¿Y porqué hay que oponerse a la reelección constitucional de Abinader cuando la reelección en los ámbitos legislativo y municipal es aceptada y cuantas veces sus gestores quisieran?

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Cada vez que se acerca el tiempo de elecciones municipales y mucho más si se trata de la presidencial, el llamado “periodismo independiente” que vive de todos los gobiernos, se le lanza al cuello a quien sea presidente en ejercicio y busca y como lo más natural del mundo en una democracia, su propia reelección y a la que como todos los expresidentes vivos que tenemos saben muy bien y todos en su momento la han sabido experimentar a favor y también despiadadamente en contra.

Por lo tanto, que desde ahora hubiesen empezado las guerras de encuestas de todo tipo y con miras de apuntalar la probabilidad reeleccionista presidencial o la otra diversificada de legisladores y alcaldes, no debería de extrañar a nadie y al contrario, si en este país su gente se comportara con seriedad y firmeza de carácter, absolutamente nadie debería rechazarlas.

En primer lugar, todo presidente en ejercicio tiene derecho a querer repetir en el cargo, por lo menos una primera vez. Por ejemplo, los expresidentes actuales, todos experimentaron y unos generosamente, en tan otros con cierta reticencia, su derecho ciudadano a que sean los electores quienes decidan si se es o no apto para repetir en el cargo y a partir de entender esto, por obligación hay que aceptar que toda reelección es un derecho político natural de quienes la pretendan.

Desde luego, otro asunto es que quienes la quisieran, la consigan. Pero debe remarcarse, que un intento reeleccionista y sin importar la bandería o el gobierno de que se trate, no debe ni puede ser satanizado.

Ahora, para los gustos se han creado los colores y en este aspecto, dependerá de la personalidad y carisma de cada candidato que su aspiración pudiera concretarse en un éxito a su favor.

Frente a esto, todo lo otro de las tantas acusaciones, imputaciones, insinuaciones y maldades que acompañan a los electores y de acuerdo a sus simpatías políticas personales y las que se muestran con la mayor o menor ojeriza, conociéndose de como creen en los infundios que se propagan y en particular, desde esa prensa ariete política de sus dueños, los barones mediáticos y quienes -estos últimos- con el mayor desparpajo y cara dura y tal como si fueran dueños de algún burdel, tanto favorecen como rechazan candidatos y partidos y de acuerdo a sus intereses y los que para nada tienen que ver con aquellos otros siempre emocionales de sus electores y de la plebe ignorante que a estos les hace coro.

De ahí que nuestros torneos electorales, para nada son cívicos y sí de esencia guerrerista punitiva y en los que el apasionamiento personal juega y dirige la mayoría de los dardos que en todas direcciones se emiten.

En razón de esta curiosa “cualidad”, el electorado dominicano y nos referimos, tanto al directo como al pasivo que sirve de ariete propagandístico infamante, en un tiempo está a favor de alguna candidatura, como que igualmente y cuando menos se le espera, cambia de simpatías y generalmente, debido a ese mercado de Baltazar en el que los candidatos convierten las demandas y aspiraciones electoralistas de quienes viven de cargos públicos, del Estado o de empresarios y sus empleados, que disponen de contratos como suplidores del Estado y todos votantes legales.

Actúan de ese modo tan ligero y frívolo, no porque ni siquiera sean perversos, sino porque se desenvuelven en base al dolor de sus carteras, es decir de sus ingresos y lo que les hacer ser más que hirientes en un momento dado.

Lo que extraña, es que todos los políticos en activo saben muy bien que ese es el universo electoral en el que tienen que lidiar y mucho más marcadamente, aquellos expresidentes o exlegisladores o exalcaldes y exregidores que quisieran volver a probar suertes como candidatos y que, a atención de otros, es un alarde de masoquismo extremo.

Y si esto es así, se debe en cierto modo, a que quienes han sido “ex” y quieren volver a la palestra pública como candidatos triunfantes, saben que esas son las reglas del juego en el que se han metido y que no es otro, que saber atender lo que tanto en dinero o lauros quieran conseguir y lo que también, tanto en ofrecimientos de mejoramiento de vida puedan comprometerse frente a sus electores y quienes para nada y esto como regla de conducta general, les importa el destino del país y sí solo el propio y el de los suyos.

En consecuencia, se quiere denostar a quien siendo presidente de la República y que es el caso de Luis Abinader, constitucionalmente tiene el derecho de aspirar a repetir en el cargo, cuando sus probables adversarios expresidentes, han recogido la terrible cuota de cumulo de acusaciones e imputaciones de corrupción a gran escala al momento de ser presidentes y haber aspirado a sus particulares procesos continuistas y lo que significó el uso desproporcionado de los recursos del Estado.

Es decir, no tiene ni siquiera gracia, que expresidentes que quieren volver a aspirar, acepten que sus parciales insulten, atropellen y acusen de todo lo inimaginable a Abinader, cuando el propio rastro de estos exs, no es precisamente un camino de rosas del que se puedan ufanar.

Creemos y este sentir, reconocemos que es un alarde de optimismo, que las próximas elecciones y propagandísticamente hablando, deberían ser todo lo limpias que sus responsables pudieran ser capaces y que siquiera por una vez, se aspire al poder sin denostar y descalificar a quien lo ejerce. Al mismo tiempo, de Abinader deberá esperarse, el no caer en los errores de compostura y animadversión de quienes, entre sus adversarios, cuando fueron presidentes, fueron tan capaces de incentivar.

De todas maneras, sabemos que es una ilusión abogar por unas elecciones de parámetros sensatos y decentes y por ello los ciudadanos debemos de prepararnos a encarar la tormenta de descalificaciones, que de pronto llegará y cuyo antecedente se tiene, en esas redes sociales en las que lo peor del alma humana se presenta y esparce su veneno y pus.

Precisemos, creemos que Abinader tiene derecho a su reelección constitucional y en la misma medida que ciertos expresidentes, asumen que el trabajo que han hecho les hace merecedores de disputarle el cargo. Pero ninguno de todos estos potenciales candidatos presidenciales, tiene derecho a poner al país patas arriba y queriendo hacer de la campaña electoral una especie de guerra de guerrillas en la que el que más insulte o sea grosero y satisfaga las bajas pasiones de los electores y de la plebe que a estos acompaña, ganaría puntos en la pocilga electoralista que hubiesen creado y en la que se desenvuelvan.

A estos momentos, parecería que Abinader va bien y gracias a su pujanza como gobernante decente y creíble, que Leonel pudiera irle mejor y si dejara atrás sus ansias de neocaudillo redivivo y que Abel, el interrogante joven que todavía no da muestras de ser creíble, tal vez pudiera avanzar y si deja su afán caricaturesco de entenderse mejor que todo el mundo.

Sin embargo, los tres tienen un formidable acertijo dentro de un enigma: La abstención, esa que en el 2016 llegó a un 30 % y en el 20 subió a un 45 % y que ahora, dependiendo de como el circo electoral pudiera desenvolverse, tanto puede subir como quedarse en el limbo.

Como telón de fondo una sola pregunta: ¿Y por qué hay que oponerse a la reelección constitucional de Abinader, cuando la reelección en los ámbitos legislativo y municipal es aceptada y cuantas veces sus gestores quisieran? (DAG)