Toda reelección es una carrera contra el tiempo y hasta contra el sentido común y que Abinader debe tener muy en cuenta

0
387

Los aprestos reeleccionistas, es verdad que ya empiezan a hacerse notar y lo más significativo, frente al mismo presidente de la República que guarda un silencio prudente y en momentos que preside algún acto público y los que por sí solos y por esa “naturaleza espontánea”, en principio quedan descalificados.

Ahora bien, si se recuerda que el presidente Luis Abinader ganó un proceso electoral atropellante y manipulado arteramente desde las manifestaciones también “espontaneas” desde la Plaza de la Bandera, donde por primera vez se dieron cita medios de comunicación y periodistas decididos a manipular los sentimientos de tantos, con miras de derribar a un gobierno constitucional y que fue el panorama que realmente ocurriera en julio del 2020, habría que tener en cuenta, que los aprestos de ahora hasta pudieran entenderse, como la búsqueda de una legitimidad cierta por parte de un presidente, que sabe que llegó al poder y en base a una minoría circunstancial y nada representativa.

Entendiéndose de ese modo, que los aprestos reeleccionistas que ahora se inician, haya que verlos como la respuesta inmediata, que un presidente en ejercicio debe hacer mano y si en verdad quisiera ganarse la confianza del electorado y para lograr la concreción de una única repetición en el cargo que la misma Carta Magna le establece legal y legítimamente.

Por lo tanto, no hay tampoco la necesidad de desgarrarse las vestiduras por parte de esa oposición amuñecada, que de golpe se da cuenta, que Abinader ha resultado ser más listo y calculador y que si no se saben enfrentar a un mandatario tan decidido, en el discurrir de este segundo año de mandato, perfectamente que podría suceder, que, con buen cálculo y estrategia, Abinader pudiera consolidarse dentro del ánimo reeleccionista que le rodea.

Visto entonces este parámetro, la ciudadanía debería preocuparse, no porque el presidente vaya a su única reelección, sino que este aproveche el poder casi absoluto que tiene derivado de la posición política primigenia que ostenta, para tratar de aprovechar cuanto acto público y para dejar que sus parciales impulsen el reeleccionismo de nueva data, que al parecer, tiene por objetivo posicionar a Abinader como un probable candidato fuerte y para que al tercer año de mandato, se lance a tambor batiente a tratar de ganarse las simpatías de un electorado hastiado de lideres anteriores como Leonel, Danilo, Hipólito y todos los demás en los partidos de alquiler y quienes, aun cuando se crean lo contrario, si Abinader resurgiera como un candidato presidencial fuerte, no habría manera de que los electores no le vieran con las condiciones óptimas para reelegirlo.

A lo inmediato, también se hace evidente, que Abinader y si quiere resurgir como un buen candidato, deberá manejar mejor su política administrativa de pulpero de barrio y no suponer, que en base a los periodistas políticos que le impulsaron en las pasadas elecciones, solo con ellos deberá contar para imponerse por nueva vez.

Ahora su situación es distinta y tanto, que ni su clan familiar o sus amigos ricos, las tienen todas consigo para lograr que el gran público le favorezca. ¿Por qué? Por el hecho cierto, del peso muerto que le representan más de cien mil cancelaciones en cargos públicos no significativos, pero sí esenciales para no menos un millón de personas que extraían de ellos su diario vivir o por lo otro, de los tantos golpes y acosos que su aparato de propaganda lleva en contra de una mayoría de medios y periodistas independientes, que no necesariamente son tan débiles o sin representación, pero que sí son nichos desde los cuales y bien llevados sus resabios, sin duda que le podrían restar apoyos significativos.

Otro aspecto clave que a nuestro modo de ver Abinader debería tener muy en cuenta y que es ese, de si ocurriera, que desde los ciento y pico de gobiernos municipales en los que no menos una cuarta parte son oposición, los lideres opositores se decidieran por trazar una política de captación de busca empleos acelerados y quienes poco que mucho, con un ingreso seguro, podrían devenir en un factor perturbador para su reelección y de la que dicho sea de paso, no juzgamos negativamente su implementación y por una sola razón, las reelecciones que se han presentado a nivel presidencial, legislativo y municipal y desde el 2004 al 2020, han sido siempre el notorio impulso para que una minoría partidaria se pudiera imponer y sin llevar candidatos idóneos que robustecieran la salud política e institucional de la República.

Las muestras de lo que decimos, están ahí en los múltiples casos llevados al escenario público por la parte de la justicia política y represiva que utiliza el ministerio público central y en base a los atropellantes juicios mediáticos paralelos, que no dan oportunidad para que los ciudadanos entendieran, de que, ante tanto envilecimiento moral, Abinader no fuera la mejor opción para que la República resurja institucionalmente por mejores derroteros.

Y si esto es así, por obligación Abinader debería emplearse a fondo y con miras de ganar nuevos amigos o neutralizar adversarios y al tiempo de que deberá atajar los ánimos corrosivamente destructivos de quienes quieren dentro de los suyos, aprovechar su gobierno para destruir adversarios personales o políticos o que aquellos que se dicen políticos y perturbados todavía por los tiempos de la pasada Guerra Fría, quieran aplastar irreflexivamente, a todos los que de una u otra forma y como críticos, pudieran ser una especie de mano de apoyo y para un gobernante, que no cuenta aún con una significativa mayoría nacional de seguidores y los que necesita si quiere llegar triunfante a mayo de 2024.

En este sentido, a Abinader hay que recordarle, la sentencia que por años hemos pregonado, de que en política como en los negocios, no se aman los amigos, pero tampoco se odian los enemigos y por la simple como determinante razón, de que son los intereses los que deciden las políticas a seguir y que es el factor que nos hace decir, que toda reelección es una carrera contra el tiempo y hasta contra el sentido común y que Abinader debe tener muy en cuenta. (DAG)