No existen palabras con las que se pudieran describir el terrible dolor colectivo que desde la madrugada de ayer pesa sobre más de 200 familias afectadas por el derrumbe y por falta de cuido y mantenimiento, del techo de una conocida discoteca de alto standing que tenía 53 años de inaugurada y la que apenas en el 2015 le hicieron una remodelación y supuesto mantenimiento, después de un gran incendio.
Y no hay palabras, porque para quienes no han sido afectados directamente por la tragedia, también sobre todos ellos pesa la tragedia en términos de solidaridad, compasión y buena vecindad. Por eso, lo menos que puede hacerse, es elevar plegarias a Dios por el descanso eterno de quienes murieron en semejante tragedia, impropia en un país de economía emergente.
Al mismo tiempo, es más que comprensible la reprimenda moral que una señora y entre indignada y franco dolor le expresara al mismo presidente de la República y a su esposa, quienes fueron allí en gesto de solidaridad, dolor y compasión y si se comprende, que la afligida dama veía en la insólita tragedia, el pesar de tantas madres que como ella rumiaban su dolor y desesperación.
Sin embargo, la tragedia marca a un Estado Dominicano que desde el 2000 no tiene el cuido de preservar vidas y propiedades, pero sí el vivo interés de saquear la economía y destruir el patrimonio nacional y en razón de ello, tantos hechos de dolor y tragedia que se han suscitado, como aquel en la presidencia de Leonel Fernández, en la que un ministro suyo quemó la sede de un ministerio para evadir una persecución penal por desfalco y todavía aquel delincuente de cuello blanco no ha tenido sanción alguna.
O la otra gran tragedia en otro gobierno del mismo presidente Fernández y estando él de visita en Francia, de ciento treinta y seis (136) presos muertos violentamente en la cárcel que ocupaban y que fue un hecho tan criticado y porque para nada se vio a aquel presidente abandonar su gira europea y ponerse al frente de la situación, la que, por cierto, todavía las responsabilidades no han sido dilucidadas.
De los gobiernos de Hipólito como de Danilo, seguramente que habrá registros de hechos parecidos, pero al no identificarlos solo podemos plantear lo cierto, de que gobierno llega y gobierno se va y el Estado Dominicano no es en lo absoluto uno que se deba y proteja a la nación y a su ciudadanía.
En cambio, hay registros mediáticos sobrados sobre los niveles de corrupción política y administrativa en los que todos han incurrido y solo para facilitar que exista una nueva clase media depredadora hija de la corrupción política y con su nefasto añadido del narcotráfico, el lavado de activos y la evasión fiscal y ahora a más con el secuestro del Estado por parte de las 38 fortunas más grandes del país, las que en estos momentos y por decreto, tienen el control financiero y administrativo del gobierno y decidiendo hasta de qué manera el gobierno debe administrar los recursos públicos, mientras ese insaciable poder económico y desde el CONEP y sus 78 asociaciones y su entramado legal del Consejo Nacional de Competitividad (CNC) se ha convertido en el verdadero gobierno en la sombra que saquea esta economía.
La tragedia de la madrugada del martes en la discoteca Jet Set, en cierto modo, es un compendio de la ligereza de costumbres y moral fácil que se ha apoderado de la burguesía de este país, ya acostumbrada a lo fácil y a vivir del sudor del de enfrente. Y por lo que tachamos de concupiscente su accionar, es decir, sensual, lascivo, lujurioso, libidinoso, voluptuoso, impúdico, obsceno, deshonesto.
El mismo hecho de la gran lentitud para remover los escombros y sacar los cuerpos atrapados entre los mismos, retrata cruelmente al gobierno de Abinader y su PRM. Le evidencia como uno de improvisaciones y sin planes concretos y lo peor, solo pensando en reelegirse en vez de trabajar en bien por la nación en la que ejerce autoridad. Su peor testimonio, es que en vez de haber emitido una declaración rotunda de quienes habían fallecido, delegó en la presidencia del Banco Popular una declaración pública al respecto.
Por eso, lo menos que se supone debía de hacer, era declarar tres días de duelo nacional y como en efecto hiciera ayer y preparar lo que debe ser un singular funeral de Estado multireligioso y para que el que el dolor de los afectados sea correspondido por toda una nación solidaria.
Lamentablemente, tan poco se está seguro de que ese tipo de funeral se dé, cuando este gobierno tiene a su responsabilidad directa, los 42 muertos y 12 fallecidos a causa de la explosión por contaminación de gases acumulados en la fábrica Vidal Plast y es la fecha que no ha habido resarcimiento para los damnificados y nada de investigación y castigo para los causantes de aquella tragedia.
Ante una situación como esa, ¿se puede esperar para esta nueva tragedia, que el gobierno asuma sus responsabilidades?
Solo hay que ver que es lo que preocupa a ciertas autoridades, periodistas y medios: Que el hijo de un conocido exlegislador y ahora ministro y su esposa, hija a su vez de una reputada filántropa, aparezcan vivos o igual el reputado exbanquero y cabeza de la principal Administradora de Riesgos de Salud ARS Universal y lo que es una preocupación sana y buena, pero inocultable testimonio vivo de las diferencias de clases en un país donde la clase social se reconoce si la persona tiene dinero o es muy nombrada en su quehacer, pero nunca si es hija de puro pueblo.
Esta tragedia, también descubre un rasgo distintivo de los grupos sociales criollos, que ricos o muy nombrados o de altos cargos públicos, se desenvuelven para que sean vistos como que pertenecen a una casta aristocrática y delatándose también como hijos de pueblo, al ir a lugares públicos de fiesta y bailable y a compartir con otros ciudadanos de medios económicos reducidos o de clase media pobre o de puro pueblo y conformando un jolgorio de puro tibiritabara.
¿Acaso será por este tipo de comportamiento social, que nadie se ha preocupado por la suerte y vidas de los empleados del establecimiento destruido?
Nuestra reflexión va entonces y dirigida a la conducta general de los dominicanos, quienes, por lo visto, en su lucha por escalar socialmente, cuando llegan a tener dinero y posición pública o social, a veces ensayan reunirse con los demás “de otras categorías inferiores”, reuniéndose en el mismo lugar y por un momento se sienten iguales.
¿En el fondo que es lo que hay? Que serán ricos o tendrán nombradía, pero quienes nunca dejan de pertenecer y sentirse que vienen de la clase social de abajo y por eso, de esos encuentros fortuitos y mezclándose o conviviendo entre sí con aquellos que quedaron atrás y quienes ahora se matan por estar a su lado. Triste, ¿verdad? Semejante inconducta debería de ser revisada.
Tenemos entonces razón o no y cuando decimos, que lo de del martes fue una gran tragedia humana, hija de cuando la concupiscencia y la virtud se sacrifican ante el altar de la vanidad. Con Dios. (DAG) 09.04.2025
Nota: La imagen es una simulación de cualquier tragedia humana