Políticamente hablando, el ambiente es de duda tensión y sospecha y para nada sano de cara a unas elecciones dentro de 40 días y de la que deben surgir nuevos lideres y nuevas políticas. ¿Quizás un nuevo amanecer?

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Que se recuerde, poquísimas veces se ha visto en todas las elecciones que el país ha tenido desde el 1962 al presente, que el ánimo nacional se note tan crispante y con todas las fuerzas políticas, la mayoría atemporales y porque para nada los lideratos se renuevan y mucho menos las políticas de Estado y que al parecer, provoca ahora esta lucha de todo o nada entre partidos y candidaturas.

Más bien lo que se está presentando es como una especie de conato de casi guerra civil, por medio del cual, los agentes políticos y de todos los partidos, al no encontrarse nada seguros de cómo se desenvolverán en los comicios presidenciales y legislativos del 19 de mayo, intentaran convencerse a sí mismos que son gananciosos entre unos y sobre otros y teniendo la misma política común de no prestarle ni importar llamar la atención de la ciudadanía y en particular de los electores y lo que se nota en ese desprecio nada imperceptible, de entidades y políticos acostumbrados a comprar votos, votantes y candidaturas.

Y en estos meses con mayor desenfado, desvergüenza y abuso de poder, pero siempre la misma contante en la que todas las fuerzas políticas y desde el 2000 a la fecha se han empleado a fondo para prevalecer y sin importarles afectar la libertad de escogencia de los electores, quienes, en los últimos veinte años, la partidocracia les ha impedido y en líneas generales, que muestren su sentir e impongan sus preferencias.

En este punto, todos los partidos actuales cojean del mismo esquema de mantener petrificados en el tiempo los lideratos que exhiben, mientras los gobiernos y sus gobernantes son un calco de unos y de otros.

El resultado ha sido entonces extremadamente terrible y pernicioso para la evolución de las instituciones, pues pasa el tiempo y los lideres haciéndose ancianos en los puestos de dirección, al mismo tiempo de ser una especie de candidatos eternos, que para nada ceden sus espacios y que sería lo natural, a favor de las nuevas generaciones.

Cómo producto de semejante anormalidad, el mismo fenómeno de permanencia ilimitada en posiciones de control y dirección, se observan en el mundo privado de la economía, las fuerzas sociales, la sociedad civil y las fuerzas vivas y hasta llegar al fuerte choque generacional de individuos, quienes en el 1966 tenían 18 años y votaban por primera vez y quienes ahora, 58 años luego y ya adultos con 76 años, se dan cuenta de que  su presente y futuro les fue robado y por una partidocracia  que increíblemente, les robó sus vidas, sus apetencias, anhelos y mejores deseos de servirle a su país y al extremo de que ya abuelos, ven que el tiempo no continua pasando y que sus hijos y nietos entre 18 y 58 años están teniendo el mismo destino que es manejado por una gerontocracia política y mediática que realmente ha emulado los 31 años de la Era de Trujillo.

Con razón que se observe, como la juventud de los barrios de nuestras ciudades y en lo relativo a los ciudadanos de a pie y en términos generales, se ha desviado de la conducta normal, decente y de instrucción cívica que debió inculcárseles y que frente a la corrupción generalizada desde la clase gobernante, se han decidido por una rebeldía que pasa más de un simple sentir de cambio natural y abocándose a la desesperada por las peores maneras de convivencia y en lo relativo a drogas, sicariato, pandillaje juvenil y muestras de amoralidad extrema y como culminación a su terrible falta de satisfacción y al notar que les han robado sus propias vidas.

Así resulta, que ya la corrupción no es solo política y empresarial sino también moral desde el grueso de la ciudadanía y lo que es imitado, pero en otra vertiente, con esa delincuencia de cuello blanco, que desde la clase media, da muestras absolutas de haber entendido, que su camino no es otro que aquel que deben seguir de sus padres, gobiernos y lideres políticos, de enriquecimiento ilícito o desproporcionado y sin importar cómo y sabiendo que tienen a mano un Poder Judicial absolutamente corruptor y a todo un liderato político avasallante en materia de corrupción a gran escala.

¿Acaso no es esa la muestra que se está viendo, con un partido gobernante, el PRM, que ha violado todo lo que en materia institucional nunca debió de haber sido aniquilado en término de compra de votos, votantes, candidaturas y aliento del transfuguismo más vergonzoso y sin duda, también hiriente?

Desde luego, ¿por qué han quebrado moralmente la mayoría de las instituciones?, primero, por la penetración política en el sistema escolar, la sensible pérdida de las enseñanzas de moral y cívica, el irrespeto a los valores morales y por parte de una clase gobernante de canallas, quienes, con tal de enriquecerse abusiva e ilícitamente, han destruido la moral social y haciendo de las nuevas generaciones la muestra más infame del terrible desorden amoral que abate a esta nación.

Ahora, es casi imposible que la sociedad vaya a cambiar, cuando el país político, así como el sector mediático, son el aliento del grosero espíritu depredador que se ha apoderado de la República y al extremo, de que las religiones y en conjunto, también han cedido ante el declive moral que se vive.

Lo que se impone, es que en la nación surja una amplia y determinante revolución moral, que genere nuevos lideratos en todos los órdenes sociales, pero lamentablemente y viendo el terrible mercado de Baltazar en la que ha sido convertida la actual campaña electoral, que definitivamente haya que entender, que se está dentro de un proceso electoral en el que no hay medios malos, sino que todos los actores son malos y ninguno piensa a favor de la República.

Con todo y pese a todo lo malo que se muestra, instamos a nuestros lectores a que mantengan su fe en el mejor destino de la República y también, a que de una u otra forma, influyan para que en la actual clase gobernante, así como entre los lideres políticos y sus partidos se aliente un deseo y aunque mínimo, para que de las elecciones del 19 de mayo salga lo mejor de lo que concurre y que haciendo un auto análisis, periódicos escritos y medios, el centenario capitaleño habla de que “la decencia agoniza”, pero su director no tiene la decencia de pedir perdón por la parte que a su medio le toca y que es mucha, se contribuya entonces, a darle un giro moral positivo que signifique realmente lo más parecido a un nuevo amanecer político y moral para una nación que se hunde en el cieno amoral más desconcertante.

Son tres generaciones nuevas las que esta nación se ha dado desde el 1966 y que cayendo en la hondura de la quiebra moral que políticos y medios han impuesto, parecería difícil que la nueva república pudiera resurgir, pero hay que tener esperanzas y también alentarlas y hacer lo imposible por contribuir a que haya un cambio moral auténtico, que en verdad salve a nuestra nación y sus instituciones.

Mientras tanto, un solo recordatorio: Políticamente hablando, el ambiente es de duda, tensión y sospecha, para nada sano de cara a unas elecciones dentro de 40 días y de la que deben surgir nuevos lideres y nuevas políticas. ¿Quizás un nuevo amanecer? Con Dios. (DAG) 09.04.2024