lunes, junio 17, 2024
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Ucrania y el centenario del Ulises de Joyce

La gran víctima de la civilización del espectáculo es la literatura. La buena. De la misma manera que Hollywood confía papeles importantes a los cantantes más relevantes de su época, los editores publican “novelas” y colecciones de poesía a conocidas personalidades del mundo del espectáculo (incluidos políticos en el poder), argumentando precisamente que las casas editoras, como toda empresa comercial, deben obtener beneficios y bajo esta consigna se arrogan un papel que no les corresponde: definir qué es una novela o un poema, por ejemplo.

En República Dominicana, en donde los anales literarios no registran que haya existido una verdadera casa editorial como Losada en Argentina que, dicho sea de paso, Pedro Henríquez Ureña figura entre los accionistas fundadores y, en México, Porrúa, a guisa de ilustración. En República Dominicana se confunde pie de imprenta con sello editorial. Corripio, Amigo del Hogar, Taller así como, entre otras, Búho y Alfa y Omega son simplemente imprentas que llevan el sustantivo “Editora” en el registro de comercio y que en buen romance son imprentas que publican libros de todo género por cuenta de los autores sin importarles un comino el destino de esas obras cuya distribución y difusión corresponde naturalmente al que patrocinó la impresión; el autor. De manera que la imprenta haya asegurado su beneficio. Meta de toda empresa comercial.

Hay que reconocer, sin embargo, que las empresas mencionadas sólo invierten su dinero, distribuyen y publicitan novelas que, gracias a la notoriedad de un autor o del tema “Trujillo” y su dictadura, se visten de casa editorial; Taller, por ejemplo, publicó El Masacre se pasa a pie de Freddy Prestol, Galíndez de Vásquez Montalbán. En el tiempo de las mariposas (en español), de Julia Álvarez y la exitosa Fiesta del chivo de Vargas Llosa cuyos beneficios fueron evidentes; Corripio, por su parte, emprendió, por la sugerencia y bajo dirección del poeta y músico dominicano Manuel Rueda, la hoy descontinuada colección “Clásicos dominicanos”. Las demás imprentas importantes se disputan la impresión de obras literarias y ensayísticas patrocinadas por bancos comerciales e instituciones gubernamentales lo que ha permitido la recuperación de obras de dominicanos perdidas en bibliotecas privadas. Encomiable labor de rescate de la bibliografía dominicana de los siglos XIX y XX.

Casas editoriales extranjeras como Alfaguara, Planeta, Taurus, Alianza Editorial, La Oveja Negra, conscientes de la falta de editoriales en República Dominicana, han comenzado a editar autores dominicanos, principalmente El tiranicidio (Taurus), de Juan Daniel Balcácer, El violín de la adúltera (Alianza), de Andrés L. Mateo, Cuentos casi completos (Alfaguara), de Juan Bosch, entre otros. Estas obras, a diferencia de las novelas de Marcio Veloz Maggiolo publicadas por la editorial Siruela (España), las de Periférica (España), de Rita Indiana Hernández que son de circulación nacional y, eventualmente, si tienen éxito de librería podrían circular fuera del país. El principio “obtener beneficio” las ha expuesto a ceder su prestigioso sello editorial y sucumbir a la beneficiosa publicación por cuenta de autor.

Este funesto panorama de la edición en República Dominicana, durante años, sobre todo después de la caída de la dictadura en 1961 y la relativa libertad de expresión que, con altas y bajas, ha existido desde entonces, era compensada por los suplementos literarios en los periódicos. María Ugarte, por ejemplo, mantuvo durante años, su “página literaria” en El Caribe; Freddy Gatón Arce por igual, dirigió el suplemento cultural de El Nacional que adquirió carácter de medio de difusión de los escritores de la llamada promoción del 60; Mateo Morrison y Federico Jóvine Bermúdez Aquí en La Noticia; Manuel Rueda Isla Abierta en Hoy; y Bruno Rosario Candelier Coloquio en El Siglo.

De todos, víctimas de la civilización del espectáculo, sólo sobrevive Areíto, descendiente directo de Isla Abierta de Hoy con la diferencia de que publica únicamente ensayos que, como lo exigen los tiempos, no sobrepasan los 1200 caracteres y raramente poemas y textos de ficción narrativa. Listín Diario consagra, cada semana, unas páginas al cine y a la literatura (reseñas y comentarios); los demás diarios, conscientes de que el espectáculo, los artistas llamados “urbanos”, los deportes y otros tópicos que no exigen mucha reflexión cierran sus páginas a la poesía y a los mundos imaginarios de la literatura.

Hoy estamos ante las puertas de un conflicto nuclear si la sensatez no ilumina a los que dirigen el mundo. Cuatro años después del armisticio de 1918, en febrero de 1922 exactamente, se publicó en París Ulises del irlandés James Joyce. Una novela que revolucionará la literatura mundial y que, según Joyce, sus enigmáticos textos alimentarían durante años interpretaciones y polémicas de críticos y especialistas de la literatura. Lo que el autor de Ulises no contempló entonces fue que, un siglo después, la civilización del espectáculo sólo estimularía la literatura light, por no decir francamente mala. Por: Guillermo Piña-Contreras [Diario Libre]

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