Bolaños, Robles, Montero o Albares, la mayor parte de los miembros del gobierno son una colección de ilustres desconocidos. No importa la cartera que ocupen, porque no pintan nada. No son más que secretarios de despacho como sucedía con los reyes de la Casa de Austria. Las correas de transmisión de la voluntad del líder.

Lo mismo sucede con Sumar, ya que Yolanda Díaz está para hacer ruedas de prensa y declaraciones, pero se desconoce que haya realizado alguna aportación más allá de las vacuidades habituales.

El único que existe es su futuro sucesor, Ernest Urtasun, que le saca partido a una cartera como Cultura que tiene competencias marginales. Es un tipo listo y bien formado, aunque no comparto algunos de sus disparates ideológicos como la descolonización. Es el prototipo del pijoprogre de mi tierra y acabará jubilando a la vicepresidenta.

Esta realidad explica que Sánchez decida orientar la política exterior de acuerdo con sus intereses y caprichos sin contar con sus socios y aliados parlamentarios. Ha decidido incrementar su apoyo a Ucrania, que me parece bien, aunque no servirá para nada, sin transparencia y sin debate. En este sentido, el sanchismo se parece mucho al bonapartismo, al kirchnerismo o el castrismo. Uno manda y el resto obedecen. Por: Francisco Marhuenda [La Razón]

 

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