Ahora que no todos los dominicanos y por asuntos de cultura y educación, nos estamos preparando para concurrir a los aprestos previos y propios de todo proceso electoral, por medio del cual y dado que esa es la costumbre dominicana, de que el que está se resiste a abandonar el poder y en tanto los que aspiran a desalojarlos caen dentro de un desquiciante procesos de histeria colectiva por el que la razón y el sentido común se abandonan y sus aspiraciones se convierten en una muestra terrible de espasmos casi escatógicos y como si la misma vida se fuera en el empeño de ser poder y a como dé lugar y sin importar cómo.
La barahúnda que se arma y la misma con peores ímpetus y desde que la sinrazón se apodera de periodistas y medios de comunicación y todos haciendo lo indecible o lo imposible por ver como engañan a la mayor cantidad de personas o si se quiere ser indulgente, entendiendo que todos esos intereses y como porfiados agentes políticos, ante el poder que quieren desalojar y al que entienden lo suficientemente inescrupuloso como para suponerle capaz de las peores trampas, tratan de no ceder un palmo en sus pretensiones, generando, que quienes no se dejan arrastrar por semejantes corrientes de emociones descontroladas, por fuerza de las circunstancias tengan que verse arrastradas a una de debates en los que surgen las emociones ahogadas en falta de racionalidad y también de ausencia de sentido común.
Algo o mucho de lo anterior se vivió en los días previos a las elecciones generales de 2020 y casi como si se tratara una especie de teatro de lo absurdo, poco que mucho empezamos, a notar, que de nuevo está surgiendo y a nuestro modo de ver, ahogando antes de tiempo las emociones menos inquietantes y simplemente porque ninguno de esos individuos son lo suficientemente capaces de entender, que toda elección es el símbolo más augusto de la racionalidad enriquecedora de lo que debe ser el ejercicio democrático en función del respeto a las ideas y acatamiento o compresión de las que no son nuestras.
Por eso y en razón de semejantes desvíos de procedimientos, se hace casi imposible que los mismos políticos y de todos los bandos, entiendan, que lo más correcto en un estado de derecho, es que aquel que de ellos haya violado leyes y reglamentos y para colmos de muestras de enriquecimiento desproporcionado entre los suyos o familiares, por obligación tienen que entender, que en algún momento deberán dar explicaciones y si no son aceptables, exponerse a castigos legales subsiguientes dentro del sistema carcelario criollo.
Lamentablemente, ninguno quiere aceptar esa realidad y de ahí que los escándalos sean sonados y los alardes de supuesta decencia rivalicen con los más sonados reclamos de golpes de pecho, en tanto quienes osen señalarles o imputarles sus faltas cometidas son víctimas del escarnio y de la persecución política y mediática más soez como rastrera.
De esta manera y hablando duro, las amenazas contra las integridades físicas de quieres reclaman orden y civilidad y acatamiento a las leyes vulneradas, no se hacen esperar, al tiempo que los órganos del aparato represivo del Estado entran en funcionamiento y para que absolutamente nadie sea castigado, al tiempo que los fieles que se beneficiaron con largueza de los gobiernos sometidos al escarnio público tratan de impedir que los tribunales se pronuncien al respecto o lo contrario, que sus actuantes hagan como que lo justifican todo.
En este sentido y como si fueran caballos en una carreta de fondeo, los expresidentes Hipólito, Leonel y Danilo, pugnan por llegar limpios a la meta que se han propuesto de que nadie les vea como si se hubiesen aprovechado en lo personal y pecuniariamente del poder que ostentaron y sea directa o indirectamente y como cada uno cuenta a su vez con una parte importante de ser las cabezas de sus tres ejércitos privados, ninguno se considera con la suficiente humildad para que la generalidad de la población les entienda realmente, que como gobernantes fueron limpios y honestos.
Así se tiene que el país va de bandazo en bandazo nadie quiere aceptar la deshonestidad del otro y mucho menos que se ponga en dudas la suya propia. Para comprobarlo, solo hay que ver el ramalazo de actitud y conducta de critica responsable y ejercicio moral diferentes desde el actual Ministerio Público y los ataques de toda índole y prácticamente injuriosos que se le profesan a sus miembros y lo más grande, que el público y por más que alardea, no agradece e igual ocurre con analistas políticos de Estado, como quien escribe, que la plebe no tienen conciencia de conducta cívica integral y ni cuando uno muere está visto que los supuestos elogios fúnebres no pasan de ser parte de la mascarada de mentirosos y peor si quienes los profieren se dicen periodistas, analfabetos funcionales la mayoría y alabarderos inmorales de quienes les pagan.
Entonces un país de semejantes características no es y por más que los textos legales digan lo contrario, una nación realmente organizada. Si lo fuera, haría tiempo que las normas de decencia públicas más integrales hubiesen sido puestas en práctica y las nuevas generaciones y al unísono, serían las primeras en respetar los símbolos patrios y actuar con civilidad, decencia y mucha civilización.
Si así fuere, haría rato que esos tres expresidentes habrían respondido por sus hechos de flojedad moral en materia de haber permitido que tantos de los suyos se enriquecieran y que ninguno hubiese sido sancionado, mientras los tres tienen el descaro de entender como si en verdad fueran moralmente impolutos, cuando en la realidad, son los terribles sepulcros blanqueados que han hundido en la miseria moral y en la amoralidad absoluta a una nación digna de mejor suerte.
Por eso, en el 2024, ninguno de los tres, no ni debe ni puede volver a ser presidente de la República y si sucediera, que Dios reparta suerte y que la nación como un solo hombre cívicamente responsable, se levante. De hí que digamos, que aparte de descarados y desvergonzados, tanto Hipólito, Leonel como Danilo, le deben explicaciones al país, víctima de los más de mil millones de dólares saqueados por los suyos en sus mandatos. Las explicaciones hay que exigírselas, sino cárcel. (DAG)