lunes, junio 17, 2024
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RD entre una agresiva crisis haitiana y los discursos que van contra su causa

Una artillería que no necesita pólvora dispara simultáneamente contra la demanda de que cese la construcción de un canal sobre el río Masacre y la decisión dominicana de mantener cerrada la frontera como recursos de autoprotección más expedidos teniendo entre sus adversarios destacados a William O’Neill, influyente y vociferante experto en derechos humanos de la ONU, y al exprimer ministro haitiano Claude Joseph.

Este feroz antidominicano que aglutina una facción insurrecta de línea dura activó recientemente a multitudes en Puerto Príncipe contra el acorralado primer ministro Ariel Henry y sobre todo para culpar a las autoridades dominicanas de todos los males que caen sobre Haití.

Se sumaron a la ofensiva la Cancillería haitiana, que dejó atrás el silencio ante los desmanes de la ingobernabilidad para pregonar con mensajes oficiales hacia países del orbe los supuestos actos inamistosos de República Dominicana: abierta campaña contra el país; y hasta el propio Ariel Henry en persona y en condición de «jefe» del Estado se cerró a banda a favor del canal ya sin tapujos.

Puede leer: Lea aquí el discurso íntegro del presidente Luis Abinader en la ONU

Y como si fuera poco, se suma a la alianza confrontadora el hombre que en los hechos parece tener más poder con su criminalidad y municiones en el Haití de desplome institucional: el jefe pandillero de horca, cuchillo y fusil en manos apodado Barbecue que mira con odio hacia el lado dominicano y esgrime su puño ensangrentado en favor de la obra hidráulica.

Una coalición que no ara en el desierto: apasionadas retóricas electrizan multitudes que rabian contra la República desde el otro lado de la frontera y a sus compatriotas que regresan amedrentados en flujo creciente hacia sus lares. Se intensifica la marcha para mostrar al país como agresor y se ha vaticinado el envío del Gobierno de Luis Abinader hacia un callejón sin salida de considerables daños concretos a la economía.

Circunstancias que llevan al mandatario a coincidir con el presidente Joe Biden, que acaba de elevar hacia el enclave de poderes terrenales que es el Consejo de Seguridad de la ONU su más enfático llamado a actuar contra el desastre haitiano y sus causantes internos con augurios de puntos favorables a la posición dominicana.

El presidente Luis Abinader logró alzarse con un triunfo diplomático: su cordial y fructífero encuentro en Nueva York con el presidente de Kenia, William Ruto, se tradujo de inmediato en resueltas declaraciones de interés por venir a la Hispaniola con sus tropas a poner orden en Haití apremiando a la ONU a dar los pasos necesarios para que la misión pacificadora que su país aceptó encabezar comience en corto plazo.

Hora de cruzar los dedos contra la tendencia a enfocar el infortunio de la nación haitiana como de origen exógeno exclusivamente. En 1804 el territorio occidental de esta isla se convirtió en el segundo que obtuvo su libertad en América a cambio de pagar una millonaria indemnización a la Francia colonizadora y expoliadora pero sojuzgado luego, y hasta nuestro días, por sucesivos gobernantes de su propia extirpe. El Estado dominicano queda lo suficientemente cerca del país en desgracia para que se pretenda convertirlo en chivo expiatorio.

Ambivalencia

En estos momentos requieren dramáticamente una activa protección desde el exterior los haitianos de la pobreza a causa de la condición fallida de un Estado asistencialmente nulo y fracasado como impulsor del desarrollo y protector de vidas y haciendas. Viven una crisis que paralelamente abre espacio a la embestida de críticos y presiones que debilitarían la posición de República Dominicana ante los acontecimientos o propiciarían que aparezca mediáticamente como un villano más de la película.

Manejos del tema haitiano tienden a señalar en falta a RD y a librar indirectamente de responsabilidades a quienes verdaderamente ha sumido a los haitianos en el fracaso por desarmonías y choque de ambiciones entre sus agremiaciones de políticos y empresarios ambiciosos. Un país sometido al bandolerismo que obliga a sus habitantes a esconderse o a emigrar sin el halo protector de fuerzas policiales y militares propias. Una bochornosa incapacidad entre haitianos de practicar la democracia coloca a los dominicanos entre la adversidad que procede de sus vecinos y la lógica atrasada de las potencias que velada o abiertamente parecen adheridos, más que los propios haitianos a la fórmula de la «una e indivisible».

