Pese al forcejeo dialéctico. Nuestra democracia es viva y viable y con todo, el liderato político guarda responsabilidad y el presidente Abinader se muestra como el punto de equilibrio neutro y más que necesario

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Los dominicanos no podemos negar, que por cualquier cosa nos espantamos de nuestras propias sombras y mucho más cuando la pasión está en juego, las ambiciones o el discurso de odio de algunos que todavía no entienden el principio básico de toda democracia, el respeto al derecho a disentir.

En este sentido, es increíble y ahora retroalimentado por la subcultura delincuencial alofoke, como todavía se mantienen pésimas actitudes de mala convivencia y por parte de marginados sociales que entienden, que insultando a diestra y a la siniestra, de ese modo logran que lo peor del lumpen político pudiera posicionarse como agente de mano para atemorizar a los demás y en particular a quienes tenemos el buen juicio de saber opinar y con miras de que el país político sea mejor y los ciudadanos puedan tener puntos de referencia que les haga fácil interpretar los hechos públicos.

Particularmente, llama la atención que algunos en los mass media como en los lupanares mediáticos en las redes sociales, no han llegado a entender que el ataque que quiere ser personal frente a un juicio de opinión bien elaborado, no solo que es innecesario, sino que siempre se le devuelve como tiro por la culata a quien lo emite.

Ese tipo de individuo, olvida que la República Dominicana se encuentra en un delicado momento en su transición institucional, que si todos nos descuidamos, perfectamente que podríamos pasar de democracia autoritaria a una dictadura pura y simple y no porque precisamente los actores políticos así lo quisieran, sino porque increíblemente, muchos de los llamados y cómo supuestos lideres de opinión, a la mayoría ser unos analfabetos funcionales, no reparan, que la Nación espera mucho de ellos y mejor, pues no se olvide que todos y sin importar en que parte del arcoíris político nos encontremos, somos ciudadanos y por encima de todo, dominicanos.

Ahora mismo hay un debate que entendemos infecundo con relación a la promulgada ley 1-24, que no comprendemos el por qué se ha desatado, si la misma ley dice, que para su aplicación primero hay que crear el reglamento que determine los parámetros de su actuación y desenvolvimiento.

Al presidente Abinader y porque ha tenido la valentía de velar por los intereses permanentes de las República y desde el punto de vista del respeto y protección debida a la gobernabilidad, sus adversarios han preferido denostarle bajo el supuesto de que quiere ser un dictador y porque erradamente entienden, que el gobernante es el responsable directo de una ley mal elaborada y cuyo contenido es responsabilidad de todos los legisladores y de todos los partidos con representación congresional.

No se olvide que el discurso político alarmista ha tomado posesión de los ánimos de los políticos y por la sencilla razón, de que la mayoría y principalmente los opositores, no han caído en cuenta y como sí dedujimos nosotros, que el presidente  y frente a una ley fragmentada y no bien redactada, debía y tenía que cerrar los ojos, ante la realidad, de que al ser una ley que debió separarse en dos esquemas de desarrollo, uno de amplia seguridad nacional desde el punto de vista de su conexidad con la realidad geopolítica, unió la sensible parte que tiene que ver con la seguridad nacional y desde el aspecto, de que en este país y por años, medios de comunicación y periodistas han utilizado su privilegio del silencio sobre la información clasificada y para caer en el error de convertirse en lo más aproximado de un periodismo convertido en agente desestabilizador de la institucionalidad.

Situación que se vivió ampliamente en el periodo más duro de la pasada guerra fría desde el 1966 al 1976 y en el que prácticamente todos los medios y periodistas se dejaron arrastrar por el emocionalismo del agente político deliberante y buscando desplazar al adversario político del poder constitucional en el que se encontrara.

Además, esta ley 1-24 trae a colación el espinoso tema y del que hasta el momento ningún medio de comunicación e información de masas e igual periodista, analista o comentarista no ha querido hacerse su respectiva autocritica.

Sin embargo, el sector mediático tiene suerte, porque ante el descrédito de la mayoría de los políticos, ahora y para salir del toyo, estos han preferido que sean los representantes de la llamada Asociación de Diarios, que es la punta de lanza de los barones mediáticos, esto es, del gran capital y monopolio de los medios de producción, quienes actúen como buenos componedores e intermediarios para resolver la crispante situación en que ha devenido la discusión inacabable respecto a la interpretación torcida de los atributos y derechos mediáticos y frente a los fueros, compromisos y derechos ciudadanos y ante la responsabilidad del Estado en materia de preservación de la seguridad nacional.

Escuchar lo que sobre este particular se plantea en los programas en la radio y en la televisión como en los lupanares mediáticos en internet, es confirmar el tremendo grado de ignorancia y falta de razonamiento de la mayoría de los que hablan y quienes cuando no tienen razón (la mayoría de los casos) acuden a la difamación e injuria más que bochornosas para tratar de silenciar a quienes no pueden responder sus argumentos y debido a la absoluta ignorancia y sin razón que exhiben.

Al final, ¿qué es lo que preocupa?, que ante tantos intereses en conflicto e incluido el sector militar-policial, así como el empresarial y financiero y cada uno teniendo su ramal desde los desvergonzados insultadores profesionales que pululan por dondequiera y quienes como personas que alquilan su palabra y pensamiento, no entienden, que ese comportamiento tan poco civilizado y nada civilista, una ley como la 1-24 y en lo que respecta al honor personal y la privacidad del ciudadano cívicamente responsable, vendría siendo la mejor herramienta para que desde el espíritu de la ley y el refuerzo constitucional, se impongan los discursos políticos y mediáticos dentro de los parámetros correctos, que una nación políticamente en transición como esta, debería de exhibir.

Mientras tanto, y en lo que el reglamento de la ley 1-24 se redacta y aprueba legislativamente, debe tenerse presente, que para corregir ciertas desviaciones de conducta desde los mass media y sus periodistas, comentaristas y reporteros como analistas, hay que apelar a los códigos y como también a la todavía vigente ley que ampara a la Dirección Nacional de Investigaciones (DNI) actual.

De todas maneras y, a fin de cuentas, el escarceo que se ha montado ayuda a que el debate ríspido que se desarrolla, seguro que contribuirá y dado que los agentes mediáticos ya señalados, quieren ayudar a que los ánimos se aplaquen y para que también de alguna manera, todos entendamos, que con o sin ley 1-24, la República continua.

Y es por este anhelo, que expresemos, que pese al forcejeo dialéctico. Nuestra democracia es viva y viable y con todo, el liderato político guarda responsabilidad y el presidente Abinader se muestra como el punto de equilibrio neutro y más que necesario. Con Dios (DAG) 31-01-2024

IMAGEN: https://pradaraul.wordpress.com/2013/12/page/3/