Mejor pocos que mal avenidos

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La rebeldía de Polonia y Hungría dentro de la Unión Europea está llegando a sus límites. Quienes pelean por mantener firme y unida la organización no pueden aceptar la actitud de los dos miembros díscolos. Varsovia y Budapest pretenden beneficiarse con las ayudas comunitarias, pero sin asumir sus compromisos igual que los restantes miembros.

El problema no es nuevo. Parte de la improvisación con que diez países emancipados de la tutela de la Unión Soviética fueron aceptados como miembros de manera precipitada. La presión norteamericana, que pretendía apuntarse el éxito de su incorporación, y la pretensión de Durao Barroso, el presidente de la Comisión, por apuntarse el tanto de la ampliación fueron nefastos.

Se negoció con prisas, sin profundizar en las condiciones que se exigieron a otros aspirantes, sin garantías de la adaptación jurídica y económica a la cesión de soberanía que implicaba compartir el futuro con otros y sin haberse ganado el entusiasmo de los ciudadanos que continuaban viendo a los Estados Unidos como sus salvadores del comunismo de Moscú.

Varios de estos nuevos miembros enseguida mostraron actitudes de disconformidad contra las decisiones de Bruselas, pero de momento son Polonia y Hungría los que llevan estas discrepancias a una situación de rebeldía que vuelve inaceptable su actitud. Consta que en Bruselas han adoptado medidas disuasorias, como la congelación de las ayudas para paliar los efectos de la pandemia, sin que el aviso sea escuchado.

En el caso de Polonia, el nacionalismo ultraconservador del Gobierno imposibilita una negociación. El rechazo de su Tribunal Constitucional a acatar la supremacía de la Justicia europea sobre la nacional pone a Polonia al borde de la suspensión de sus derechos y quizás como miembro. Por: Diego Carcedo [20Minutos]