Campaña y crisis

A menos de un año de las grandes citas con las urnas, los liderazgos partidarios tienden a enarbolar discursos que los eleven en la estima pública y que, al precio que sea, desfavorezcan a sus adversarios. Más bien, los pronunciamientos de una parte de la oposición tienden en este momento a distanciarse de la creación de un consenso que ante los ojos del mundo, y de Haití en particular, muestre sentido de unidad nacional y de conciliación con la jefatura del Estado. Una especie de tregua coyuntural hasta cruzar el dramático trance en el marco de un delicado conflicto de soberanías.

El resultado negativo de mezclar agendas electorales con retóricas sobre el conflicto de República Dominicana con un Estado fallido, incapaz de dominar el pandillerismo que predomina en su propia jurisdicción, se percibe en la afirmación del expresidente Leonel Fernandez atribuyendo ambigüedad al actual Gobierno, restándole legitimidad en su defensa del tratado que prohíbe que Haití se adueñe del agua del río Masacre con un canal. Ningún documento demuestra con precisión textual que entrara en contradicción. Criticó acremente otros procederes razonables del presidente Abinader que han concitado amplio respaldo ciudadano.

Por igual, y para proyectar una imagen negativa del Presidente de todos los dominicanos en un momento en que amenaza al país una irrefrenable anarquía alimentada por sentimientos antinacionales, el candidato presidencial del PLD, Abel Martínez, prefirió recientemente imprimir relieve a una supuesta «debilidad demostrada por Luis Abinader ante la situación de incertidumbre» que tiene en vilo ciertamente a todos los dominicanos para a continuación objetar casi todos los demás pasos para proteger la nación que el Gobierno ha emprendido frente al más traumático derrumbe de autoridad que parece venirle encima a la República Dominicana desde sus propios bordes.

Sin quedarse atrás en un discurso de disidencia en busca de capital político-electoral el senador Iván Lorenzo (PLD) acusó al Gobierno dominicano de manejar con «irresponsabilidad y torpeza» las relaciones con Haití -implícita forma de darle la razón a los haitianos del encono a los dominicanos- y atribuirle un manejo populista a la situación por la que el país ha perdido comercio aunque la mayoría de los propios perjudicados reconocen intención patriótica a las autoridades dominicanas con el cierre fronterizo que apoyan aunque estén perdiendo dinero. Sumó su voz al coro que tienden a restar legitimidad a la gestión oficial y criticó al Estado dominicano y a quienes lo rigen en este momento de tenso diferendo.

Mezcla explosiva

De mal en peor irán República Dominicana y Haití por su pronunciado crecimiento poblacional y por las consecuencias sociales que tiene que generarles a mediano plazo una densidad demográfica de tasas superiores a las del resto de América. Verdades de a puño expresadas por la columnista de este periódico Rosario Espinal, ensayista, socióloga y educadora, seguidas de un llamado a sus lectores a tomar conciencia de lo que supone «apiñar tanta gente en una isla tropical» de poca extensión.

Se le ocurrió escribir de esto en el reciente momento en que coléricas turbas haitianas, amontonadas en una de las riberas del Masacre gritaban que preferían morir antes que dejar de seguir construyendo un canal que privaría a sus vecinos dominicanos del caudal de un río fronterizo.

Una advertencia que su auditorio y el de «El Tema de HOY» tendrían que interpretar como pronóstico de un «pleito casao» entre pueblos de agudas desigualdades de desarrollo y valores culturales y devenidos de antecedentes históricos que parecen condenarlos a contradicciones inextinguibles. Con uno de ellos sumido en el caos, el irrespeto a los derechos humanos y el hambre, cara a cara con otro de ordenada vida democrática, estabilidad y crecimiento económico.

La República Dominicana registra una densidad poblacional de 223 habitantes por kilómetro cuadrado y la de Haití es de 413 con solo una tercera parte del territorio de la isla; mientras Cuba muestra una densidad de solo 109 y su población solo llega a la mitad de la que llena a la isla Hispaniola en la que en estos momentos se siente una recia tendencia a atrincherarse los unos contra los otros.

Fuente: Hoy

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