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Nunca como hasta ahora el Poder Ejecutivo había tenido el control absoluto de los poderes Legislativo y Judicial y como lo tiene el presidente Luis Abinader, de suyo, un grave peligro institucional

La naturaleza del político dominicano trata siempre de tener control de todo cuanto esté a su alrededor o sea parte de su esfera de influencia y debido a ello, los dominicanos hemos sido condicionados por tratar de ser lo mas autoritarios o totalitarios posibles y debido a ello, la democracia en este país no es tal, menos representativa y nunca participativa y sí una tiranía a escondidas.

Precisamente por ese tipo de comportamiento absolutamente erróneo, la mayoría de nuestros gobernantes y funcionarios públicos, no tienen comportamiento democrático y mucho menos son tolerantes a las opiniones disidentes a lo que piensan o a las acciones que ejecutan y en la mayoría de los casos, casi siempre sin importarles el qué dirán.

El fenómeno de comportamiento lesivo a la dignidad humana, lo encontramos también en grupos de ciudadanos de esos que se hacen pasar por religiosos y de todos los credos y exigiendo y hasta demandando, que el común de la gente acepte la creencia que se les quiere imponer y cuando no, en base a sobornos de todo tipo y mentiras piadosas de cualquier especie.

Solo hay que ver cómo ha involucionado la educación de hogar o doméstica y al grado tan terrible de incivilidad, por el que medios y periodistas, manipulan y distorsionan los hechos y con el solo propósito de que los dominicanos no sean ciudadanos y sí siervos.

Agréguese el tremendo grado de inversión en valores morales que afecta todos los rincones de la sociedad y de la población y con mayor énfasis, desde los grupos pequeño-burgueses y los otros de comportamiento inmoral en barrios periféricos de las ciudades, en donde la juventud ha adoptado los peores comportamientos y dentro de parámetros de desorden sexual, inmoralidad y el grado tan perturbador de plataformas en internet de accionar a lo alofoque y cuya prédica diaria es el ser rebelde “a la sociedad” y mediante los llamados teteos o botellones, lograr la degradación más absoluta en una población joven sin valores morales de ninguna especie.

Justo por ello, es que la política se ha dejado atrapar en la subcultura del delincuente o antisocial de costumbres del exterior a lo dominicanyork y quienes con el pretexto de que son parte de la “diáspora” han hecho del territorio nacional espacio fértil para el narcotráfico, el lavado de activos y la inmoralidad a gran escala.

De ahí, que ahora nada es lo que parece y comenzando por las llamadas clases o grupos dirigentes, donde la nueva moral de hacer lo que los sentidos quieran, no existe el afiliado o simpatizante político de concepto y sí el analfabeto funcional presto a dejarse corromper y ser parte de la nueva forma de sicarios mediáticos amorales y los otros, muy del uso entre los grupos pandilleriles y mafiosos y no solo del bajo mundo social.

Todo comenzó en agosto de 1978, cuando el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) manejado por el dirigente nacional José Francisco Antonio Peña Gómez, dio paso a los seguidores suyos en EEUU y quienes entraron al gobierno del presidente Antonio Guzmán y luego al siguiente del presidente Salvador Jorge Blanco, con el único propósito de ajustar cuentas con la burguesía y clase media que en aquel tiempo rechazaban a los inmigrantes dominicanos que retornaban con esa subcultura delincuencial del bajo mundo de las calles de Nueva York.

El fenómeno, prendió y 45 años después, la nación y decididamente ha cambiado a peor. Ahora, el “efecto PRD” lo ha dañado y transformado todo e incluido el ejercicio de gobernar. Por eso, los presidentes son autoritarios y de comportamiento totalitario y sus mayores muestras “modernas” las tenemos con los expresidentes Leonel Fernández y Danilo Medina y ahora recién, con esas ciertas actitudes tan sospechosas de un presidente Luis Abinader, que parecería que aquellos “métodos” no le desagradaran.

De esta manera, en estos tres años hemos visto a distancia como el primer mandatario se rodea de personas nada dispuestas a contradecirlas y de políticos en cargos públicos de elección a los que no les importa que se les observe humillados de pleno al gobernante.

Tal característica se ha marcado sensiblemente en los ejercicios de administración de los presidentes del senado, Eduardo Estrella, ahora saliente y el de los diputados, Alfredo Pacheco, quienes nunca se habían visto con el poder de administración, autodeterminación y presupuesto propio, mientras que para determinados casos puntuales del poder les han convertido en simples sellos goniógrafos del Poder Ejecutivo.

Con tales actitudes, los tres ejecutivos y ha propósito o no, han violentado la libertad de escogencia de quienes los eligieron y han afectado seriamente el principio constitucional en cuanto a que dirigen poderes interdependientes y no, que uno controle a lo absoluto a las cámaras legislativas. Ni hablar de la mayoría de los gobiernos municipales, quienes en la medida que dependan de las decisiones administrativas del Poder Ejecutivo, dejan de ser los funcionarios de elección que realmente actúan en función de los intereses de sus conciudadanos y comunidades.

Desde luego, porque se advierta de la terrible deformación de comportamientos y ausencia de respeto al orden constitucional, no es verdad que nada va a cambiar y mucho menos cuando se está en principios de una precampaña electoral que abrumadoramente, hace que las banderías políticas lo distorsionen todo. Porque esto es lo grave, todas van a las elecciones y llevarán sus candidatos, pero todos, lo único que les interesa, es que el accionar autoritario continue y que los nuevos dirigentes sean tan totalitarios como los actuales y como el pueblo dominicano es un conjunto de sumisos que se entrega al completo y si con ello logra escalar socialmente. Lo único que puede decirse, es que el “efecto PRD” continuará dominando la vida política y mediática dominicana y lacerándola de tal manera, que ser corrupto o corromperse será lo normal y mantenerse decente y honrado, el estigma social para los que no quieran “progresar” y de tan lejos que se ha llegado en materia de inversión de valores morales.

Y es que no se trata de si Abinader, Estrella o Pacheco sean personas decentes y lo que no se discute, sino que, como políticos, son susceptibles de que la corrupción de Estado les esclavice y ahí el porqué del grave peligro institucional para la nación y que pudiera marcar un sello de actuación para los otros que les sucedan en el poder y sin importar las banderías políticas a las que pertenezcan o se identifiquen o el grado mayor o menor de decencia que tengan.

Por eso decimos y a modo de reflexión sorda, que nunca como hasta ahora el Poder Ejecutivo había tenido el control absoluto de los poderes Legislativo y Judicial y como lo tiene el presidente Luis Abinader, de suyo, un grave peligro institucional. Con Dios. 13.08.2023

 

 

 

 

 

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