¿Por qué cada cuatro años hay cambios de gobierno y sin embargo la maldad y perversidad del ministerio público aumenta o permanece igual y solo los personajes cambian en sus niveles de resentimientos y siempre malignos?

0
640

Decididamente, no es que un gobernante sea mejor que el otro, si no la verdad, que nuestro sistema político está cortado con la misma tijera y por el simple hecho, de que y hay que marcar una fecha, desde el 2000, cuando el aparato político o sea, la partidocracia y la mayoría de sus políticos, decidieron darle un giro a los apoyos empresariales de sustentación de las campañas electorales, para ellos convertirse en esa suerte tan desgraciada de empresarios de la política, vendedores no solo de quimeras, sino de unos grados de corrupción internos francamente detestables.

Y el tema lo planteamos y con la propiedad de que este medio digital nació precisamente en el 2000 y ya antes en el 1972 como columna política independiente nacida exclusivamente para enfrentar la corrupción de aquel entonces, fuimos testigos  de cómo generaciones nuevas de individuos que se dicen políticos y quienes actuaban como mercaderes y junto a una generación de periodistas, en principio soñadores y románticos y luego cómplices silentes y firmes del enriquecimiento ilícito al amparo del poder y desde el poder público como el privado, le dieron forma y también para llamarlo de algún modo, generando el giro inmoral más grave que la nación dominicana ha experimentado y sin control alguno durante todos estos años.

Es de ese modo, al darse la combinación políticos-empresarios-medios de comunicación y hasta el mismo factor religioso como apoyo táctico, que la República Dominicana estalla como país y pueblo víctima de la más profunda y desquiciada inversión de valores morales y hasta llegar a lo de ahora, que no existe ninguna área de poder político o empresarial  que no sea parte activa de este entramado de delincuencia de cuello blanco desde el poder, que de tan amplio, muy pocos ciudadanos íntegros moralmente, podemos decir que hemos salido indemnes, pero no así de las profundas represalias que a los personeros de semejante entramado delincuencial, les generan la crítica institucional y moralmente firme.

Con razón entonces, que desde Balaguer hasta Abinader y pasando por Hipólito, Leonel y Danilo, esos presidentes han tenido que lidiar con la situación, en una, convertidos en agentes provocadores a conciencia y en otro, mostrando cierta cautela operativa, que ni así le da espacio para que ese mismo mandatario y hablamos de Abinader y por mejor buena fe e intenciones que tenga, pudiera lograr y como hasta ahora se percibe, que su gobierno pudiera escapar de semejante estigma.

En este último plano, da pena ver como este gobernante y en menos de 13 meses, ya solo intenta hacer lo que puede para corregir los terribles entuertos morales que su administración heredó y consciente también,  de que es su partido, el Revolucionario Moderno (PRM) y la herencia maldita que este arrastra con la corrupción institucionalizada de su carnal perredeísta y en dos gobiernos sucesivos entre el 1978 y el 1986 (Guzmán y Jorge Blanco) sustentada en el nicho de oprobio, no total pero si mayoritario, de ese esquema de enriquecimiento desproporcionado e ilícito, estilo piloto automático, que la mayoría de sus “viejos robles” crearon y hasta hoy.

Si racionalmente, todos viéramos y aceptáramos que esa es la realidad que permea y moldea la vida política, institucional y mediática dominicana, todos y como ciudadanos de la República y cada uno, desde el personaje más encumbrado en poder y dinero, así como el más humilde y por razones de carencia de fortuna, debemos hacernos una profunda autocritica y para ver, si efectivamente hay voluntad y en particular entre las nuevas generaciones, para cambiar moralmente, reorientar nuestras vidas y salvar a la nación del derrotero amoral por el que la clase gobernante le lleva.

De ahí que carguemos el dado a la irresponsabilidad y complicidad presumible de todos los mass media tradicionales y digitales que durante estos años han sido los apoyadores y sustentadores de la corrupción a gran escala y cuya mayor y significativa demostración se tiene en el caso Falcón.

En este sentido, siempre hemos dicho, que si tan solo 10 medios y no menos 100 periodistas y todos los días mantuviéramos un discurso anticorrupción y sin que nadie pudiera señalarles como partícipes clandestinos de la inmoralidad que se arrastra, los políticos y sean estos dirigentes, lideres o sus agentes en el Congreso Nacional o en los Ayuntamientos y el empresariado, actuarían de otra forma y por el temor de que serían denunciados y hasta perseguidos mediáticamente por sus fechorías inacabables.

Ocurre, sin embargo, que no es así y que el vicioso panorama de corrupción mediática se ha convertido en el factor base y que unido a la delincuencia de la droga y el lavado de activos y prohijada primero, por nuestros inmigrantes en EEUU y esta, luego apoyada por ese fuerte nicho de empresarios e industriales, en este país de moral dudosa o débil, han terminado por concretar la perversa inversión de valores morales en la que todos vivimos.

Por supuesto, no todos los medios y periodistas y tampoco los miembros del empresariado son parte del profundo entramado delincuencial del que hablamos, pero el hecho de que por omisión muchos callen o miren para el otro lado, sin duda que les hace sospechosos de ser cómplices de la delincuencia institucionalizada que puntualizamos y al grado, de que hasta el entramado intelectual que el gran capital paga y premia y otorga diplomas y dispensa honores, casi el 90 % de sus miembros tienen la obligación de mejorar cosméticamente la imagen un tanto distorsionada de los poderes que les otorgan esos reconocimientos y generando al final, que se entienda, que la mayoría de esos intelectuales son parte del nicho de intelectuales deshonestos y no por que los premien y sí por sus inconductas como paniaguados de las fuentes de poder “público-privado”.

Caemos entonces en el ministerio público central, estos es, la Procuraduría General de la República y la que ahora se muestra más comprometida con el poder político gubernamental y como nunca antes, al tiempo que el Poder Ejecutivo y al parecer sin darse cuenta, insiste en querer un ministerio público “independiente” formado por ciudadanos que no fueron parte para sus escogencias de ningún origen electoral cierto y limpio constitucionalmente y solo sí por una delegación de poder, no de funciones, que el presidente Abinader e ignorando la Constitución de la República, así como la ley orgánica del ministerio público, ha impuesto arbitrariamente.

Solo con chequear o revisar los artículos 169, 170 y 171 de la Carta Magna así como el artículo 31 de la ley orgánica del ministerio público y que ayer recordaba en artículo de fondo en Hoy y en Por el Ojo de la Cerradura, el jurista y exvicepresidente, doctor Rafael Alburquerque, perfectamente que todo el que quiera en el gobierno y en particular, el mismo presidente Abinader, podría darse cuenta de que el accionar que ha impuesto y la pretensión de reforma constitucional de que habla,  no tiene sentido alguno, cuando el texto constitucional y la ley mencionada son más que suficientes para reforzar la independencia de la PGR y de lo que habla, a nuestro modo de ver, torpemente, el mismo Abinader.

Por eso, no se puede estar de acuerdo con el ejercicio chapucero y político del triunvirato que controla la PGR y el que, si no es frenado a tiempo, será la base del estallido del nuevo brote de corrupción a gran escala dentro del gobierno actual, que sin duda ya muchos percibimos y conceptualizamos.

La pregunta entonces y de la que creemos dar respuesta, se cae por sí misma: ¿Por qué cada cuatro años hay cambios de gobierno y sin embargo la maldad y perversidad del ministerio público aumenta o permanece igual y solo los personajes cambian en sus niveles de resentimientos y siempre malignos? (DAG)