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Iniciar un escándalo político y mediático de interpretación y en base a entender que el gobierno o el presidente asumen posiciones y actitudes delincuenciales, es un grave error nada prudente y sí muy fallido

Solo en un país político como el dominicano, de tantas mentalidades atrasadas y delincuenciales y también de tantos analfabetos funcionales, es que puede iniciarse un “debate" sobre las motivaciones de una ley y en específico, la de fideicomiso y dándose la terrible situación, de todo un paquete de ignorantes, porfiados en asumir que lo que no entienden, es la muestra vil de una pretensión de trampa gubernamental.

En este aspecto, iniciar un debate y presumiendo lo peor y sin que en modo alguno se acepte la buena fe u otorgarle el beneficio de la duda, en este caso, al presidente Luis Abinader e independientemente si se está o no a favor de sus políticas, es la demostración más palpable e hiriente del canibalismo político y social existente y de la ausencia de inteligencia y sentido común de parte de quienes auspician el malentendido a gran escala.

Sencillamente, la mayoría de los que emiten pareceres, realmente nada tienen de opinión correcta y demuestran con sus pésimas argumentaciones, no solo que no han leído el texto legal que atañe al asunto que se pretende criticar, sino lo peor, que no les importa saber quién realmente tiene la razón y sí pretender encontrar el pretexto y actuando como individuos emocionalmente inestables e inmaduros para tratar de hacer que la atrapada opinión pública entienda que los voceantes “le doblaron el brazo” al presidente y a su gobierno.

Por lo pronto, la catadura moral de quienes formulan las críticas, queda retratada patéticamente con la admisión de varios diputados, en cuanto a admitir que ellos aprobaron con las lecturas adecuadas el referido proyecto de ley y sin haberlo leído a lo absoluto, lo que significa, que si de ese modo tan poco decente y ausente de honestidad, los diputados actuaron, poco que menos se debe pensar y calificar, respecto a los voceantes que se desgañitan argumentando en contra y solo por hablar y nada de razonar.

Lástima que, con semejante actitud tan poco elegante, la mayoría de los periodistas y medios dentro de la prensa mercancía se han identificado y al extremo de convertir sus respectivas redes sociales, en el peor de los estercoleros y que en una sociedad medianamente prudente, no debería de exhibir.

Desde luego, toda ley o proyecto de ley, siempre es susceptible de ser mejorado y mucho más, si el interés nacional está de por medio. Pero el debate creado, más bien, discutidera entre comadres chismosas y de raíz esencialmente de cuando la Guerra Fría, donde los debates no eran tales y sí una grave distorsión de lo que se decía y con el solo interés de ahogar en críticas al contrario y para que este no pudiera exponer y hacer ver el peso lógico de su argumentación y que, por lo visto, es el espíritu distorsionado que ahora se ha querido imponer.

De ahí que no podemos estar de acuerdo con el debate cantinflesco que se ha desatado y por lo irreal y abusivo del mismo y al entender a razonamiento a contrario, que lo que se busca, es confundir y no dejar que quienes seamos testigos de la confrontación, podamos discernir con claridad respecto a lo que se objeta.

Ante semejante situación, entendemos, que mientras ese sea el clima de arrebato emocional que se presenta, ningún observador o testigo forzado podría emitir criterio y sí esperar, a que el clima emocional corrosivamente destructivo que se alienta desde las formaciones políticas y de determinados mass media, disminuya lo suficiente y hasta que se muestre, que la racionalidad ha vuelto a tener el espacio necesario para tener una discusión juiciosa y documentada.

Mientras y en abono de esto último, observamos con cierta cautela y complacencia, las expresiones sensatas y prudentes del presidente de la República en su alocución de anoche, por la que el presidente Abinader, no solo hizo ver que está atento a lo que la gente opine, sino que también profesa atención a quienes como críticos insensatos actúan y hacen creer como si el presidente fuera un delincuente de marca mayor.

Lejos de semejante imagen tan irreal como corrosiva y falsa, aplaudimos las palabras de anoche en los medios electrónicos, emitidas por el presidente. Mediante las cuales, no solo que despejó dudas, sino que aportó soluciones realistas y pragmáticas y en aras de que los voceadores entiendan, que no hay nada en la actual ley de fideicomiso que vaya en contra del interés nacional, aunque sí admitiendo y lo que habla bien del gobernante, que su gobierno está dispuesto a enmendar aquello que sea confuso en el referido texto, al tiempo que marca territorio y para presentar una serie de argumentaciones lógicas y creíbles, que faciliten las cosas para que el tema llegue al Senado de la República tan pronto se inicie la legislatura el 27 de febrero y en el interin, las fuerzas políticas y sociales tengan el escenario del Consejo Económico y Social (CES) para abrir un espacio sin fecha de cierre y de discusión y controversia, menos traumático que el que ahora ha sido abierto por la politiquería más desenfrenada.

Asimismo, está el otro aspecto tan interesante y decisivo, que el gobierno no se cierra a banda y que Abinader, demostrando por nueva vez que también está abierto al diálogo y por más ríspido y seco que pudiera ser, entiende y hasta donde sea racionalmente posible, que las criticas distorsionadas de sus adversarios y dentro de una sociedad democrática nunca deben ser rechazadas y sí encauzarlas hacia un punto común de aceptación y convivencia.

Ahora falta por ver, si quienes vocean, tienen el mismo espíritu de apertura y tolerancia de la Autoridad Nacional y aceptarían y después de entender con claridad de lo que realmente se trata respecto al fideicomiso de Punta Catalina, aceptarían, el texto final del documento último y para fines de que la legislatura lo convierta definitivamente en ley.

Si esto último se acepta, entonces debería considerarse, que iniciar un escándalo político y mediático de interpretación y en base a entender que el gobierno o el presidente asumen posiciones y actitudes delincuenciales, es un grave error nada prudente y sí muy fallido. (DAG)

 

 

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