Magos, chamanes y charlatanes electorales

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El otro día estaba leyendo a Demócrito de Abdera, del que solo nos han llegado fragmentos de su obra, y al buscar sus datos biográficos, algo que hago siempre para conocer mejor al autor, descubrí que Jerjes I vivió en casa de su padre. El rey persa dejo magos caldeos con quienes Demócrito estudió astrología y teología. Por asociación de ideas, imaginé a Sánchez rodeado de magos, chamanes y charlatanes electorales. Los magos caldeos practicaban las ciencias ocultas, que han puesto de moda las series, películas y novelas hasta el extremo de que a veces dudo de que no existan hechiceros, vampiros, magos y otros seres del Averno deambulando por las calles. Los caldeos tenían magia blanca que formaba parte del culto, para la cual se comunicaban con los espíritus superiores, mientras que la negra, condenada por la religión, era realizada por los hechiceros que explotaban las malas pasiones. Su versión moderna de estos últimos la encontramos en los políticos demagogos y populistas. La política debería ser la más noble de las profesiones, pero se ha convertido en un terreno abonado para todo tipo de pilluelos y pícaros.

Sánchez nos ofrece cada día una nueva promesa electoral. Al igual que hacían los magos de antaño, se disfraza para ser más creíble. Aquellos se ponían túnica y un divertido gorro, mientras que el candidato socialista opta por un aire juvenil, aunque van pasando los años y parece que espere encontrar la Fuente de la Eterna Juventud en alguno de sus viajes. Le puedo asegurar que es una ficción. No es más que un mito como la Atlántida. A estas alturas, tenemos acreditado que promete, promete y promete, pero no cumple esos compromisos. Es cierto que es un reputado experto a la hora de vender todo tipo de productos y se hubiera hecho millonario como vendedor de coches o jefe de planta en El Corte Inglés. No me extraña que finalmente haya conseguido conectar con Joe Biden. Este sábado anunció que el próximo consejo de ministros aprobará más de 1.300 millones de euros de inversión «para reforzar aún más la Formación Profesional en nuestro país».

En una de esas frases estelares, que solo se le pueden ocurrir a un líder carismático y socialista, afirmó que «el futuro está en la educación». Es algo que no se le había ocurrido a nadie. He decidido regresar a nuestro amigo Demócrito, porque escribió que «muchos eruditos carecen de sentido común». No hay duda de que al presidente del Gobierno le sobra y a raudales. No voy a utilizar la frase de que «es propio de una inteligencia divina meditar siempre sobre algo hermoso», porque no soy uno de esos neosanchistas que le ríen todas las gracias y escriben panegíricos sobre su sublime grandeza frente a la simpleza de Feijóo al que consideran un indigente profesional. Es posible que esto último se deba a que superó una difícil oposición, ha gestionado con éxito y ha logrado cuatro mayorías absolutas en Galicia.

He de reconocer que el neosanchismo es un fenómeno fascinante. No he escuchado críticas más duras que las que realizaban aquellos que ahora lo ven como el mesías de la izquierda y antaño le dedicaban auténticos disparates. No hay duda de que La Moncloa extiende su luz sobre los infieles consiguiendo su conversión. Por supuesto, no voy a ignorar que el inmenso abrevadero público, incluyendo TelePSOE, es fundamental para que los paganos se transformen en creyentes. Los misioneros que se desplazaron al Este de Europa en la Alta Edad Media sabían que lograr la conversión de reyes y príncipes era fundamental para que los nobles y plebeyos siguieran sus pasos. Todo el mundo conoce el fin del arrianismo con la conversión de Recaredo, el rey godo de Toledo. Nunca me ha gustado esa definición decimonónica de visigodos. Tras esa acertada decisión, la nobleza goda siguió sus pasos y el reino quedó cohesionado alrededor del catolicismo que era la fe verdadera. Con este gobierno y tantos pijoprogres acomplejados, los católicos tenemos que pedir perdón por la extraordinaria obra de la Iglesia en España y el mundo. Son tiempos propicios para los necios y los ignorantes.

Volviendo a los magos, chamanes y charlatanes que rodean al candidato socialista, la realidad es que ni los compromisos electorales ni los acuerdos de consejo de ministros se cumplirán. Por supuesto, logran su objetivo propagandístico. Los españoles no castigamos las mentiras. Todo vale en el mercadillo de baratijas de las campañas electorales. Los magos de antaño ofrecían curaciones mágicas para un pueblo ignorante que esperaba remedios a sus males. Es algo que cambió el Cristianismo. Es cierto que ahora está de moda reivindicar a los druidas, porque hemos decidido que eran filósofos y teólogos. La realidad es que esas religiones paganas utilizaban la magia y la hechicería como instrumentos de dominación de sus élites dirigentes. Por cierto, lo mismo sucedía con los egipcios, los aztecas, los incas, los olmecas, los toltecas, los romanos…. Las religiones paganas eran instrumentos al servicio de los poderosos. Es algo que cambió con la llegada del Cristianismo.

Cada día espero una nueva oferta electoral del aparato monclovita. La utilización del consejo de ministros como mero instrumento partidista siempre me ha desagradado. Creo que seis meses antes de unas elecciones, el Gobierno se tendría que limitar a los asuntos de trámite o las cuestiones urgentes. La Moncloa no es una sede del PSOE o del PP, sino de la presidencia del Gobierno. En aras de la transparencia democrática sería interesante que existiera un organismo independiente de verificación de los compromisos. Es utópico, pero me gusta. Por: Francisco Marhuenda [La Razón]