Otegi y Bildu, los repugnantes socios del PSOE

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La izquierda política y mediática no quiere que hablemos de los etarras condenados que Bildu ha incorporado a sus listas. Hacen referencia a la «presencia» como si fueran algo irrelevante. Por supuesto, no es lo que decían o escribían en los años del plomo. Cuando caían periodistas, políticos, militares, policías, guardias civiles, empresarios…. leíamos duros editoriales o escuchábamos descalificaciones contra ETA y su entorno político. En cambio, ahora les molesta que hablemos de los filoetarras o los herederos de ETA. La conversión de Otegi y sus secuaces en hombres de paz es una enorme indignidad. Hace años coincidí con el líder de Bildu en ETB. No sabía que le iban a hacer una entrevista y yo acudía a una tertulia. Cuando entré en la sala de espera se encontraba con Petrikorena. Me miraron con odio y sentí esa sensación de estar ante un mal sin límites. Mi padre me hubiera dicho una frase que le gustaba mucho en esas circunstancias: «no son como nosotros».

Me quedé en la sala cuando llevaron a Otegi al plató. No se dio cuenta de que el televisor estaba encendido y le dijo a la presentadora: «Que hace este tío en nuestra televisión» y le respondieron que era una persona dialogante y educada. Por supuesto, añadió algunos insultos sobre mi persona que son un eterno motivo de orgullo. Su compañero me miró como si tomara las medidas para un ataúd. Eran etarras y por supuesto hubieran ordenado mi muerte sin que les temblara la mano. Pedro Sánchez pacta, sin ninguna necesidad, con esta gentuza. En otra ocasión, se me encaró otro batasuno y me dijo que algún día tendríamos que pedir perdón por los que habíamos matado. Le respondí que no entendía ese plural, pero que los suyos habían ejecutado a casi mil personas, herido a miles y destrozado a numerosas familias. Me envió un listado de sus «muertos» que en su interpretación delirante eran centenares de etarras, sus familiares y amigos que habían muerto en accidentes de tráfico o de muerte natural. Por ello, nunca he esperado nada de ETA y su entorno político. Es evidente que un porcentaje de la población vasca y navarra les apoyaba, desgraciadamente, en su actuación criminal. Sus dirigentes, como me explicó un líder del PNV, no eran solo los de las pistolas, sino los que formaban su aparato político y sindical.

Los etarras que ponían bombas disparaban y secuestraban quieren su parte del botín. No es suficiente que el gobierno socialista les haya blanqueado o recibir repugnantes homenajes como si fueran luchadores por la libertad del País Vasco. Lo mismo sucede con los independentistas catalanes a los que no les bastan los indultos, la desaparición de la sedición y el abaratamiento de la malversación, porque quieren mucho más. A la izquierda política y mediática le molesta que la derecha utilice, como dicen, una cuestión de Estado para confrontar con el Gobierno. Hay que tener una cara muy dura, porque no he escuchado ninguna crítica a los permanentes intentos de los dirigentes socialistas de apropiarse de la derrota de ETA. A Sánchez intentan presentarle como el pacificador de Cataluña, cuando lo único que ha sucedido es que ha transformado el fracaso independentista en una victoria de Junqueras y Aragonés. Por: Francisco Marhuenda [La Razón]