Un próspero país desigual y arrabalizado

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República Dominicana crece como China, envidiada continentalmente por sus 50 años de estabilidad política y macroeconómica. Es matatán del turismo caribeño, líder mundial del beisbol y la bachata. Sin embargo, entre logros y aplausos, ese país que somos se desparrama institucionalmente en una pendiente de “arrabal amargo,” como el tango, pero peor, y que abarca ya todo el territorio nacional. El motoconcho es la medida de la arrabalización nacional.

No hay respeto al bien público, a los monumentos que exaltan nuestros héroes, y todo porque el irrespeto no conlleva una consecuencia. Si la Digesett lo decidiera y se lo permitieran, el gobierno ingresaría millones de pesos por pago de multas de tránsito.

Fue por culpa de esa arrabalización institucional que padecemos, que la mano de obra extranjera constituye hoy el proletariado nacional sin el cual no sería competitiva nuestra agricultura ni el sector de la construcción sería tan rentable como es. Por cierto, si un Estado no es capaz de aplicar las leyes a las violentas bandas de “motoconchistas” sin licencia ni matrícula, ¿por qué sus agentes acosan hasta el abuso al ciudadano común, miembro de excepción y alcurnia del “club de los pendejos”, que tanto cito?

Hace 30 años era noticia el asalto a mano armada en una calle de Naco, hoy la noticia sorprendente sería el dato de que en una semana nadie ha sido asaltado.

La permisividad por inoperancia, corrupción o populismo electoral está poniendo en peligro la convivencia, la civilización, el poco sentido comunitario y de vecindad que nos queda. Ahora toca el turno al PRM, como antes al PLD (Medina o Fernández).

La arrabalización institucional del país “es un rayo que no cesa” porque no respeta temas, sectores, aposentada en el colmadón propiedad del sobrino del narco, ahijado de un coronel macho alfa y cuñado de un viceministro barriobajero que “se fajó en la campaña”.

“! Es er demonio, hermanos, ¡es er demonio!”

Cuando por corrupción, impunidad o elecciones, en un país el Estado y su gobierno pierden la capacidad de cumplir y hacer cumplir las leyes hasta en asuntos menores como el tránsito o la bulla en un barrio, sea de ricos o de pobres, ese país, aunque crezca como China, sea el matatán del turismo regional y líder mundial del beisbol o la bachata, ese país, ya digo, huele a peligro y está tocando el fondo. Por: Pablo McKinney [Listín Diario]