Nunca hemos podido comprender ese vergonzoso afán nacional de querer dar lastima y de que, ante un fenómeno natural, clamar porque se nos socorra y como si realmente hubiésemos sido abatidos. A esos que así se comportan, debería darles vergüenza.

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En Puerto Rico el ya ido huracán Fiona en nivel uno y debido a que esa isla vecina es en un 90 por ciento de su territorio llano y con colinas, no montañas que no llegan ni a 600 metros de altura, tiene sentido que el citado meteoro hubiese ocasionado serios estragos en todas sus infraestructuras y que los arroyos y ríos secos se hubiesen vuelto a convertir en canales de agua caudalosos, que inundaron todo cuanto encontraron a su paso.

Si lo anterior se entiende, se debe comprender el porque de los daños reportados, aparte de que allí y en términos generales nadie cuida de su entorno ni infraestructuras, dado que el boricua es un pueblo que solo depende de los cupones de comidas estadounidenses y de ayudas sociales continuas por un lado y del consumo de drogas y alcohol por el otro. Mientras la mayoría solo se ocupa del juego y no hacer absolutamente nada por contribuir a mejorar la calidad de vida que le proporciona ese 10 por ciento de su población entregada al trabajo productivo, así como a establecer una solida clase económica que les sea útil a todos.

Pero en República Dominicana la situación es muy distinta, para empezar, tenemos unas cadenas de montañas que en algunos aspectos están en los mil a tres mil metros de altura, conformando de ese modo un valladar natural que frena cuanto ciclón o huracán intente entrar por el este del territorio nacional y que es la razón del porqué el ojo de Fiona debió desviarse y sin causarnos daños materiales significativos. Sí que nos dejó de huella un incremento de lluvias fuera de lo normal, pero sin que los daños provocados pudieran significarnos una desgracia, de esas que por nosotros mismos no pudiéramos superar en un tiempo corto no mayor de diez días.

Y que ha sido lo que realmente ha ocurrido. Es por eso que apenas se han debido reagrupar a unas 13 mil personas y la mayoría, viviendo en lechos de ríos y arroyos secos, que al venir las aguas, pues naturalmente arrastraban todo lo que encontraran a su paso e igual lo otro, de no más 400 mil clientes de las empresas eléctricas, que en razón de los fuertes vientos, sus líneas de transmisión experimentaron determinadas interrupciones en el suministro eléctrico y que como tal que ya se conoce, será un asunto a corregir en diez días a partir de hoy, mientras el grueso de los clientes, cerca de tres millones, no experimentaron ningún tipo de interrupción del servicio.

Sin embargo, por lo que se ha dicho por la radio y la televisión y ni se diga en la prensa escrita mercancía amarillista y peor, entre los agitadores de las redes sociales, da la desagradable impresión, de como si efectivamente el paso del citado huracán hubiese ocasionado una grave desgracia nacional y cuando realmente no ha sido así y mucho menos con apenas dos muertos y por circunstancia de impudente uno y de accidente la otra.

Muy por lo contrario, la robustez del Estado Dominicano, la alta calidad de sus infraestructuras y el tremendo empuje económico que le acompaña, ha sido el factor que ha permitido que el gobierno de la nación se hubiese puesto en pie para enfrentar los posibles daños ocasionados por Fiona y ni hablar del empresariado como también de las damas y caballeros dueños de organizaciones no gubernamentales (ONG) quienes en conjunto pusieron en funcionamiento todos sus planes y políticas para asuntos de emergencias.

No obstante tan auspiciosa realidad, parecería que periodistas y medios hubiesen querido que la República hubiese resultado destrozada en su infraestructura y de ahí que con un descaro y falsedad abusivos, se han puesto a  describir pequeñas situaciones de desbordamiento de ríos y arroyos como si se tratara de un asunto extremadamente grave y que por los fuertes vientos experimentados de 155 kilómetros por ahora, que como era previsible afectarían los sistemas eléctricos, de cable y de instalaciones aéreas, las caídas de árboles o de partes del tendido eléctrico lo quieran presentar como la gran tragedia que facilitara las cosas y para que en el exterior nos vieran como una nación de economía tercermundista y no la poderosa y emergente que es.

Al tiempo que, con una desfachatez única, todos esos medios y periodistas, se han lanzado a una de divulgaciones de supuestas tragedias y sobredimensionadas en base a fotografías y videos manipulados y con el único propósito de que esa parte de mentalidad subdesarrollada de muchos dominicanos se avivara y de inmediato, una fuerte mayoría clame por ayuda del exterior, cuando en verdad no hay razón alguna de solicitarla.

Así se tiene, a ciertas oenegés dirigidas por “damas filantrópicas”, que en realidad viven de las desgracias ajenas y todas, como plañideras tratando de dar lástima y para tratar de lograr que gobierno y empresarios y cuando no, instituciones del exterior, les provean de fondos y ayudas “para socorrer al infeliz pueblo dominicano” y concomitantemente con ello, engrosando clandestinamente sus cuentas bancarias.

Es por eso, que al ver la iniciativa oficial y encabezada por el presidente de la República, Luis Abinader, de ir en procura de solucionar donde hayan ocurrido, los daños que se hubiesen presentado, que entendamos, que ha sido la mejor respuesta y como contrapartida, a ese afán vergonzoso de querer dar lástima, de esa prensa que se resiste a aceptar, que la República Dominicana de los años treinta del siglo pasado, cuando era una aldea, cambió desde el 1961 a este 2022, a un poderoso Estado de economía desarrollada y que se vale por sí misma.

Razón, que nos mueve a mostrar profundo desagrado frente a quienes quieren aprovechar el paso de Fiona para salir con la cantaleta de solicitar ayudas, cuando los dominicanos y por sí mismos y por la robustez de nuestro Estado, estamos en condiciones y nos sobra, para enfrentar y corregir todo cuanto, de aparentes daños, el huracán que mencionamos presuntamente hubiese ocasionado.

Lo que nos obliga también, a protestar frente a toda esa prensa tendenciosa y mentirosa, oportunista por demás, queriendo hacer creer una historia falsa y muy propia de las factorías mediáticas que los barones mediáticos tienen y para engañar, manipular y embrutecer a los dominicanos que se dejen sorprender y lo que también nos obliga a decir, que nunca hemos podido comprender ese vergonzoso afán nacional de querer dar lástima y de que, ante un fenómeno natural, clamar porque se nos socorra y como si realmente hubiésemos sido abatidos. A esos que así se comportan, debería darles vergüenza. (DAG)